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Siempre pensé que los procesos de privatización de las empresas se realizarían mediante rigor y transparencia máxima, teniendo en cuenta los postulados de la Constitución de la República de Cuba.
La necesaria privatización de la economía cubana y la creación de un marco jurídico estable para la protección de los derechos de propiedad, es un camino que habrá que transitar de forma obligatoria para que el país vuelva a funcionar. Y por ello, las privatizaciones deben estar ajustadas a procedimientos abiertos, transparentes e informados, y en ningún caso, basarse en conchabeos y capitalismo de amiguetes.
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Un nuevo ejemplo de este modelo se ha podido constatar con el acuerdo sorpresa firmado entre el Grupo Empresarial BioCubaFarma y una compañía del Reino Unido SG Innovations Limited, prácticamente desconocida, con muy poca información en Internet, y de la que se sabe que tiene sede en Londres, cuatro directivos (dos de ellos dimitidos) y que se dedica a la venta mayorista de medicamentos.
El acuerdo entre la empresa estatal cubana y esta entidad británica ha facilitado la creación de una nueva empresa, BioFarma Innovations, destinada “a acelerar el desarrollo y la accesibilidad en Europa y la Mancomunidad Británica de medicamentos innovadores y líderes a nivel mundial”. Esta nueva empresa tendrá su sede en Londres.
Al parecer y con la escasa información publicada en Granma, se sabe que el artífice de esta operación ha sido Lord David Triesman, un antiguo diputado laboralista que llegó a formar parte del partido comunista británico durante seis años, al cabo de los cuáles regresó a la organización del Labour; incluso ejerció un tiempo de líder sindical, para acabar como banquero privado de inversiones.
Esta información es pública y está al alcance de todos, para ayudar a entender cómo se ha cerrado este negocio en la Cuba castrista. Al parecer, este Lord inglés ha mantenido relaciones con el régimen de La Habana durante 40 años, lo que hace pensar que van más allá de los negocios, para entroncar en el campo afectivo e ideológico.
De hecho, Granma destaca del currículum de Lord Triesman, su trabajo con el Servicio Nacional de Salud, como ministro responsable de calidad de la educación superior, innovación y patentes, lo que tiene poco que ver creo yo con la sanidad, en general; o haber sido vicepresidente de la Autoridad de Salud del Área de Kensington, Chelsea y Westminster, lo que equivale a una población inferior a la del Cerro en La Habana, más o menos.
Sin embargo, Granma oculta que, en la realidad, Lord Triesman es un global corporate investor, y que este es su campo de actuación más relevante. En Granma no citan este dato, ya que realmente es el que da más garantías al negocio. En fin, ellos sabrán por qué.
De modo que en silencio, sin cobertura informativa previa, y por medio de acuerdos poco transparentes; no se ha facilitado el importe de la operación, BioCuba Farma, la “niña bonita del régimen comunista cubano”, se nos ha casado por sorpresa con un “pool” de inversores, de esos que día si, día no, Granma califica de “neoliberales y seres sin alma”. Pero es que la vida es así, y cuando las cosas vienen mal dadas, no queda más remedio que mirar para otro lado.
El potencial de BioCubaFarma con sus 2.400 patentes, 32 empresas con más de 20.000 trabajadores, de ellos 1.500 doctores o masters en Ciencias, tiene un valor de mercado, y sería bueno conocer el monto de la operación con SG Investments y Lord Triesman.
Básicamente porque BioCubaFarma es una empresa estatal, que pertenece, según la constitución cubana, al pueblo de Cuba, que como mínimo debería saber el importe del negocio. Nos quedamos a la espera de la información. La transparencia en estos casos es fundamental.
Según Granma la nueva empresa resultante, de nombre BioFarma Innovations, “ampliará sus redes de distribución e incrementará la accesibilidad de sus productos para una mayor cantidad de personas en todo el planeta, incluida la lucha contra la Covid-19”, y añade que “ se pretende facilitar el acceso a un portafolio de productos biofarmacéuticos, protegidos por patentes de BioCubaFarma, la totalidad de las industrias farmacéuticas y biotecnológicas establecidas en Cuba”.
¿A quién se va a facilitar dicho acceso? Al parecer al mercado británico, su mancomunidad internacional y Europa. Esto último se tendrá que rectificar. Es posible que la nota haya sido escrita antes del Brexit, que limita el comercio entre Gran Bretaña y el Viejo Continente.
Y luego, no conviene olvidar que el socio más cualificado del Primer Ministro de Gran Bretaña, Boris Johnson es Donald Trump, y por muchos intereses que existan en la operación, entre amigos rara vez se cometen faltas. Y mucho menos en el mundo de los negocios. Aviso a navegantes.
Por medio de este acuerdo se empuja a la “niña bonita de Cuba” al mercado mundial, quizás no en las mejores condiciones, pero a partir de ahora, la proyección de BioCuba Farma salta las fronteras de la Isla, y con este socio inversor debe promover el objetivo de incrementar la demanda a su cartera de productos, lo que se denomina, incremento de exportaciones, más divisas. ¿Dónde está el bloqueo?
Por lo mismo, surgen dudas ¿Este acuerdo será beneficioso para BioCubaFarma, y para el régimen, en el sentido de generar divisas, proyectar su imagen internacional y poner en valor lo que hace, por cierto bastante aceptable? ¿Quién sale ganando de esta operación? ¿Con qué marca se venderán los productos? ¿Quedará clara la procedencia cubana de los mismos? Es pronto para responder. El cuento de la lechera no debe inspirar el mundo de los negocios, porque acaba mal.
No obstante, de lo que ha trascendido se pueden sacar tres conclusiones.
Primero, que este tipo de acuerdos no se hacen de la noche a la mañana. Hay que suponer que Ricardo Cabrisas lleve trabajando largo tiempo en su consecución, y por el secreto con que se venían realizando las negociaciones, es evidente que ha tenido éxito.
Segundo, que el acuerdo se haga justo ahora y no se espere más tiene sentido. El mensaje que se quiere trasmitir es claro: Cuba no está perdida y vale la pena apostar por ella. Esto solo lo hacen los amigos como Lord Triesman.
En plena crisis, con el agua al cuello, y a punto de entrar en default, el régimen se salva por la campana, anunciando este acuerdo. Quizás por ello, tal vez el precio alcanzado en la operación habrá sido inferior al que se podría haber obtenido. Algo hay que pagar por los favores.
Tercero, el impacto de este acuerdo depende de la elección de socio, SG Innovations. Una organización creada recientemente (se incorporó en mayo de este año al buscador Companies House del Reino Unido) para encuadrar la operación, produciéndose movimientos de directivos probablemente contrarios al negocio. Ni una sola palabra de especialización en medicamentos, sanidad pública o farmacia, salvo esta alusión genérica a la venta al por mayor de medicamentos.
Por último, la entidad creada por este acuerdo, BioFarma Innovations tendrá su sede en el Reino Unido, y Lord Triesman, será el presidente a sus 77 años, posiblemente la última aventura de su vida. Allí se generarán los beneficios y las cuentas del negocio. Y se pagarán los impuestos. Ya veremos qué llega a Cuba.
El negocio comercial se ha impuesto por clara goleada a la cooperación internacional. No hace muchos días, Cubadebate presentaba en un extenso artículo las oportunidades de colaboración de Cuba con la Unión Europea en este ámbito de salud. Los negocios se han impuesto a los sueños. No deja de ser chocante que la realidad sea así.
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