La figura del "colero" se ha convertido en un auténtico dolor de cabeza para el gobierno de Cuba y para muchos ciudadanos residentes en la isla, que estos generan una especie de mafia de la que se acaban beneficiando unos pocos.
Sin embargo, existen también quienes defienden que los coleros ponen cierto orden adicional en medio de la falta de apoyo de otras instituciones y autoridades que gestionen el drama -devenido crónico- de tener que perder muchas horas en una cola para comprar "algo", lo que aparezca.
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Se trata de un asunto tan grave el de las colas y los coleros, que incluso un medio oficialista como Cubadebate ha intentado revisar las posturas sobre el tema.
"Yo aquí atrás pido mi último y me siento aquí tranquilita, a tratar de mantener la distancia", dice una cubana, que asegura que a veces tras cinco horas de cola consigue comprar algún artículo, y otra veces no.
"Donde caen uno, caen 20, en la misma cola tres cuatro y cinco veces, y lo que hay se lo llevan ellos. Y las demás personas solo están sufriendo", opina por su parte otra entrevistada.
“La culpa la tiene la población, que se lo acepta”, afirma una anciana que acaba reconociendo, no obstante, que "si usted protesta, se busca un problema".
Las coleras, en cambio, defienden su derecho a dormir durante días en una cola y, aunque reconocen que "por la ley aquí no hay ningún lado donde acredite que puedas hacer un listado", ellas lo hacen “porque lo sentimos más organizado así”.
Otro defensor recuerda el sacrificio que implica para él ir cada día -a las 7 de la mañana y a las 5 de la tarde- a un parque para “arreglar nuestras colas", aunque precisa que "si te cogen aquí, eres colero, no puedes tener números y vas preso. El estado no puede hacer eso, caballero”, concluye.
No ha faltado quien descargue la responsabilidad de que haya coleros a todos los organismos que no garantizan el orden: "Todo no se lo pueden dejar a la población. La población bastante está sufriendo con la escasez que hay y con tener que estar volcados en las calles haciendo colas", concluye.
"Quiero saber si viene o no viene mercancía. Yo no le quiero comprar a Revolico, yo lo quiero pagar al estado", sentencia por su parte otra mujer, que afirma que ella no puede pagar en Revolico un champú a 15 dólares cuando en la tienda cuesta solo 2.50 CUC.
Frente a las permanentes colas devenidas en una odisea en la vida del cubano, muchas personas en los últimos meses se han dedicado a marcar y luego vender los turnos. Los llamados coleros vienen siendo fuertemente fustigados por la policía desde que el gobernante Miguel Díaz-Canel pidió mano dura contra los revendedores.
Cruzada contra los coleros
En las últimas semanas se han multiplicado en el país, no solo en La Habana, los arrestos contra presuntos infractores y revendedores, a través de los llamados juicios ejemplarizantes, que intentan intimidar a la población en medio de un creciente descontento popular por la escasez.
Más de 1000 coleros han sido detenidos en La Habana, personas que fueron trasladadas a unidades de la PNR por la reventa de artículos y productos de alta demanda. De ellos, a una treintena que acumulan reincidencia, les han iniciado un proceso penal.
Las autoridades afirman que los coleros generan quejas entre los vecinos y califican su actuación de "inescrupulosa", además que habrían extendido su radio de acción a casi todos los lugares donde se venden productos de alta demanda, incluso electrodomésticos.
Sin embargo, algunos cubanos consideran que las autoridades están desviando toda la atención hacia una consecuencia derivada del verdadero problema: la escasez y el desabastecimiento, el auténtico drama que los cubanos residentes en la isla enfrentan en su día a día.
Hace algunas semanas, una periodista oficialista cubana llamó a fomentar en Cuba una cultura de las colas e incluso invitó a buscar su lado bueno, y en su utópica descripción, la periodista Elsa Ramos subrayaba que a las colas "lo que hay es que diferenciarlas de los molotes o aglomeraciones, bullangueros, insurrectos, indisciplinados", y recomendaba que "de lo que se trata es de curarlas y hacerlas a la manera en que nos pide todos los días el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez".
Las colas en Cuba son viejas conocidas de los años más duros del llamado Periodo Especial, en realidad nunca se fueron del todo y han reverdecido en medio de la pandemia de coronavirus, que puso de relieve que confinamiento y comida en Cuba son polos opuestos de un mismo objetivo: la subsistencia.
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