La serie cubana de tema contemporáneo Bajo el mismo sol, en su primera temporada, emitida bajo el título de "Casa de cristal", le ha permitido al espectador la identificación con los personajes y apasionarse con la trama, sin menoscabo de la solicitada reflexión sobre el entorno psicosocial en que se aman, se odian, se ayudan o se hunden los personajes.
Las principales virtudes de esta serie toman forma, sobre todo, a través de admirables actuaciones protagónicas —sobre todo en los personajes centrales de Tania, Doris y Lisette— las tres presentadas con el loable propósito de procurar que los espectadores seamos capaces de mirar de frente nuestros propios prejuicios de índole personal, sexual, filial, racial y como pueblo.
A partir de la historia escrita por el consagrado escritor radial Freddy Domínguez (La cara oculta de la luna) se elogia la capacidad de estas tres mujeres para levantar la cabeza y seguir adelante, con la ineludible contribución de la familia.
Lo más importante parece haber sido, para el guionista, el director y las actrices, conservar intacta la verdad de estos tres personajes, su lógica interna, y el predominio de las virtudes por encima de los errores, aunque estuvieran sometidas, como lo están, a muy terribles presiones de todo tipo.
Víctimas de las circunstancias, de la agresividad o de los prejuicios inherentes al patriarcado, y un poco también martirizadas por las consecuencias de sus temperamentos, impulsividad, intransigencia y ambiciones, Tania, Doris y Lisette adquirieron rostro y entidad creíbles gracias a tres actrices: Ketty de la Iglesia, Blanca Rosa Blanco y Daylenis Fuentes, en plena madurez de sus capacidades.
Sobre todo Daylenis Fuentes se concentró en el aspecto y los gestos de su personaje, hasta lograr una caracterización sorprendente por lo genuina de una joven lesbiana, discriminada por su inclinación sexual y víctima también del desprecio incluso de su familia.
Blanca Rosa Blanco volvió a regalarnos el one-woman-show que puede proporcionar una actriz en la cúspide de sus posibilidades. Solo debe tratar de evitar, en este gran momento de su carrera, el encasillamiento y la repetición, no de los recursos histriónicos —porque Blanca posee un arsenal bastante colmado— sino de la índole de los personajes que suelen ofrecerle.
Las tres actrices nos devolvieron el placer de disfrutar, en dramatizados cubanos, composiciones histriónicas de considerable altura, de esas que parecen brotar de las profundidades psicológicas del personaje, y de la intérprete, ambos confundidos en una personalidad vital, creíble, espontánea.
Lástima que no todo el elenco haya estado a ese nivel, y en particular quedó en desventaja la parte masculina, salvo tres o cuatro excepciones (Enrique Molina está siempre bien, aquí en el papel del intolerante padre de la muchacha lesbiana), pues muchos actores se limitaron a «tirar» los textos disciplinadamente.
El verano audiovisual de 2011 será recordado, tal vez, por los favores que se ganó, poco a poco, sin alharaca ni promoción desmedida, la primera temporada de Bajo el mismo sol. Los meses de abril y mayo de 2020 serán recordados como un periodo de aislamiento, muchas horas ante el televisor, y productos audiovisuales como Bajo el mismo sol.
Atentos quedamos todos a salida al aire de la segunda y tercera temporadas, que también deben ser retransmitidas próximamente, como parte del imperativo de la Televisión Cubana por suministrar una programación atractiva en tiempos en que la mayor parte de los cubanos permanecemos en el hogar.
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