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Una anciana que durante su etapa laboral perteneció al Ministerio del Interior de Cuba pasa su vejez sola en una casa apuntalada, con los techos destruidos y prácticamente sin muebles.
Pastora López Almaguer, de 61 años, relató a Cubanet cómo desde los primeros años de la Revolución se incorporó al proceso y dedicó sus mejores años a trabajar en el MININT.
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“El ciclón me tumbó la casa y me quedé con un pedacito. Pero la gente que vivía aquí se iba para afuera. Y el día que se iban, la delegada me mandó a buscar para que yo pasara las cosas mías para acá. Yo no quería, yo lloré muchísimo ese día porque no quería mudarme para aquí”, dijo.
“Ella le dijo a los vecinos: ‘traigan las cosas de ella para aquí’. Obligado me trajeron mis cosas y aquí también se me cayó”, precisó.
Pastora sobrevive con una chequera de 200 pesos que se la gasta casi todo en medicinas, porque está operada de un pulmón.
“No quiero que me den nada bueno, pero que me ayuden en algo. Me siento abandonada, yo no me merezco esto”, lamentó.
“Siempre me gustaba ofrecer lo mejor que yo tenía para la Revolución, hay personas que no han hecho nada por esto y viven bien”, recalcó.
Son muchas las personas de la tercera edad en Cuba que al llegar a la vejez, se sienten desamparadas y olvidadas por el gobierno al que dedicaron sus mejores años.
Recientemente el periodista independiente Roberto Blanco Gil reveló a CiberCuba el caso del anciano pinareño Leandro Martínez Sotolongo, de 83 años, a quien la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) se niega a prestar ayuda.
Leandro, un excombatiente de Playa Girón, está postrado en una cama por una fractura de cadera y un esguince en el pie derecho y necesita una cama tipo Fowler para su recuperación, y por ello sus familiares acudieron a la ACRC, pero allí se desentendieron.
En marzo pasado un septuagenario de Santiago de Cuba, con hipertensión arterial y artrosis generalizada, denunció la precariedad en la que malvive, en una casa a medio construir que solo tiene algunas paredes de bloques y dos ventanas de aluminio, con el techo y el suelo destruidos y una cocina y un baño improvisados.
“Estoy solito. Y mira que yo luché por esto como nadie se imagina. Me pasé toda mi vida de esclavo, porque me decían que esto iba a ser algo grande, ¿y al final qué?”, lamentó.
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