Cuba silenció la muerte del General de División (r) Germán Barreiro Caramés -pseudo Luis- en ese afán raulista de borrar el Ministerio del Interior (Minint) anterior al verano de 1989, cuando Raúl Castro Ruz alcanzó su caro y viejo sueño de apoderarse del feudo más influyente del poder en Cuba, a costa de destruirlo y silenciar sus éxitos operativos.
Cualquier general, coronel o combatiente del Segundo Frente Oriental Frank País que fallece, aunque sea por coronavirus, merece un obituario en Granma, pero Barreiro fue relegado a la web del Minint, que no lee casi nadie y con menor impacto simbólico que los medios de comunicación más conocidos.
La omisión de la muerte por cáncer fulminante, nada de prolongada y penosa enfermedad, de Barreiro, forma parte de una estrategia raulista de reescritura de la nación que glorifique a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y menoscabe al Ministerio del Interior que contribuyó decisivamente a preservar el poder de los Castro Ruz, bajo la conducción de Ramiro Valdés Menéndez, el utilitis de Fidel y adversario histórico de Raúl.
A la gestión de Barreiro se deben un acuerdo de colaboración con el entonces CESID de España, inédito entre servicios de seguridad de un gobierno totalitario y otro democrático, y la extensión de la penetración de la Inteligencia cubana en Estados Unidos, Europa y organizaciones multilaterales como Naciones Unidas, la FAO, UNESCO, OMS y OPS, entre otras, además de partidos políticos, empresas y asociaciones profesionales de empresarios y periodistas de naciones democráticas.
Luis tuvo cuidado y habilidad para no estropear el trabajo operativo de su antecesor José Joaquín Méndez Cominches, hombre cercano a Raúl Castro, que luego no tuvo piedad con el legado de Barreiro, tolerando que Jesús Bermúdez Cutiño y su segundo José Hernández Barbán liquidaran a la eficaz DGI y lapidaran a la mayoría de jefes y oficiales para gozo de los aparatos de Inteligencia y Contrainteligencia norteamericanos y de otros países con intereses en Cuba.
Barreiro generó polémica interna con el reemplazó del General de Brigada Orlando Prendes (Oberto), segundo jefe de la DGI, hasta su llegada, y responsable de los reclutamientos más exitosos de la Inteligencia cubana en Estados Unidos por Armando López Orta (Arquímides), que había sido compañero de Luis en la Contrainteligencia, donde el fallecido entró muy joven y realizó una carrera de éxitos operativos, como recuerdan algunos de los entonces agentes, entrenados y dirigidos por Luis, aunque algunos eran mayores que su jefe.
Menuda diferencia entre las capacidades operativas de Barreiro Caramés y Bermúdez Cutiño; entre Oberto o Arquímides y Hernández Barbán, como quedó plasmado en el libro Nadie me lo contó... de Edgerton Ivor Levy.
Una vez instalado en su nuevo puesto, que incluía despachos directos con Fidel Castro sobre los asuntos de Inteligencia más sensibles y prioritarios para el Comandante en Jefe, Barreiró ordenó construir la planta número 15 del edificio de Línea y A (Vedado), donde habilitó su despacho y un gimnasio con todos los hierros; hasta entonces, la edificación tenía 14 pisos, pero la planta 13 no se usaba, en una singular muestra de superstición verde oliva.
Sus Ladas color Azul ministro, mimados por un mecánico exclusivo, solo eran Made in URSS en sus carrocerías, los motores y cajas 5ta. eran FIAT, rodaban con neumáticos y llantas cómicas, tenían timones de madera, modelos Sport y estaban coronados por tres antenas; como establecía la liturgia revolucionaria de la época, que incluía la jodedera casi diaria entre choferes y personal de la DGI con el Palito de las siete.
El todopoderoso jefe de la Dirección General de Inteligencia había conquistado a una novia, que vivía en un edificio de la misma calle Línea, en las inmediaciones de la OSPAAL y el restaurante El Jardín, y a las 19:00 horas, Barreiro se montaba en su carro y manejaba hasta el nidito de amor, donde quedaba custodiado discretamente por su chófer y escoltas, que llegaban poco después, para evitar el lógico aspaviento de Ladas cómicos en aquella Habana de Ikarus ruidosas y humeantes Made in CAME.
Pese a que la Inteligencia no tenía relación alguna con actividades de narcotráfico detectadas por Estados Unidos entre 1987 y 1989, Germán Barreiro Caramés fue apartado de toda responsabilidad en el Ministerio del Interior, como parte de la limpieza de jefes y oficiales ordenada por Raúl Castro, prescindiendo del mejor capital operativo cubano del siglo XX, como ocurrió en el gobierno y el partido comunista, inundado de raulistas, que primero marginaron a fidelistas, pero era solo el primer acto, luego vendría la sustitución de jefes y oficiales históricos, con méritos de la Sierra Maestra, el clandestinaje y África por cadetes y camilitos que todo lo que tienen se lo deben al compañero ministro.
El caprichoso azar quiso que Luis muriera casi a los 32 años de las detenciones de Arnaldo Ochoa Sánchez, Antonio de la Guardia Font y sus lugartenientes, fusilados un mes después, tras el proceso saturniano que estremeció a Cuba, en el verano de 1989, y demostró que en la dinastía Castro Ruz ni siquiera José Abrantes Fernández, el más fiel escudero de Fidel estaba a salvo. En definitiva, revolución es cambiar todo lo que deba ser cambiado, menos al Uno y al Dos...
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