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La del 2020 ya es (por mucho) la campaña electoral más cara en la historia de Estados Unidos.
Según entidades independientes encargadas de monitorear el gasto electoral, como Wesleyan Media Project o el Center for Responsive Politics, el costo total de las contiendas por la Casa Blanca, el Senado y la Cámara roza los $14 mil millones. Casi la mitad de ese presupuesto, 6.6 mil millones, se ha dedicado a apoyar el intento del demócrata Joe Biden por derrocar al presidente Trump.
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La cifra representa el doble del récord anterior para unas elecciones federales, establecido hace apenas cuatro años. El costo total de la campaña presidencial de 2016, incluidas las primarias, fue de 2.400 millones de dólares.
Según los analistas, este aumento del gasto está impulsado por las donaciones de todo tipo, tanto de los pequeños donantes, sobre todo online, como los cheques multimillonarios que hacen los empresarios a los diferentes comités de acción política (PACs, por sus siglas en inglés).
Los pequeños donantes, que han apoyado sobre todo a los candidatos demócratas al Senado y a Biden en particular, están ganando importancia y representan el 22 por ciento del dinero total recaudado en el ciclo 2020. Estos mismos donantes, que dieron menos de $ 200 a un candidato o causa, representaron el 15 por ciento de los fondos recaudados en las elecciones de 2016.
Gran parte del gasto de la actual campaña se ha destinado a anuncios de televisión: la publicidad en TV de los presidenciales alcanzó los 1.800 millones de dólares este año, según la firma de seguimiento de anuncios Advertising Analytics.
Hasta el pasado 14 de octubre, el comité de campaña de Biden había recaudado $ 938 millones y fue el primero en superar los mil millones de dólares en recaudación de fondos.
Pero no es solo la carrera presidencial lo que ha elevado los gastos electorales a nuevas alturas.
Ocho de las 10 elecciones al Senado más caras de la historia han tenido lugar durante la actual campaña, incluidas las de Carolina del Norte, donde el total gastado entre los dos candidatos -el senador Thom Tillis, el titular republicano, y Cal Cunningham, su retador demócrata-, superó los $ 272 millones.
Esa es una de las cuatro carreras por el Senado que han cruzado la marca de los $ 200 millones este año (las otras están en Iowa, Carolina del Sur y Arizona), algo que nunca antes había sucedido en una contienda sin un candidato autofinanciado.
En Carolina del Sur, Jaime Harrison, el retador demócrata del senador republicano en funciones Lindsey Graham, rompió récords de recaudación de fondos en el tercer trimestre, cuando recaudó más de $57 millones.
La plataforma demócrata de donaciones en línea sin fines de lucro, ActBlue, ha procesado más de $3.300 millones en lo que va del año. En el 2019, los republicanos introdujeron una plataforma rival con fines de lucro, WinRed, que ha recaudado más de $1.200 millones desde su creación, pero en general los republicanos están menos acostumbrados a hacer pequeñas donaciones online que los demócratas.
La última semana ha sido de gastos frenéticos en los medios de comunicación. Sólo en televisión y radio, la campaña demócrata gastó 62 millones de dólares en siete días, mientras que la campaña de Donald Trump solo gastó unos 15,5 millones de dólares, según Advertising Analytics.
La misma ventaja se mantiene en Facebook, donde la campaña de Biden ha invertido 9,9 millones de dólares durante la última semana, y la campaña de Trump ha gastado 4,7 millones de dólares durante el mismo período.
Varios comentaristas destacan que el papel de los comités de acción política tradicionales, a menudo utilizados por las corporaciones para agrupar donaciones a los políticos en ejercicio, se ha reducido en esta campaña, alcanzando un mínimo histórico del 5 por ciento.
Los llamados mega-donors siguen siendo influyentes. Por ejemplo, el magnate de los casinos Sheldon Adelson, y su esposa, Miriam Adelson, continúan siendo los mayores patrocinadores de los súper PAC republicanos, y suman $183 millones donados para candidatos y grupos de ese partido.
Del otro lado del espectro, Bloomberg, el mayor donante demócrata, dio $107 millones a los comités demócratas.
Otros nuevos mega-donors han surgido en Silicon Valley, donde los ingresos de la alta tecnología ha creado una clase nueva de grandes donantes potenciales.
Por ejemplo, Karla Jurvetson, médica y exesposa de un inversionista en tecnología, ha donado más de $24 millones desde 2019, gran parte del gasto destinado a un súper PAC que apoya la campaña 2020 de la senadora demócrata Elizabeth Warren.
Dustin Moskovitz, cofundador de Facebook, también ha gastado más de $ 24 millones, en su mayoría donados a un súper PAC, Future Forward, que transmite anuncios anti-Trump.
La industria que más dona a las campañas electorales sigue siendo Wall Street, con un total de más de $255 millones. En el 2020, ese dinero ha favorecido a los demócratas: $161,7 millones contra $94,5 millones.
Varias organizaciones no gubernamentales se quejan de que el llamado "dinero oscuro" sigue inundando las campañas políticas estadounidenses a través de organizaciones sin fines de lucro que no revelan a todos sus donantes.
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