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“El interferón cubano”, repiten sin cesar los medios oficialistas en internet para referirse al medicamento interferón alfa-2b que China aceptó como parte de tratamientos a pacientes con coronavirus COVID-19.
Una breve búsqueda por internet revela la tendencia a las alabanzas hacia el “interferón cubano”, solamente referido de tal forma por medios oficialistas cubanos, y por OnCuba, única revista fundada en Miami y con acreditación oficial en la isla.
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El exceso de entusiasmo ha llevado a algunos a afirmar que se trata de un descubrimiento cubano, eficazmente usado por estos días por la propaganda castrista como símbolo de calidad de su sistema de salud.
Con el solo detalle de que no es cierto.
El interferón alfa-2b es un potente antiviral logrado en los laboratorios de la Universidad de Zurich que dirigía el científico Charles Weiss, quien junto a Jean Lindemann y Alick Isaacs figura entre los principales responsables de poner este medicamento en el mapa de la ciencia mundial.
Aunque el interferón fue descubierto en 1957 por el virólogo Lindemann en su laboratorio de Gran Bretaña, la variación alfa-2b fue lograda a inicios de los años ´80 por esta entidad suiza.
Según reconoce el propio periódico Granma en un artículo titulado “El interferón que ayuda a tratar la COVID-19: de su origen hasta hoy”, fue luego de un encuentro de Fidel Castro en 1981 con el científico estadounidenses Ralph Lee Clarck, en La Habana, que Cuba comenzó a aprender cómo producir el interferón.
Allí, el brillante médico contó a Castro del interferón alfa-2b que producía su laboratorio de Texas para el tratamiento del cáncer. “A partir de ese encuentro dos científicos cubanos viajaron a Texas para recibir entrenamiento”, dice Granma.
Los médicos cubanos desarrollaron el interferón a partir de lo aprendido en los laboratorios estadounidenses de Lee Clarck, y con la molécula patentada por el finlandés Kari Cantell en 1972. El recombinante "interferón humano" fue reproducido por médicos cubanos en 1986, mismo año en que fuera aprobado para uso médico en Estados Unidos por la FDA tras varios años de pruebas.
Atribuir la creación del interferón alfa-2b a la ciencia cubana no solo es inexacto: es parte de una estrategia de propaganda.
Incluso el uso de este poderoso antiviral en China no obedece a ninguna causa solidaria cubana: el medicamento empleado en las provincias asiáticas es tan chino como cubano.
La producción del interferón que la propaganda cubana llama “interferón cubano” es fabricado por la empresa mixta Changhun Heber Biological Technology, y creó la entidad que usa científicos cubanos en 2003 para producir el medicamento entre ambos países.
El microbiólogo cubanoamericano, profesor de Inmunología en la University of South Florida, Hermes Larrea, dijo a CiberCuba: "Es como abrirte una fábrica de tennis Adidas en Papúa-Nueva Guinea y contarles a tus compradores allí que esa maravilla la creaste tú".
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