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Una de las razones por las que esta campaña electoral norteamericana ha sido bastante más deslucida que las anteriores es, sin duda, el pobre nivel de los discursos.
El de los Demócratas, condenados a agarrarse a la pandemia y llevarle la contraria al actual presidente en casi todo, y el de Trump, cuyas simplificaciones para uso de frenéticas multitudes iletradas rozan a menudo la caricatura.
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Desde la última convención del Partido Republicano, prácticamente el único argumento electoral del presidente ha sido la “agenda socialista” de Joe Biden y sus “radicales” escoltas del Partido Demócrata. Uno echa de menos el programa de Reagan, que tampoco era demasiado sofisticado, y la variedad de George W. Bush, conocido por no ser precisamente un orador brillante.
Este pobre argumentario ha conseguido reducirse aún más entre muchos votantes republicanos de la Florida, seriamente preocupados por una inminente destrucción del American Way of Life.
Hoy el exilio cubano ("el único grupo de emigrantes de los Estados Unidos que sufraga con sus remesas una sociedad socialista", según la reciente definición de Néstor Díaz de Villegas), se contempla a sí mismo como el cruzado que lucha contra las fuerzas de la anarquía y el comunismo.
Esta variante del cuento de Pedro y el lobo, donde un presidente en funciones advierte que las elecciones "decidirán si salvamos al sueño americano o permitimos que un programa socialista demuela nuestro querido destino", ha tenido el incómodo efecto colateral de reducir un asunto importante a su mínima expresión propagandística. Las ramas de la caricatura no dejan ver el bosque. Porque más allá de lo desagradable que pueda resultar la figura o la retórica de Trump, hoy hay en Estados Unidos una contienda ideológica sobre dos modelos de sociedad.
En los años 50, el socialismo perdió la guerra cultural en los EE.UU; durante la última década, en cambio, muchas de las ideas socialistas gozan de un inusitado prestigio en no pocos salones de California o Nueva York. Es comprensible el resentimiento del exilio cubano, que lleva justo seis décadas tratando de hacer valer su experiencia ante una audiencia ciega y sorda. Sonreímos, sí, al ver a Máximo Álvarez comparar las promesas de Biden con las Fidel Castro, pero también da un poco de lástima que fuera de la Florida no haya casi nadie dispuesto a valorar esa experiencia de exilio, y lo que representa en términos de advertencia.
Veamos, por ejemplo, qué piensa Kamala Harris, energética candidata a vicepresidenta y devota de los tenis Converse.
El domingo colgó un breve video en Twitter que está dando mucho que hablar, y ha provocado varias muecas de horror, incluso entre sus partidarios.
El dibujo animado muestra a un hombre negro y otro blanco que están mirando una montaña para escalar. A los dos hombres se les da la misma longitud de cuerda, sin embargo, se ve al hombre blanco de pie junto al extremo de su cuerda, mientras que el hombre negro está parado al pie de un acantilado con la cuerda fuera de su alcance.
Harris, que narra el video, nos explica que "hay una gran diferencia entre igualdad y equidad".
"La igualdad sugiere: 'Oh, todos deberían recibir lo mismo'", continúa. “El problema con eso es que no todo el mundo empieza desde el mismo lugar. Entonces, si todos obtenemos la misma cantidad, pero tú empezaste detrás y yo empecé aquí, podríamos obtener la misma cantidad, pero tú seguirás estando detrás de mí".
Mientras la narración avanza, el hombre blanco escala la montaña y el hombre negro observa desde abajo.
Luego el suelo comienza a levantarse, lo que le da al hombre negro la oportunidad de agarrar la cuerda y que ambos hombres alcancen la cima.
“Se trata de brindar a las personas los recursos y el apoyo que necesitan para que todos puedan estar en pie de igualdad y luego competir en pie de igualdad. El trato equitativo significa que todos terminamos en el mismo lugar", dice Harris.
Esta versión del "marxismo explicado a los niños" incurre, como notaron de inmediato muchos comentaristas, en el principio comunista conocido como igualdad de resultados ("equality of outcome") y plantea como lo más deseable un estado en el que las personas tienen la misma riqueza material e ingresos, o en el que las condiciones económicas generales de sus vidas son similares.
Está claro que la mayoría de las personas podrían apoyar la igualdad de oportunidades, pero una igualdad de resultados impuesta por el gobierno (ese suelo que sube no lo hace solo) es algo demasiado parecido al marxismo para que pueda sonar bien a los oídos del país que ha sido el modelo del capitalismo desarrollado durante siglos.
Para subir la montaña no todo el mundo tiene que usar tenis Converse. Y, demasiado a menudo, la igualdad de resultados acaba en una tiranía de los mediocres.
El congresista de Texas y ex Navy SEAL Dan Crenshaw resumió bien la "falsa promesa" del video: “Comienza con un punto bien intencionado sobre la igualdad de oportunidades, solo para terminar con la verdadera intención marxista: equidad en los resultados. Dejan fuera la parte en la que la equidad debe hacerse cumplir mediante un trato desigual y tiránico”.
"Estás describiendo el comunismo literal en términos infantiles", tuiteó por su parte la columnista Tiana Lowe, quien agregó que el video de Harris "ha conseguido ser lo más espeluznante, molesto y vergonzoso que he visto en toda esta elección".
El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, recordaron muchos.
El principal problema del programa del socialismo histórico fue su desafío de la naturaleza humana. Sus dirigentes se dieron cuenta muy pronto de esa contradicción pero su respuesta fue dejar intacto el programa y dedicarse a cambiar por la fuerza la naturaleza humana. Esto es lo que realmente significa "totalitarismo" en términos prácticos: ese reclamo total de cambio de un régimen sobre sus ciudadanos en nombre de un horizonte teóricamente deseable.
Por eso a menudo las revoluciones vienen de arriba, anunciadas como utopía, pero acaban sufriéndola los de abajo, al descubrir que utopía quiere decir "en ninguna parte".
La utopía de Harris puede sonar bonita, justa e inofensiva pero lo que viene después es siempre feo y distópico.
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