Cristina Escobar es periodista de la televisión cubana pero debería aprovechar el no cierre del sistema educativo nacional y volver a la escuela. Ahora mismo, sin esperar más. Antes de que le dé por publicar otro comentario televisivo como el de los sistemas de salud y el coronavirus, y sea demasiado tarde.
Es cuestión de vida o muerte para la salud de su ejercicio profesional.
No le pido a la periodista una regresión excesiva. Con que vuelva al pupitre de la facultad de La Habana alcanza. Las escuelas del Reino Unido, sitio predilecto de Escobar para rastrear becas con su internet del proletariado, sí están cerradas como prevención contra el coronavirus, una pena. Pero no hay que ponerse tiquis miquis. Con la escuela cubana es suficiente esta vez.
Quiero suponer que el más limitado profesor de periodismo de cualquier facultad, cubana, moldava o guineana, enseñará a Cristina Escobar ciertos detalles que debieron pulirse, superarse, antes de asumir la responsabilidad de hablar en público como profesional de la comunicación.
Si un piloto debe probar, de entrada, que goza de buena visión antes de recibir la licencia que le permite hacerse con el mando de una aeronave, no se me ocurre por qué una periodista que habla para once millones de almas puede ejercer, sin probar que domina conceptos tan básicos como redundancia o ética. O decencia. O información.
Porque su comentario televisivo inició diciendo que "la mejor solución para solucionar el desafío de la atención de salud...", y esto me dio otitis. El oído me supuró una gota de algo por culpa de su construcción gramatical, y eso no está bien. Atentar contra el receptor de tu mensaje nunca será comunicar. En todo caso es atentar. Eso lo debió aprender Escobar hace mucho.
En las aulas de cualquier instituto podrán enseñarle a Cristina, también, a curarse un poco la insolencia. Eso se estudia. Se prepara. Es útil para no provocar rechazo en los destinatarios de tu mensaje. Y es útil, sobre todo, si se anda justito de recursos. Si comienzas una exposición oral diciendo que algo es la mejor solución para solucionar tal cosa, más te vale no pecar luego de ínfulas e insolencias.
Y eso tampoco lo sabe Lady Escobar, becaria de Westminster. Mi oído perforado y yo debimos soportar varios minutos de mentiras impúdicas y precariedades profesionales, dichas con un tono muy pedante y muy injustificado. Como si Cristina Escobar le tomara prestado el ego a alguien más. Como si su comentario no fuera el resumen perfecto de lo que no debe ser un análisis periodístico si quiere ser publicable.
Luego está lo de la decencia personal y profesional. Y ahí confieso mis dudas: No sé si con irse a la escuela alcance. Eso se mama al nacer, eso se tiene en las venas. O no se tiene. Es como la moral. No admite intermedios.
Echar mano de una catástrofe global que supera a tirios y troyanos, que ha expuesto nuestras vulnerabilidades incluso como especie, para hacer demagogia de quinta a favor del sistema cubano de salud no solo es un descalabro ético. Es oportunista y es despreciable.
Y sí, dije sistema cubano de salud. No público, no socialista. Cubano. Sistema público tiene España. Sistema socialdemócrata tiene Suecia. No es lo mismo, y me ahorro la lata de explicar por qué.
En su despropósito argumental, la periodista del NTV afirma que ser pobre es un factor de riesgo en el coronavirus: "No es que pase solo en Sudáfrica o en Chile", dice antes de acotar que sucede también en Londres o en Italia.
A riesgo de parecer muy pedigüeño, yo pediría un economista de misericordia que le susurre a la insistente becaria Escobar que los ejemplos fueron desafortunados. Si la cosa iba de contrastes entre ricos y pobres, vaya si eligió mal a los pobres. Sudáfrica, segundo productor de oro del planeta, es también la segunda economía más robusta de África, solo por detrás de Nigeria. Chile tiene los mayores ingresos per cápita de Latinoamérica, y durante 14 años (hasta 2019) exhibió el PIB per cápita más elevado del continente. Con los pobres de Escobar quiero yo mi suerte echar.
Según la comentarista, Brasil y Bolivia enfrentan ahora un escenario dantesco con la pandemia por no contar con los médicos cubanos. Dejando fuera el burdo chovinismo, ese engreimiento tan desagradable para este caso, están los facts, los fríos y duros hechos. Y esos, nos dicen que hoy el gigante brasilero tiene 654 casos confirmados y Bolivia 16.
¿Cuál caos ve Escobar y nadie más? La respuesta es simple: El caos que se necesita para hacer activismo ideológico con una tragedia humanitaria.
Según la periodista, ahora que expulsaron a los doctores cubanos, Bolivia no sabe siquiera cómo hacer frente al dengue. Valioso dato que nos sirve para sospechar que Cuba también ha expulsado a los médicos cubanos.
Entonces en China, el coronavirus ha sido "una película con un final feliz". Sí, es una cita textual. Sí, eso salió de la boca en cuestión. Ser un periodista políticamente comprometido es cuestionable, pero comprensible. Esto es otra cosa. Es otro nivel de miseria moral.
No seré yo quien señale a China como culpable de nada más que mentir y ocultar la gravedad del brote. Eso sí ocurrió. Propagar intencionalmente el virus no. Eso es una estupidez.
Pero llamar película de final feliz a la tragedia que se originó en un país, y dónde el contador va por 3 mil 249 muertos y más de 81 mil infectados, solo porque hoy parece bajo control, es demasiado. Es inaudito.
Hay límites que no hace falta que nos enseñen a nunca cruzar. Se puede ser mediocre, pero ser canalla es una elección. Como China es comunista, Escobar aplaude un final feliz sembrado de cadáveres. Como Europa es "rica y neoliberal", Escobar apunta, con un mohín de sarcasmo: "Y ahora el primer mundo no puede con esto". Ese presupuesto es de una vileza insoportable.
Si la becaria de Westminster quisiera aprender del periodismo que necesita su país no es a los barrios de Chelsea a dónde deben llevarle sus pies. Es a las barriadas habaneras o santiagueras dónde por haber, no hay ni agua corriente para enfrentar al coronavirus.
Yo vivo en Estados Unidos y desde mi periodismo y mi civismo soy un crítico feroz de su sistema de salud. Es, a mi juicio, la gran deuda de este país que en tantas otras cosas encontró la fórmula perfecta pero esa, todavía no.
Pero si sigue mi consejo y aprovecha que allí donde ella vive las escuelas siguen muy abiertas, la periodista Escobar aprenderá muy rápido que el deber de la prensa es reflejar e informar sobre la realidad que viven día a día sus lectores o televidentes. Solo si Escobar quisiera recibir estas lecciones en un escuela para extranjeros le sería imposible: esas sí han cerrado en Cuba por protección.
Cuando Cuba extirpe de una vez por todas el cólera y el dengue que han azotado al país durante años, que piense en dar lecciones a Reino Unido o Italia. Los cubanos, estoy seguro, elegirían irse a enfrentar el coronavirus en Londres y no en La Habana. La becaria de Westminster lo sabe bien, aunque en el noticiero diga otra cosa.
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