De sábanas, pañales, pullovers viejos… o cualquier retazo de tela, los cubanos hacen hoy un nasobuco para evitar un mayor brote de coronavirus en el país. Más de uno confecciona en casa este artículo tan demandado, lo mismo para familiares que para amigos, vecinos o desconocidos.
Los nasobucos Made in Cuba (con una impresionante variedad de colores, texturas, tamaños y modelos) abundan en todas las esquinas a estas alturas del COVID-19 en que los casos rondan los 60 en el país.
Aunque los datos oficiales indican que hasta este miércoles se habían vendido en la red comercial al menos 132.000 mascarillas por el precio de 5.00 pesos cubanos, un sector de la población considera que es “un abuso” ponerse a expender “un trapo con dos tiras y un pomo de agua con cloro”.
Si bien las autoridades han insistido en que se mantiene de manera ininterrumpida la producción de nasobucos, la mayoría de las personas “resuelve” por cuenta propia, tal como evidencian estas fotos captadas por CiberCuba en la capital.
La arrendataria privada Samantha, del municipio del Cerro, La Habana, explica que su mamá hace nasobucos para “todo el barrio”, con tela que le han ido donando, pero no es suficiente.
“Lo normal es encontrarlos en 1 CUC (peso convertible) en la calle, o en 5 y más, si son originales. Hasta eso está acaparando la gente aquí y los más perjudicados son los ancianos, que casi siempre viven solos y tienen pocos recursos”, dice con tristeza esta cubana de 44 años.
Por su parte, la estudiante de Medicina Juliana afirma que está haciendo pesquisaje en la calle para buscar casos sospechosos de la COVID-19 llevando un nasobuco “prestado”.
“Nos dan uno en el policlínico cada mañana para salir a visitar personas, pero no nos dejan llevárnoslo para la casa. ¿Qué garantía tenemos de que allí lo van a lavar y desinfectar bien con los problemas existentes con el suministro de agua?”, se pregunta.
“¿No es esa la manera menos segura de mantener la higiene?”, agrega.
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