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El ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández se empeña en regalar titulares memorables desde el punto de vista de la política económica y en medio de la crisis económica de Cuba, agravada por el impacto del coronavirus.
El último regalo del ministro se produjo en el programa Mesa Redonda: “Hay que enfrentar a COOVID19 con el menor costo económico posible”.
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Sin duda, una preocupación ampliamente extendida en todos los países del mundo que sufren la pandemia es el coste económico que supondrá paralizar la actividad productiva como consecuencia de necesario confinamiento de las personas para frenar los casos de infecciones y fallecimientos.
Algunos economistas hablan de un shock de oferta, para explicar con algún instrumento disponible en la ciencia un fenómeno como este. Pero la realidad bien cierta es que no se han producido situaciones similares en el tiempo de nuestra generación, de modo que nos adentramos en un territorio oscuro lleno de interrogantes.
Porque si es costosa paralizar la actividad económica por culpa de la pandemia, mayor será todavía encauzar la fase posterior en la que las empresas y las organizaciones deben remontar el escenario de crisis y alcanzar los niveles existentes antes de la misma.
Para todo ello hace falta dinero, recursos, y Cuba no puede ir contracorriente tampoco en este ámbito. Además, por mucho que se empeñe el ministro Gil, ni el modelo económico existente ni la situación de partida, son los más adecuados para afrontar este grave problema.
La “estrategia organizada” por el ministro cubano para responder a la crisis tiene un referente internacional. En concreto, parte del reconocimiento por CEPAL de que la economía de América Latina va a experimentar una contracción del PIB del 1,8%, con consecuencias directas sobre el desempleo, que puede escalar hasta una tasa del 10%, con sus secuelas de incremento en los niveles de pobreza y extrema pobreza en el conjunto de países de la región.
Lleva razón el ministro al afirmar que la economía internacional sufrirá un deterioro, y la crisis tendrá un impacto directo en los niveles de producción de bienes y servicios, que irá acompañado de un aumento de la demanda, teniendo en cuenta que los consumidores pueden incrementar temporalmente en exceso sus compras.
Entiendo que esta referencia al entorno internacional debe suponer un cierto compromiso, en el sentido de intentar, por ejemplo, que el impacto de COVID19 en Cuba sea menor, y medirlo con datos objetivos. Falta tiempo para ello, pero situar la problemática a nivel internacional, sin más, tiene poco recorrido. En su momento, haremos dicho contraste.
El ministro cubano entiende que la combinación de los dos procesos derivados de la crisis, reducción de la producción y aumento de la demanda, tienen “complejidades para el funcionamiento de la economía”. Complejidades que, en el caso de la cubana se ven agravadas por su modelo comunista, completamente distinto al resto de países del mundo.
El ministro reconoce, menos mal, el carácter “abierto” de la economía cubana (el asunto del embargo o bloqueo entró en el análisis mucho después, lo que es de agradecer) que se encuentra “en constante intercambio con el mercado mundial ya sea por las importaciones como por las exportaciones”.
Esta afirmación la vamos a guardar para el futuro, porque sin duda nos resultará muy útil cada vez que surja el asunto del embargo. El ministro de Economía ha desmontado de un plumazo el argumento castrista de los últimos 25 años. Como la economía cubana está muy abierta al exterior, el ministro considera que el impacto de la pandemia se reflejará de varias formas.
En primer lugar,”señaló la disminución del flujo de ingresos provenientes del turismo, no solo por las ganancias que genera, sino por los encadenamientos productivos con otros sectores de la economía”. Bien. Este es un fenómeno que afecta a las primeras potencias mundiales del sector, como España, Italia o Francia, de modo que no es en absoluto un rasgo específico de la economía cubana.
La reducción de divisas va a ser importante y algunos empresarios hoteleros internacionales tendrán que revisar a la baja sus expectativas de beneficio. Si esto coincide con fuertes controles aplicados por el gobierno en la repatriación de beneficios a las casas matrices, la situación será más grave aun para estos inversores internacionales. Los pequeños negocios por cuenta propia igualmente lo van a pasar muy mal durante la pandemia.
En segundo lugar, “la restricción de ofertas de determinadas importaciones, debido a que varios países proveedores están produciendo menos o están paralizados” es otro fenómeno que afecta a todas las economías.
