Francia es el equipo con más estrellas (Mbappé, Benzema, Griezmann, Kante, Pogba...) en toda la Eurocopa. Hungría, un equipo modesto hasta los tuétanos, con un solo jugador que interviene en las principales ligas europeas.
Francia es el actual campeón del mundo. Hungría carece de poderío universal desde los hoy lejanos tiempos del ballet magyar de Puskas, Kocsis y Czibor.
Francia partió de favorito para ganar el peliagudo grupo F de la Euro. Hungría, en todos los pronósticos, cargó con la etiqueta de corderito manso para la cena de los lobos.
Pero el fútbol es más grande que todos los contrastes, y por eso era absolutamente cierto que, al arrancar el complemento, los húngaros iban ganándole a Les Bleus. Habían perdido a su mejor figura, el capitán Szalai que juega en Alemania, y pese a ello lograron asestarle una estocada a una escuadra con el arco imbatido en cinco encuentros sucesivos.
Ocurrió en el descuento de la primera parte y el honor le correspondió a un veterano defensor, Attila Fiola, quien se internó por el costado izquierdo, superó a Rapha Varane y disparó con la diestra al poste más cercano. ¡Gol!, y el estadio de Budapest devino un solo grito.
Tanta euforia desató la anotación, que Fiola y sus compañeros salieron a celebrar en las inmediaciones de la grada, y el autor de la diana destrozó el puesto de trabajo de una periodista ubicada en esa zona.
Tras el descanso, los galos siguieron sin encontrar el tono. A la hora de partido, ya con el susto en el cuerpo, Didier Deschamps le dio entrada a Dembelé, y el Mosquito enseguida reventó un tiro contra el poste. Pero la igualada no llegaba y, peor aún, de vez en cuando Hungría amenazaba. O el mundo estaba patas arriba, o lo que se vivía era la confirmación de que el suelo magyar se le hace muy áspero a Francia, que únicamente había ganado uno de ocho juegos en aquel escenario.
No obstante, justo cuando más ínfulas tenían los anfitriones, llegó la paridad. Una incomunicación de la zaga propició que el centro de Mpabbé carenara en las botas de Griezmann, y este no perdonó. Minuto 66 y juego nuevo.
En adelante fue un infierno, y daba la sensación de que los húngaros volverían a morir en la orilla como ante Portugal, que los goleó tras una resistencia de 84 minutos. Esta vez no.
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