Este 25 de julio se cumplen 40 años de una gran hazaña deportiva protagonizada por una cubana, la jabalinista María Caridad Colón.
Dos grandes factores se unieron para que aquella soleada tarde, en el estadio Lenin de Moscú, la baracoesa conquistara la primera medalla de oro de Iberoamérica en Juegos Olímpicos, además con récord para tan magno evento.
Primero, la voluntad de acero de la joven atleta, su decisión irrevocable de alcanzar el podio; segundo, el prodigio profesional del doctor Rodrigo Álvarez Cambras.
Hoy hablo con la actual metodóloga del INDER, incansable buscadora de talentos, futuros jabalinistas; eje del programa La Mujer y el Deporte, a quien felicité hace unos días cuando se convirtió en la segunda cubana en ser miembro pleno del Comité Olímpico Internacional, sumándose a la voleibolista Yumilka Ruíz.
¿Cómo recibiste la noticia?
Yo era una de los cinco candidatos en la 136 sesión del COI, que por vez primera se efectuaba en forma virtual, sesión encabezada por su presidente, el alemán Thomas Bach. De los cinco, yo fui la primera en ser votada y… ¡cuando vi el resultado: 88 a favor, 1 en contra y 4 abstenciones creí morir de la alegría, fue algo tan grande como el oro en Moscú!
El rostro de María Caridad resplandece
Es un impacto, la emoción es indescriptible. Recordé a mi natal Baracoa, a mis padres que tanto me impulsaron, a mi hijo Ángel Ruslán; a mi compañero Noel, a su lado por 28 años.
Caridad, casualmente ese orgullo se materializa pocos días antes de los 40 años de tu oro olímpico ¿recordamos?
Ay Julita, tú sabes que siempre digo que aquello fue una guerra. A pesar de la inasistencia de Estados Unidos y otras naciones, en la jabalina (f) se concentraba todo lo que brillaba y valía en el planeta.
Allí estaban Tatiana Biryulina, soviética recordista del orbe en esos momentos con 70 metros 8 centímetros, su compatriota Saida Gumba; Tessa Sanderson del Reino Unido, quien cuatro años más tarde se coronaría en Los Ángeles y poseía marca de 69 metros 70 centímetros y las germanas de las entonces RDA y RFA Ute Hommola, Ute Richter y Ruth Fuchs, esta última, monarca de Montreal 76.
Un día antes de la final padecí un dolor extremo en la columna que me imposibilitaba la locomoción. ¡Se me alejaba mi medalla, por la que tanto había entrenado! Y así entró a jugar con toda su sapiencia el profesor Rodrigo Álvarez Cambras.
No por repetida la historia, deja de ser emotiva. Nos dice el profe: apenas entendí cuando me dijeron que corriera, que la Colón estaba muy mal. Llegué a su cuarto, la tranquilicé; ella sólo quería poder competir, lloraba de impotencia.
Me puse a trabajar con ella y al concluir le dije: "mañana vas a competir y a ganar". Al otro día, la infiltré y le advertí que no tirara los envíos de calentamiento y que le pusiera la vida a su primer lanzamiento oficial.
Caridad ¿qué reacción causó en tus rivales que no tiraras en el área?
Imagínate, ellas no eran bobas. Sabían que algo sucedía. Yo llegué bien, aliviada por la infiltración y todas las maniobras que Álvarez Cambras me hiciera. Mientras ellas tiraban, yo di carreritas, calenté y me senté en un murito que había cerca del área del lanzamiento del disco.
Ahí empezó la guerra psicológica: me pasaban con las jabalinas amenazantes ¿sabes? como si me las fueran a tirar a mí, rozaban mis piernas, me miraban de reojo. Estaba en desventaja por mi lesión vertebral y por ser la más delgada, la menos musculosa. El ambiente se calentaba, fuera del estadio todas nos llevábamos bien pero dentro…¡uff!
¿Se llegaron a tranquilizar?
Que ¿qué? Me acordé de que era cubana y tomé una jabalina y comencé a blandirla sobre ellas, algo prohibido, pero lo hice. Igual hacían ellas. Pero yo se las pegué más y… ¡hasta ahí las clases! Se tranquilizaron rápido.
Me imagino tu estrés cuando te tocó lanzar.
No. Estaba serena. Sabía lo que tenía que hacer y lo hice: 68 metros 40 centímetros, plusmarca olímpica. Aquellas 11 mujeres se quedaron boquiabiertas, anonadadas. ¡Se acabó la competencia! Una cubana, una latinoamericana, una iberoamericana conquistaba el primer metal dorado en Juegos Olímpicos.
Cuando la última competidora, Tatiana Biryulina, no la sobrepasó, la imagen de la Colón llorando, corriendo, gritando no se borra de la mente de los cubanos.
En ese momento, justo es decirlo, las rivales la felicitaron como muestra de los reales ideales del olimpismo; María Caridad reciprocaba pero por encima de todo buscaba al hombre que hizo posible el milagro, el profe Álvarez Cambras.
Puedo narrar esta historia, de hecho ha sido así, mil veces que siempre diré que mi medalla de oro olímpica tiene su nombre. Sí entrené, competí, me esforcé junto a mi entrenador pero si no hubiese sido por el profe no hubiera podido ni competir.
A 40 años, María Caridad Colón y el doctor Rodrigo Álvarez Cambras celebran aquel legendario acontecimiento.
Siempre lo recordaré y en su honor sigo buscando talentos de 12 y 13 años por todo el país, me encuentro en mi proyecto de jabalinistas en Baracoa, doy mi apoyo a Yipsi Moreno en la comisión nacional de atletismo y como activista de la dirección de Mujer y Deporte.
Cada día de mi existencia, ahora como miembro pleno del Comité Olímpico Internacional está y estará mientras viva ese 25 de julio de 1980… Si para Gardel 20 años no son nada, para mí 40 tampoco. Tengo el mismo ánimo y la misma decisión de hacer.
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