El régimen cubano debe tener en cuenta que las cadenas de valor a nivel global han experimentado esta parálisis y es de suponer que continúe mientras la crisis se mantenga. Particularmente, a Cuba le puede preocupar, y mucho, la caída del precio del petróleo en los mercados mundiales, que arrastrará a otras materias primas. Menos divisas porque las reventas que hace de crudo venezolano a otros países, ya no serán tan rentables.
En tercer lugar, “las dificultades para el acceso a fuentes financieras externas y a créditos comerciales”, otro aspecto que condiciona la actividad de todos los países y que lógicamente en el caso de Cuba tiene una segunda derivada en el hecho de que no se cumplan con los plazos de intereses de los créditos, lo que deteriora la imagen de solvencia. La concentración de la deuda en el estado comunista (en Cuba el sector privado no puede endeudarse) puede ayudar, si se realizan ventas de activos.
La menor financiación vendrá igualmente de la reducción de remesas enviadas por las familias ante una situación económica que afecta a todos. Sin embargo, la venta de servicios médicos, en retroceso en meses recientes, puede aumentar durante la crisis, de hecho, lo está haciendo. La reducción de las operaciones económicas internacionales trasladará una menor necesidad de financiación para la Isla.
En cuarto lugar, el ministro aludió a “la duración incierta de la pandemia, cuyos estragos se suman al recrudecimiento del bloqueo”. ¿Cómo no? La pandemia y el bloqueo. Por supuesto, que el ataque a Estados Unidos no podía quedar ausente, si bien, ya no es el principal problema, como hemos tenido ocasión de exponer.
El ministro señaló que, ante este entorno complejo, es necesario “enfocarse en las fortalezas de la economía cubana, y en la manera de utilizarlas más eficientemente”.
¿Cuáles son esas fortalezas?
Economía planificada centralmente, que garantiza que los recursos no los asigne el mercado y se destinen a las prioridades y en favor de la población.
Soberanía en el manejo de los recursos presupuestarios.
Política social inclusiva, aquí no sobra nadie, todos estamos llamados a unirnos.
Experiencia en la implementación de medidas de ajustes, por el asedio al que hemos estado sometidos durante casi 60 años.
No puedo estar más en desacuerdo con el ministro, si se exceptúa la última.
La economía de planificación central es un dique de contención que no sirve para afrontar una situación en que el mercado puede funcionar de forma irregular. Lejos de ayudar, la intervención del estado en los mercados puede acabar aumentando los problemas de base y desatender las necesidades sociales.
Aferrarse como algo positivo a las “40 medidas aprobadas por la Asamblea Nacional del Poder Popular y las 12 prioridades del plan de la economía para 2020” es ser un comunista obediente, pero un error en las actuales circunstancias.
El entorno ha variado bruscamente, y se requieren políticas distintas basadas en la flexibilidad, eficiencia y escala para atender las necesidades crecientes de la población. Las empresas estatales pueden estar ofreciendo al ministro informaciones de sobra relativas a este giro de timón.
La propuesta consistente en “priorizar la producción agropecuaria o desarrollar la agricultura urbana, suburbana y familiar y los cultivos de ciclo cortos dirigidos al autoconsumo y la producción local”, y que tiene como objetivo reducir costes, no servirá para atender las demandas más amplias de la población, porque los volúmenes de producción obtenidos son escasos, lo que apunta a escasez.
Otra propuesta de reducción de costes, consistente en “controlar e intervenir la importación de productos básicos como pienso para el ganado”, debe ser revisada cuanto antes porque puede conducir a una mengua de las producciones de carne que obliguen a importar estos bienes, que son de precios más elevados.
La iniciativa consistente en “reorientar hacia el comercio de inventarios de productos destinados, anteriormente, a actividades que se han detenido o paralizado, como el turismo y la educación” tiene igualmente una duración relativamente corta, y en todo caso, el problema es fundamentalmente de logística y distribución a cargo de Acopio, y ya se sabe cómo funciona esta empresa.
Esos inventarios se acabarán más pronto que tarde, y entonces volverá la carestía, si no existe tracción hacia el tejido productivo.
En cuanto a los productos de aseo -fundamentalmente jabón y cloro- oxígeno medicinal y los medicamentos, desaparecidos de las tiendas desde finales del pasado año, el ministro afirmó que “solo se pueden garantizar en función de los recursos disponibles”.
Afirmación que fue matizada por la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, al señalar “que la materia prima ya llegó a las fábricas, pero ahora toca producir y luego distribuir, de modo que abril pasa a ser un mes perdido”.
