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El premio a la cola del día, lo gana un cubano que, en Jagüey Grande, provincia Matanzas, reporta una inmensa fila de personas para comprar solo un paquete de detergente.
La congregación de ciudadanos ocurrió en la calle 56 entre 17 y 19, en el municipio Jagüey Grande, famoso otrora por sus cosechas de naranjas. No hacían una cola despreocupados, saben a qué se exponen en tiempos de coronavirus en Cuba.
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“Si Maryleisi que vive en España tiene el virus… ya lo tenemos”, se puede escuchar en la voz de una cubana de Jagüey Grande. Esta ciudad se fundó a mediados del siglo XIX y debe su nombre a un árbol que era común en la región.
El jagüey es un árbol que busca apoyo en otras plantas, a las que poco a poco abraza hasta que las ahoga, algo similar a lo que ocurre con la gente en las colas en Cuba en tiempos de coronavirus.
Todo el mundo comienza la cola respetando la medida de distancia social, pero cuando el sol aprieta al mediodía y la mercancía comienza a agotarse, la gente olvida el aislamiento, el virus y se aferra a sobrevivir como un jagüey.
Más al centro de la isla, en Camajuaní, los instintos de supervivencia también afloran en las colas. Esta población comparte con Jagüey Grande la condición de ser una ciudad decimonónica.
Camajuaní se destacaba en Cuba por ser un territorio de grandes valles, cuyas expresiones de la cultura popular, producción agrícola y comidas tradicionales eran un referente.
De todo esto solo queda la cultura, que sobrevive con los esfuerzos de quienes se niegan a dejar que Cuba se convierta en una tierra estéril. Siguiendo el sentido literal de la frase caemos en el aspecto gastronómico.
La excelente tradición culinaria de Camajuaní está afectada por las carencias y la falta de diversidad de alimentos que no ha dejado más que recetarios baldíos y colas, muchas colas para adquirir cualquier cosa, como en el resto de Cuba.
Una de las aglomeraciones más recientes para comprar alimentos la reporta un ciudadano en su perfil en la red social Facebook.
“Los cubanos tenemos que hacer colas para poder comprar un simple pedazo de pollo, aceite o hasta un simple jabón de baño. Así vemos la realidad del cubano en medio de la COVID-19”, explica.
Las colas se extienden por toda la isla y no son un fenómeno nuevo que se aprecie en tiempos de coronavirus.
Las colas en Cuba son un mal que nos acompañan desde que las bodegas de cada esquina perdieron su sentido, desde que las pequeñas tiendas de barrio dejaron de ser negocios privados, desde que la abundancia nos abandonó.
Colas, malditas colas en Cuba. Se han convertido en nuestro día a día y tanto nos hemos acostumbrado a ellas que ya no interpretamos su presencia en nuestras vidas. Nos sumamos a la fila en silencio, a veces incluso sin saber para qué son.
Las colas que afloran por toda Cuba desde hace décadas son la más fehaciente prueba de la precariedad de la economía cubana, de la carencia de una gestión comercial efectiva y de los bajos niveles de productividad del país.
No son nuevas, se repiten una y otra vez desde hace décadas. No son producto del coronavirus, solo se visibilizan más en esta etapa. No se acabarán, seguirán atormentándonos hasta que reconozcamos el verdadero conflicto que las origina.
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