La ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños Weiss, compareció en la Mesa Redonda para explicar, entre otros temas, el impacto que tendrá la unificación monetaria y financiera que entra en vigor el 1 de enero sobre los subsidios y los precios de los medicamentos en Cuba.
La clave de todo parece estar en el Presupuesto del Estado que se ha diseñado para el estreno de la economía de mercado en la isla. Que ese presupuesto lo haya elaborado el mismo gobierno que ha gestionado la economía del país durante más de medio siglo, va más allá de la aberración política y se suma a la larga lista de imposiciones que los cubanos han tenido que soportar sin poder expresarse ni elegir libremente.
Pero la ministra Bolaños saltó sobre sesenta años de socialismo, y desgranó las virtudes de un Presupuesto que pretende destinar una parte del gasto social a cubrir las necesidades más básicas de una población a la que se le viene encima la desigualdad y las miserias propias del modelo de capitalismo de Estado por el que ha optado la cúpula gobernante en Cuba.
Entre esas virtudes, como no, están los precios minoristas subsidiados, que “representan una mayor parte del financiamiento empresarial en los gastos previstos en el Presupuesto”. Es decir, el presupuesto contempla el financiamiento de las empresas estatales para que se puedan mantener los subsidios (y por tanto los precios) de productos como “las dietas de enfermos crónicos, las de embarazadas, los alimentos de los niños, la canastilla… todo lo que se entrega a los niños…”.
“El uniforme de los niños”, continuó el presentador Randy interrumpiendo a la ministra. “NO, el uniforme no está subsidiado”, le aclaró Bolaños, quien explicó confusamente que este año es el último en que se subsidia el uniforme y que, a partir del que viene, las familias tendrán que asumir. O sea, que mantener la uniformidad de los estudiantes no será parte de las políticas de gasto del régimen; serán las familias cubanas las que tendrán que asumirlo a mayor gloria del totalitarismo.
Pero, una vez rectificado al entusiasta presentador, la habilísima ministra Bolaños aprovechó para destacar que sí “subsidiamos buena parte de los medicamentos”. “Me quiero detener aquí”, enfatizó, en consideración a la importancia del tema.
“El Presupuesto contempla más de 7 mil millones de pesos para subsidios de medicamentos”, dijo orgullosa la ministra. “No solo para los controlados por el 'tarjetón', que mantienen los precios actuales, sino para otros complementarios a los tratamientos indicados”. Quizás la ministra no reparó que la buena noticia habría sido que ese dinero fuera solo para los medicamentos del “tarjetón”, y que una partida similar estuviera destinada a los medicamentos “complementarios”.
Porque 7 mil millones para subsidiar medicamentos de primera necesidad equivale a un gasto farmacéutico del Estado de unos 617 pesos anuales por ciudadano cubano. Teniendo en cuenta el cambio establecido de 24 CUP x 1 dólar y que la población cubana ronda los 11,3 millones de habitantes, el Estado ha previsto destinar unos 25 dólares al año por habitante para subsidiar medicamentos, incluidos los de pacientes crónicos (tarjetón) y los complementarios.
Compárese con los datos de España, por ejemplo. Con una población de 46 millones 940 mil habitantes, en 2019 el Sistema Nacional de Salud destinó 10.792 millones de euros para gasto farmacéutico, lo cual se traduce en 229 euros anuales por habitante, según datos publicados por el Ministerio de Sanidad. Es decir, el gasto de España en subsidios de medicamentos es diez veces superior al de Cuba.
En una escala mayor de análisis sobre bienestar y servicios médicos públicos, habría también que considerar los salarios y costes de la vida de uno y otro país para evaluar el poder adquisitivo de unos y otros ciudadanos en relación con productos farmacéuticos. Lo cual volvería a demostrar que el sistema de salud cubano y el Estado que lo sostiene presumen más de la cuenta.
“Hay otros medicamentos que no quedan subsidiados. Aquellos que en un momento puntual la persona necesite acceder a ellos, ya sean importados o de fabricación nacional”, aclaró Bolaños. “Estamos hablando de una infección de la garganta. Por ejemplo, si te mandan un antibiótico para una infección puntual, pues ese antibiótico no está subsidiado”.
Las comparaciones son odiosas, pero necesarias. En España, cualquier infección que requiera tratamiento de antibióticos prescritos por un médico del sistema público de salud tendrá precios total o parcialmente subsidiados, y las farmacias están siempre abastecidas de esos y otros antibióticos. En Cuba, por lo que explica la ministra, los antibióticos que se requieran para tratar una infección ocasional, como puede ser una de garganta o de riñones, tendrán que ser comprados sin subsidios.
Solo queda esperar que estos medicamentos no tengan duplicado y hasta triplicado los precios de venta, en comparación a los precios de ventas de otros países desarrollados, como ya se ha demostrado que sucede en Cuba actualmente. Y que las farmacias estén abastecidas, no como ahora, que no se encuentran los medicamentos ni con dinero para pagar los precios abusivos que les imponen quienes controlan el monopolio de la importación de productos de primera necesidad en la isla.
La subida del precio de los medicamentos no subsidiados, fijada por el Consejo de Ministros a partir del 1 de enero, faculta a su vez al Ministerio de Finanzas y Precios para modificar tarifas y precios de productos que no han quedado recogidos en las listas publicadas en la Gaceta Oficial. La última "actualización del precio" de estos medicamentos es muy superior a la subida de los salarios, estimada en 4,9 veces. Todo parece indicar que el país entero asiste al hundimiento de uno de sus buques insignias. La frase de la "salud gratis" parece que quedará grabada en el panteón de la equidad en Cuba.
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