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“Esta parálisis que vive hoy el planeta amerita que pensemos muy bien lo que vamos a hacer a partir de ahora. Se trata de una situación inédita: por mucho que se hablara del cambio climático y otros peligros para la humanidad, siempre fueron cosas que de alguna manera la gente tendía a menospreciar. Pero esto nos toca más de cerca, y lamentablemente para demostrarlo están los muertos”.
El reconocido actor Osvaldo Doimeadiós confiesa que la irrupción del COVID-19 lo forzó a detener un grupo de proyectos de trabajo, y siente que la situación generada marcará un antes y un después en la historia del hombre.
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“Ahora llegará el momento de cambiar hábitos de vida, políticas sociales y muchas otras cosas -asegura. Por ejemplo, la vida cultural y deportiva, los enfoques de los espectáculos...; veremos muchos cambios que nadie imaginaba, y te reitero, el mundo tendrá que sentarse a analizar esto con detenimiento para poder seguir adelante”.
Metido en la piel de personajes humorísticos como Margot, Feliciano, Pipo Pérez o Mongo Castillo, Doimeadiós le ha sacado carcajadas a la Isla desde los lejanos tiempos en que fundara el grupo Sala-Manca. Sin embargo, la pandemia no le deja espacio para el chiste más elemental.
“Hay especialistas augurando posibles rebrotes hasta dentro de dos años más –advierte-, y si eso ocurre entonces viviremos una crisis peor que la del año 29 del siglo pasado o la de 2008. Tendrán que aparecer nuevas estrategias de supervivencia a nivel social, y más aún para nosotros, que somos una economía tercermundista”.
Seguidamente, añade una señal de alerta: “Si volviera a aparecer la enfermedad una vez que la consigamos superar, me preocupa que como la gente ya sabría lo que se debe hacer para enfrentarla, habría niveles de irresponsabilidad derivados del exceso de confianza que podrían resultar demoledores”.
Convencido de que “el humor tiene que ser inteligente o no lo es”, este holguinero de 55 años no esconde su escepticismo con respecto a la evolución inmediata de tan delicado problema.
“Sinceramente, no veo la luz al final del túnel, y ni siquiera el túnel mismo. Creo que aunque se atenúe la curva el riesgo seguirá latente, así que mientras no exista una vacuna no podremos sentirnos a salvo”.
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