Luis Manuel Otero Alcántara concedió este miércoles una entrevista a CiberCuba en la que habló de su internamiento forzoso en el Hospital Calixto García; del empeño que pusieron los médicos en que él abandonara la huelga de hambre y no muriera; de los vídeos que le grabó la Seguridad del Estado; de su determinación de salir vivo del hospital y de su decisión de idear iniciativas creativas para sacar a sus amigos de prisión.
Ahora se pone como metas recuperarse físicamente y crear "espacios y estrategias" para sacar a sus amigos de prisión. "Quiero ser creativo. Esto no va de ser héroe. Son mis amigos, mis hermanos", dijo.
Además, prometió utilizar una "plata" que le donaron para ayudar a las familias de esos activistas presos cuando pedían su libertad. "Mi prioridad es ver a sus familias", añadió.
En declaraciones a este portal, Otero Alcántara dijo que a la presión que viene soportando desde hace tres o cuatro años, se suma ahora el "sentimiento de culpa" y la "impotencia" de saber que sus amigos Maykel Osorbo y Esteban Rodríguez están en la cárcel por pedir su liberación.
Esto, más el encierro durante un mes en el Calixto García no sólo le ha hecho perder peso sino también le impide dormir bien. Sin embargo, dice que ahora no va a pensar en lo que la dictadura ha hecho o ha dejado de hacer con él porque sabe que lo van a meter preso; está preparado y espera "cosas peores".
Sobre su estancia en el hospital, Otero Alcántara aclara que él puso en riesgo su vida, pero siempre tuvo la convicción de que quería vivir. Por eso, salir vivo del Calixto se convirtió en "un mecanismo de ganar". De ahí su decisión de tomar agua, aunque asegura que rechazó comer.
Sobre los vídeos filtrados por la Seguridad del Estado, Otero Alcántara reconoce que son imágenes suyas (se especuló que era otra persona), pero también aclara que esas imágenes han sido manipuladas e incluyen frases sacadas de contexto.
También habló del médico Ifrán Martínez, que lo atendió en el Calixto y con el que asegura haber entablado una amistad "hasta que se demuestre lo contrario". Este facultativo fue el que le facilitó cerca de 12 libros que Alcántara leyó durante su encierro involuntario en el hospital. Entre ellos, "La fiesta del chivo", de Vargas Llosa.
Luis Manuel Otero sabía que todos esos libros tenían el visto bueno de la Seguridad del Estado, pero aún así, le ayudaron a olvidar que estaba encerrado en una habitación del edificio de Quemados, del Calixto García, con aire acondicionado centralizado las 24 horas (por lo que no se podía apagar o bajar) y un bombillo encendido 24x24 horas, algo que él ha denunciado como tortura.
Según comentó a este portal, en varias ocasiones pidió a la Policía política del Partido Comunista de Cuba que le apagara la luz y que lo dejar marchar a su casa, pero no se lo permitieron.
Preguntado por CiberCuba sobre si se aflojó en el Calixto, Otero Alcántara se limitó a recordar que el régimen construye una narrativa y unos la compran y otros no.
Respecto al velorio de su abuela, el artista explicó a CiberCuba que, en efecto, le propusieron ir a la casa familiar para acudir a la despedida, pero él lo rechazó porque sabía que lo llevarían vigilado y no quería someter a su familia, en ese momento delicado, a esa tensión. En todo caso, les pidió que lo dejaran en libertad para acudir, pero no aceptaron.
De momento, Otero Alcántara asegura que permanecerá unos días disfrutando de amigos y familiares a la espera de que lo metan preso. En tono jocoso, bromeó con que su familia quiere que se quede en el Cerro y no regrese a La Habana Vieja hasta que les arreglen la calle, en alusión al asfaltado de Damas 955, donde vive el líder del MSI.
Sobre las obras de arte robadas de su casa por la Policía política, Luis Manuel Otero asegura que le han dicho que se las van a devolver peor él se queda con que toda la comunidad internacional ha visto cómo entraron en su casa y se llevaron su trabajo.
Haciendo gala de humildad, Luis Manuel Otero rechazó que la idea de que lo traten como a un héroe o un mártir. "No soy un santo. Yo soy un negrito del Cerro", recalcó.
Su estancia en el Calixto le demostró que en Cuba no hay legalidad ni lógicas que le inviten a pensar que su vida no corre peligro. Por eso, cuando sale a la calle, asegura que se encomienda a Dios. "En esta realidad ficción cualquier cosa puede pasar. Pero estoy vivo", concluyó.
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