La pobreza que causa el castrismo se concreta materialmente en la aguda obsolescencia y escasez de los bienes de producción, lo cual condena a la mano de obra nacional a la improductividad relativa.
Cuando en noviembre del 2019 Díaz-Canel explicaba -con esa desfachatez que otorga la ignorancia- que “no hace daño usar la tracción animal”, no estaba teniendo en cuenta -porque no lo debe saber- que un agricultor norteamericano es 34 veces más productivo que uno cubano precisamente porque tiene tractores, regadíos, fertilizantes, camiones, y todo lo demás bienes de producción que implica la agricultura moderna.
El camino más recto para disminuir la pobreza es aumentar la productividad, pero para ello es imprescindible modernizar y multiplicar los bienes de producción aumentando las inversiones de capital, que a su vez han de financiarse con algo, y ese algo es el ahorro. ¿Pero qué ahorro?
Raúl Castro está obsesionado con el ahorro: en 2013 decía “el ahorro constituye la principal fuente de ingresos que tiene nuestra economía”, reiteraba el 26 de Julio de 2018, “La más rápida fuente de recurso es el ahorro” y en diciembre del 2019 convocaba “a hacer del ahorro una batalla diaria en Cuba”
Ciertamente, ahorrar es la manera más sana para que una economía progrese, pues de las personas que ahorran, es decir, que no consumen toda su renta, es de donde se crean los fondos para que los empresarios acometan proyectos de inversión, ampliando, mejorando o transformando los bienes de producción, ya sean maquinarias, infraestructuras, innovación o puro conocimiento.
¿Pero puede ahorrar Cuba como quiere Raúl?
Al ahorro de un país se le conoce como Ahorro Nacional, su monto surge de la adición del ahorro estatal y el privado, que es lo que queda después de restar lo consumido al total de los bienes y servicios producidos, si se consume menos de lo que se produce habrá ahorro.
El estado cubano gasta más de lo que ingresa, el año pasado su déficit superó los 6 mil millones y el anterior pasó de 8 mil millones. ¿Cómo va a ahorrar así?
Tampoco pueden ahorrar los privados cubanos, cuyos ingresos alcanzan malamente para subsistir, y aquellos diminutos grupos que pudieron acumular capitales -pequeños agricultores y algunos pocos cuentapropistas o artesanos- verán terriblemente afectadas sus reservas tras la devaluación monetaria que viene.
Así que por más que el General de Ejército ordene hacer un uso más racional de los recursos -lo que es absolutamente insuficiente para las necesidades cubanas- la inversión no puede depender del Ahorro Nacional, pues no existe.
Para la isla, que por decisión del Gobierno está alejada del Banco Mundial, el BID y el FMI, la única fuente de financiamiento es el ahorro hecho en otros países traídos mediante Inversión Extranjera, la que actualmente no cubre las necesidades de la economía cubana principalmente porque está mediatizada por los intereses del propio gobierno castrista.
Los inversores extranjeros no pueden -mucho menos los cubanos emigrados- invertir directamente en lo que a ellos les interese, solo pueden hacerlo a través del gobierno y en lo que este desee.
Muchos proyectos de inversión 100% extranjera, donde el estado cubano no tenía que poner nada de capital, han sido rechazados por la Cámara de Comercio de la República de Cuba porque no son de interés gubernamental, por más que hubiesen creado empresas que generen riqueza, puestos de trabajo e importen tecnologías y know how.
Las reformas económicas emprendidas en los últimos días para nada resuelven esta carencia de inversión, se limitan a intentar aguijonear la productividad mediante el estímulo financiero y cierta autonomía empresarial -hacer más con lo que hay- sin atender la necesidad perentoria de mejorar, modernizar y ampliar el capital invertido en bienes de producción.
Contrario a la filosofía económica del Gobierno cubano -siempre divorciada de la realidad- en un país pobre el ahorro no puede preceder a la riqueza, sino que es resultado de esta. La keynesiana Propensión Marginal al Ahorro ya describió muy bien cómo este se incrementa de forma marginalmente positiva con el aumento de la renta, o como suele decirse, “dinero llama dinero”.
Cuba solo tiene un camino, invertir mucho y rápido en bienes de producción atrayendo capital internacional, lo que será difícil pues esto depende de una mutación profunda del modelo económico, algo de lo que el Gobierno no quiere ni oír hablar: ellos son continuidad.
¿Veremos algún día al compañero Primer Secretario del Partido Comunista incentivando la apertura a la inversión? Quizás sí, pero antes alguien debe explicarle que hacer del ahorro “la principal fuente de ingresos” de un pueblo que vive en el límite de la sobrevivencia es simplemente condenarlo al estancamiento y convocar al suicidio, es la supremacía de la arterosclerosis, es condenar al país a usar poco lo poco que tiene.
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