Inconcebible que se produzcan estas situaciones en una economía de mercado, pero absolutamente normales en una economía controlada por el estado. Esa es la dura realidad de Cuba.
Mucho más grave aún ha sido el anuncio realizado por el ministro relativo a “ajustes en el plan de inversiones, ralentizando o deteniendo los proyectos con un bajo nivel de ejecución, y priorizar los que continúan o tienen probabilidades de acabar a corto plazo”.
Las inversiones, una vez más, caerán de forma notable en la ejecución del gasto público, limitando la capacidad de desarrollo de la economía. De forma sistemática, esa marginación de los procesos inversores es uno de los factores que explican el bajo crecimiento a medio y largo plazo de la economía cubana.
Si esta es la “fortaleza” relativa a la soberanía en el manejo de recursos presupuestarios, apaga y vámonos.
Con relación al transporte y la logística de distribución, el ministro reclamó “reordenar el balance que está en el plan de la economía para utilizar los equipos más eficientes, dando mantenimiento a los equipos, las habitaciones de los hoteles, reponer el parque automotor” tareas que pueden servir para poder afrontar en mejores condiciones la etapa de recuperación.
En cuanto al transporte público, refirió que es "obligatorio el uso del nasobuco para cuidar la salud de las personas”. También se anunció la suspensión temporal del despacho de carga desde La Habana con carácter comercial de las personas que vienen del resto de las provincias.
En cuanto al comercio minorista el ministro, de gran preocupación para la población, el ministro anunció otra medida bien conocida por sus efectos en la sociedad cubana que es “la venta controlada y regulada de una nomenclatura de productos alimenticios y de aseo en función de buscar un acceso más equitativo”.
Una medida que incorpora a la libreta, bajo control, una serie de bienes que se someten a controles adicionales, y que acarreará problemas en la esfera productiva.
Por cuanto refiere al sector estatal, el ministro convocó a "priorizar la reubicación y el trabajo a distancia, manejar la interrupción laboral como la última opción”. Y para los que trabajan a distancia, anunció que “se mantiene el estipendio de la alimentación asignado. Siguen recibiendo sus 15 pesos o 60 centavos en CUC”. Cantidad realmente insignificante.
También propuso una “eliminación temporal” de determinados servicios prestados por el gobierno y que no se utilizan. Tal vez sea esta la “política social inclusiva” a la que se refiere el ministro como “fortaleza” de la economía cubana.
Respecto al sector empresarial estatal, el ministro volvió a plantear medidas de contención de costes, como el anuncio de la “introducción de una serie de modificaciones en los sistemas de pago por resultado, referidos al indicador de la utilidad” en las empresas.
Y para las unidades presupuestadas, fue más claro al señalar que “el objetivo es la contención del gasto que está en el Presupuesto, tratando de propiciar su reducción, guardando relación con la disminución del nivel de actividad”.
Por último, no por ello menos importante, el ministro expresó su temor por los aumentos de precios, insistiendo en la necesidad de una estrecha vigilancia de los mismos. En particular, señaló que “no es el momento para incrementar ningún precio, ni en el sector estatal ni en el no estatal, pues no es política del Gobierno subir precios”.
Existe terreno abonado para las alzas de precios dada la pérdida de poder de las dos monedas en circulación. Una inflación descontrolada es la peor herencia para aquellos que deben promover la unificación monetaria.
En cuanto al sector no estatal, recordó que se han adoptado medidas como la suspensión de las cuotas tributarias y reducción de impuestos.
Todas las medidas, según el ministro, se adoptan para evitar la circulación de personas, que pasan a estar confinadas en sus casas. Y cierto es que el régimen comunista tiene cierta experiencia, como fortaleza destacada por el ministro, en “la implementación de medidas de ajustes, por el asedio al que hemos estado sometidos durante casi 60 años”, pero pienso sinceramente que esta vez se equivoca.
Se equivoca el ministro. Lo que trae el COVID19 no tiene nada que ver con esas penurias que ha vivido la población cubana por culpa de su sistema económico, sino que este puede agravar los efectos negativos de la pandemia sobre la economía.
Hay una oportunidad histórica para tirar el lastre y remontar el vuelo hacia la libertad, el mercado y los derechos de propiedad. Mejor es hacerlo a las buenas que de otro modo. La política económica alternativa no espera.
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