En la historia reciente del Barça hay más puntos oscuros que en el asesinato de JFK, y la mecha encendida por el burofax de Leo Messi no hizo otra cosa que empezar a reconducir las cosas en un Camp Nou que, por fortuna, despedirá muy pronto a una directiva que ha dejado pequeñito al mismísimo Fouché.
A estas alturas, todavía la película está llena de escenas imposibles de apreciar debidamente. Pero entre los pocos fotogramas nítidos de la secuencia, hay algunos que promueven suspicacias, interrogantes y certezas. Otros –no todos, claro está- quedarán dilucidados en las próximas horas, cuando el Sol haga lo suyo.
*Si uno mira atrás y coteja las acusaciones e inconformidades que han tenido los jugadores azulgranas con la Junta Directiva que encabeza Josep Maria Bartomeu, no puede menos que preguntarse cómo es que no se ha repetido la historia del Motín del Hesperia, cuando el núcleo duro del equipo de 1988 se reunió con los mandamases y los recriminó por haberlos “engañado, humillado y decepcionado”. Hay que admitirlo: al vestuario de hoy le ha faltado carácter para plantar bandera.
*Soy de los que repiten, una y otra vez, que ningún futbolista está por encima del equipo. Pero también tengo muy claro que Messi no está intentando ser, ni de lejos, Més que un Club. Con Messi se ha sido sucio y desleal, y tirios y troyanos sabemos que le sobran los motivos para encorajinarse. Le doraron la píldora cuando exigió el contrato de Neymar, diciéndole que se había hecho lo imposible y no fue así. Le montaron una campaña de desprestigio (a él y a otros elementos) en las redes sociales. Encima, le impusieron un técnico que sabía más de cría vacuna que de fútbol, con un asistente que tenía un doctorado en charlatanería. Basten estos botones de muestra para que a muchos nos asalte el nombre de un relato de Borges, “Tema del traidor y del héroe”. No obstante, ahora Fergus Kilpatrick (Leo Messi) no le está siendo infiel a Irlanda (Barcelona).
*Cada una de las partes está interpretando la cláusula del contrato a su manera, lo cual puede extender el culebrón hasta las fronteras de la náusea. Messi alega que puede salir gratis cada temporada antes del 10 de junio, pero el club se parapeta en que este curso es diferente debido a los cambios de calendario que provocó el coronavirus. Si lo vamos a ver técnicamente, el argumento de la directiva luce irrefutable. Pero hay algo que se llama gratitud, y se traduce en 16 años de entrega incondicional, títulos por doquier y ganancia$ sustanciales. Vade retro: esto no puede terminar en manos de los tribunales. Si Messi quiere irse, que no le pongan pegas, sino una alfombra roja.
*Personalmente, hace rato sospecho que la directiva se quiere desprender de Leo, y tengo claro que su resistencia a dejarlo marchar es porque busca exprimir el jugo que le queda a la naranja. ¿Salir gratis el más grande de la historia? Ni hablar. Bartomeu y su gente necesitan que, roto por fin el lazo, el argentino deje una importante suma de dinero en caja. Esto es, que vaya afuera, pero que deje estela. (Si subsistía alguna duda de que el club pretendía librarse de La Pulga, quedó despejada con ese grosero recurso telefónico empleado para deshacerse de su mejor amigo, Luis Suárez)
*¿Y por qué Bartomeu no dimite si ya más escándalos no puede generar y ha cerrado el año en blanco rematado por un 2-8 atronador? La respuesta se resume en una sola palabra: economía. Sus propios acólitos le han pedido que no dimita ni bajo las balas, toda vez que con las pérdidas de esta campaña podrían verse forzados a tener que avalar una parte del próximo presupuesto. Me explico: si las cuentas no cuadran a la hora de fijar dicho presupuesto, la directiva deberá respaldar el 15 por ciento con su patrimonio personal –ojo, estamos hablando de millones de euros-, y por ese camino varios de sus miembros quedarían en la ruina. De ahí que Bartomeu dilatara las elecciones hasta marzo de 2021: le hace falta ganar tiempo y equilibrar balances. Llegado a este punto, se cae de la mata que poner a Messi en el mercado sería una de las opciones más factibles. ¿Dijeron crisis? Pues empecemos por vender a la joya de la Corona.
*El más listo de la clase, Bartomeu acaba de anunciar que está dispuesto a dimitir si Messi cambia de opinión y decide quedarse en el Barça. ¿Desmiente esto lo dicho en los párrafos previos? Para nada. Resulta obvio que el presidente solo trata de pasar el balón al otro bando y aligerar el tono de unas protestas que van tomando rumbos preocupantes. Es como si dijera “me voy si él recapacita; si no lo hace, estoy libre de culpas”. Desde su aparente simpleza, se trata de un movimiento contundente: como Messi se mantenga en sus trece, muchos van a tildarlo de ‘malo intransigente’; mientras tanto, si rectifica cobrarán fuerza las acusaciones de que ejerce un gobierno tras bambalinas en el club, hasta el punto de sentenciar a un presidente.
*Al final de esta historia, lo imperdonable sería que el equipo retuviera por sus “riñones” a Messi, amparado en documentos y rúbricas que (si lo miramos desde la decencia) no vienen a capítulo. Creo que la moción de censura triunfará y Bartomeu volará por los aires, pero sé que difícilmente Messi volverá a retractarse como lo hizo luego de renunciar a la casaca albiceleste. A estas alturas, el crack da la impresión de tener su cabeza lejos del Camp Nou, y es seguro que si toma el avión aterrizará en el City de Guardiola, un equipo competitivo que sueña con la Champions y cuyas riendas lleva el hombre que más certeramente comprendió su rol en el terreno. ¿Qué darían los citizens en la operación? Puede que alrededor de 100 millones y hasta tres jugadores que (según se especula) podrían ser Gabriel Jesús, Bernardo Silva y Eric García. ¿Es este un buen acuerdo? Por supuesto, siempre y cuando la pieza de cambio no sea un tipo llamado Lionel Messi. Y, lamentablemente, ese es el caso.
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