Para Félix B. Caignet.
Ahora que soy residente he solicitado la renovación de mi pasaporte cubano.
El que ya está vencido - como no tengo que entregarlo - lo conservaré como un souvenir que, de seguro se perderá - junto a todo lo material que me rodea - cuando me vaya, definitivamente de este mundo.
Ahí está mi PAROLE con la fecha de entrada a esta otra vida. *
* Como la tan ansiada carta de libertad para la esclava Isaura. ¡Libertad, también, para todos los blanquitos sucios nacidos en cautiverio!
Pero, el infame proceso identitario cuesta cuatrocientos veinte dólares.
Cuatrocientos veinte dólares por un documento - o sea, por un pequeño librito encuadernado, que contiene un cuño, una decena de palabras y la más cabrona y horrible de mis fotografías - que, para rematar, utilizo muy pocas veces en la vida. *
* ¡Desgraciadamente!
¡Depin…!
Costoso trámite - con un precio sin sentido* - para intentar, además, poder entrar a lo que fue - sin poder haberlo deseado nunca nadie antes de nacer - mi casa durante toda la anterior existencia.
* Debe estar entre las credenciales más cara del universo.
Que, ya no es mía y donde no conservo ningún derecho.
Por decretos del emporio de la izquierda. *
* Casi estuve a punto de escribir de ese bodrio de la histeria.
Por obra y gracia de una “justicia” legislada por una sola cabeza.
Porque, hablemos claro, en Cuba todo el mundo manda.
Mas, desafortunadamente, deciden solo unos pocos.
¿A nombre de qué es la injusticia?
¿Del bloqueo imperialista?
Con la señora que me atendió conversamos, un poco, las opciones que se me pintan por delante.
El pasaporte, imperativamente, lo debo tener. Para viajar a otros países con mi residencia norteamericana.
Cuba debe otorgarme el documento oficial en el plazo de dos meses.
Pero - fui advertido - esto es musical.
Dos y dos son cuatro, cuatro y cuatro, ocho y quién sabe si la rana pare pelos y más. *
* O sea que, asimismo, se paga, por adelantado, un deplorable moroso servicio.
Una vez lo tenga en mis manos, es que puedo pensar en la posibilidad de un regreso. *
* Por solo unos pocos días - es mi intención - para despedir las cenizas de mi madre y poder volver a abrazar a mi hija.
Ya veremos.
Pues, acaban de contarme que, al gran amigo y eminente actor Albertico Pujols, luego de demorársele, casi una eternidad, el proceso, el “salvoconducto” le llegó con un sello de inhabilitación para entrar al país, como castigo a su connotada posición discrepante.
¡Di tú!
Y todo el mundo ha leído sobre el reciente caso de un cubano residente en Uruguay, que fue de visita y ahora no lo dejan salir de “aquello”, por la militancia anticastrista desplegada en sus redes sociales.
Si a eso agregamos las continuas onerosas regulaciones de viaje a notorios disidentes en la isla…
¿Qué puede esperarme?
- Puede, incluso, que te hagan gastar el dinero del pasaje y te nieguen la entrada en el aeropuerto - me previno ella - Lo han hecho unas cuantas veces.
A mí no me causa tanto más pavor el entrar como el que no me dejen salir. *
* Por inventar, ya sabe que allí pueden fabricarle un proceso a Malanga.
Y es entonces que uno reflexiona, una vez más, sobre la puñetera suerte de ser originario de un estado que te brinda tantas gravosas e inhumanas eventualidades de supervivencia.
¿Es ese el sistema social que tanto defienden?
Por otro lado…
Claro que me hubiese gustado haber sido Nureyev, Chaplin, Chaikovski o Isadora Duncan. Con todo y sus biografías repletas de carencias, pesares y miserabilidades.
O poseer el genio de Rachmaninov, Verdi, Lorca, Picasso o Dalí
O mejor, ¿por qué no?, haber sido el nieto preferido de Rockefeller, dejando toda penuria a un lado
Bailar como Baryshnikov, con su inmensa carga de talento, energía y suerte.
O especular como Ralph Lauren con su descomunal fortuna.
Cantar como Barbra Streisand, sin unas uñas tan largas. *
* ¿Cómo coño se limpiará el culo?
Haber abierto los ojos en Suecia. E ir a la Habana de visita. A cantar con mis correligionarios de cruceros “Cuba, qué linda es Cuba”, “La aguanta mamera”, o el Chan chan de Compay Segundo.
Aplaudir desacompasado el mal son que tararean músicos callejeros, por el módico precio de dos dólares, en lo que intento mover mis estáticas, gélidas, atravesadas e inconmovibles caderas.
Venir al mundo con una buena posición económica en el Japón súper industrializado.
Ser Hiroito *
* Aciago y sintomático es que esto lo afirme el director de una película titulada VIVA CUBA, ¿no? Jamás hablé de nacionalismo en esa película
Pero, no.
Me cagó la potra.
Nací ahí.
En el país donde “la siguaraya, sin permiso, no se pué tumbar”.
¿Qué he de hacerle?
Así soy. *
* Y vivo orgulloso de mi cultura. Que NO es mi nación, sino mi universo interior.
De esa manera tiene que tragarme el resto y así me cuido, me quiero, me promuevo, me expando, e incluso, por lo regular, me soporto.
Para que, de contra, venga a decirme, un cuadro tambaleante “puesto a dedo”, que nací por error en esas tierras.
O un infumable Abelardito, con baches en la facha - desde el más aburrido y menos visto de los programas televisivos del mundo - catalogue a un coterráneo más exitoso, viviendo fuera de la isla, como “ex cubano”.
Y el “Bob Dylan nuestro” se arrogue la prerrogativa de definir, regular y/o establecer, quién es digno de llevar, o no, el alma cubana. *
* La Oficoda Rodríguez y sus limitados horarios de atención al público.
¿De verdad quieren un diálogo con la emigración cubana?
¡Ay, no jodan! Empiecen por escuchar y dejar hablar a los que apresan dentro.
Si no les interesa el bienestar de los que aún sobreviven en la isla, ¿por qué debo creer que se preocupan por los que estamos afuera?
El exilio me ha hecho descubrir muchas más mentiras de las que se cuentan dentro de Cuba. Demasiadas.
Y cada vez reafirmo, con más fuerza, la profunda convicción de que PRIMERO SE ES HUMANO y luego se es cubano. *
* Algo que parecen desconocer los que defienden una Patria a ultranza y esconden tras ella sus sanguinarias naturalezas.
Está bien.
Pagaré - sin consentirlo - hasta el último de mis días, el desatino de nacer, donde nunca debí hacerlo.
Mas,
espero,
en cambio,
cuanto antes,
que todos esos, cáncamos viejos, obcecados e insensibles
junto a toda su corte pseudo aduladora de mediocres militantes, pichones de dirigentes
que “a Cuba han sumido en el mal”,
asuman de una vez y por todas,
el irrenunciable sagrado deber de morir.
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