España y Europa no se juegan nada en Cuba, excepto su complejo antiyanqui

Cuba es un mercado cautivo, donde el poder reparte el pastel entre empresarios deseosos de controlar un sector de forma monopólica, aunque para ello deban mimar al Cangrejo y a su papá, que no fueron nada hasta que Fidel Castro cedió el poder a su hermano Raúl, de cuya vida depende la suerte de ambos, porque han sido pródigos en generar inamistades en todos los ámbitos, con soberbia y desplantes a mansalva.

Canciller cubano Bruno Rodriguez y otros funcionarios durante diálogo con representantes de la Unión Europea © CubaMinrex
Canciller cubano Bruno Rodriguez y otros funcionarios durante diálogo con representantes de la Unión Europea Foto © CubaMinrex

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Este artículo es de hace 3 años

Un fantasma recorre el mundo: España y Europa se juegan mucho en Cuba, una mentira que -a fuerza de ser repetida para regocijo de la casta verde oliva y enguayaberada, jubilosa por las diferencias que suscita entre Bruselas y Washington- forma parte del catálogo gobbeliano que rodea a la isla.

La mayoría de empresas españolas en Cuba -con excepción de Meliá e Iberostar- son pequeñas y medianas, acordes a la preferencia castrista por los timbiriches e intermediarios que nunca supongan cambios estructurales; a cambio, desembarcan en la isla con soportes de dinero público de España, vía créditos ICO, ICEX y otras entidades financieras; cobran tarde, pero con multas de entre un 35 y 40% y, mientras, van engordando una cartera de comercio para revenderla a empresarios norteamericanos y cubanosamericanos, una hora más tarde que la de los mameyes.


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La excepcionalidad de Meliá e Iberostar es que entre ambas casi controlan el 75% de las camas turísticas de Cuba y cobran por adelantado, siendo La Habana su rehén y no al revés, como quedó demostrado con la devolución de la gestión de tres hoteles en Cayo Guillermo a Gaviota, S.A; sin que La Habana tomara represalias, como ha hecho con otras empresas renuentes a seguir bailando el Merengue apambichao.

Otra excepción fue Aguas de Barcelona que, al atender la petición oficial de gestionar el agua de La Habana, impuso un Contrato de titulación para cobrar de las tasas de pasajes aéreos y de la recaudación de las Duty Free de los principales aeropuertos cubanos; el resto ha entrado por el aro de fuego del circo estatal.

Como parte de la simulación; los empresarios españoles fingen lealtad política, contribuyen a financiar actividades oficiales como las campañas por el regreso de Elián González y los 5 espías y la cerveza de los carnavales, entre otras concesiones, que luego meten en las facturas a cobrar, amasando notables fortunas con la escasez impuesta a los cubanos y felices por formar parte de esa subguara que corteja a Luis Alberto Rodríguez López-Calleja y sus empleados, como si fueran decentes, pero de quienes copian estilo y discursos.

Cuba es un mercado cautivo, donde el poder reparte el pastel entre empresarios deseosos de controlar un sector de forma monopólica, aunque para ello deban mimar al Cangrejo y a su papá, que no fueron nada hasta que Fidel Castro cedió el poder a su hermano Raúl, de cuya vida depende la suerte de ambos, porque han sido pródigos en generar inamistades en todos los ámbitos, con soberbia y desplantes a mansalva.

El cinismo empresarial se ha visto reforzado por el izquierdismo infantil de algunos miembros del gobierno español de coalición, que tuvo la virtud de no tragar con el desembarco de brigadas médicas en Cataluña y Valencia, como pedía una campaña promovida por agentes de influencia tardocastrista en España; pero siendo hijos políticos de mayo de 1968 y huérfanos del Muro de Berlín, se afanan en reescribir la historia y en pretender mostrar que la vanguardia política pasa por comulgar con dictaduras como las de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Para más inri, la casta verde oliva y enguayaberada no se fía de las socialdemocracias española y europea, ni de los eurocomunistas; mientras aprovecha las ventajas de los programas de becas europeos para formar a sus cachorros; pero sabiendo que solo un gobierno norteamericano puede garantizarles inmunidad parcial, en caso de una salida pactada como parte de una transición pacífica a la democracia.

Cuba está más cerca sentimental y económicamente de Betty Boop y el Pájaro Loco que de Tintín y Mortadelo y Filemón porque conoció la modernidad de la mano de la presencia norteamericana en la isla, donde el castrismo reforzó su legitimidad aparentando que la solución de sus males pasa por una solución al conflicto con Estados Unidos; y como demuestra el uso dado por la mayoría de cubanos beneficiados por la Ley de Memoria Histórica, a sus pasaportes españoles: Entrar a Miami sin visado, permanecer tres meses trabajando por la izquierda y vuelta a Cuba con dólares y pacotilla o hacer de mulas de ida y vuelta e Panamá, Ecuador, Guyana y Haití u otras playas sin Oficoda.

La deuda que mantiene el gobierno cubano con el Club de París y España, tras las condonaciones promovidas por el deshielo Obama, son fruto de la incapacidad comunista de cumplir sus compromisos y, al mismo tiempo, de la irresponsabilidad de acreedores, contaminados políticamente, creyendo que apaciguando a la dictadura más antigua de Occidente van a conseguir cambios sustanciales.

El tardocastrismo está en default y vive creyendo que sus actos no tienen consecuencias, como ocurrió durante muchos años con administraciones de Europa y Estados Unidos; si alguien aun duda de la naturaleza mentirosa y tacticista de La Habana, solo debe releer la bofetada suicida a Obama y la más reciente negativa a abrir canales humanitarios desde el Viejo Continente y Miami, en medio de una grave crisis política, sanitaria y económica.

Solo cuando el tardocastrismo sintió el peligro mortal con la sublevación del 11J, intentó apropiarse de una iniciativa de parte de la oposición y el Observatorio Cubano de Derechos Humanos para abrir canales humanitarios con la libre importación de comida, medicamentos y aseo; tres de los grandes fracasos de la revolución.

Europa, con España a la cabeza, puede ser un aliado formidable de la democratización cubana, pero debe modificar su actitud de acomplejada geopolítica ante Estados Unidos, que también es una forma de subordinación, y apoyar a la oposición y a los cubanos que sufren en toda la isla; mientras Bruselas y Madrid no acometan un cambio cualitativo en su política hacia La Habana, seguirá viviendo en la esquizofrenia de repudiar en privado una dictadura cruel, pero evitando lastimar a quienes han herido de muerte a Cuba, con polémicas absurdas como el juego de palabras sobre dictadura o no democracia.

Quienes se juegan todo en Cuba son los cubanos, el resto tendrá que elegir si sigue apostando a caballo fallido o arriesga e identifica a interlocutores válidos de todo el arco político insular y emigrado para ponerse al lado de los cubanos que sufren y lloran; mientras empresarios y embajadores, como el relevado europeo en La Habana, siguen alimentando la mentira de que alinearse con una democracia aliada como Estados Unidos, implicaría perder lo que nunca han tenido ni tendrán en la isla, donde los pobres los odian por cómplices de los culpables de su desgracia y el poder los vigila para someterlos en caso de necesidad con chantajes fílmicos y sonoros por supuestas conductas impropias.

España acaba de cometer una pifia costosa con la chapucera traída a España, sin el consentimiento de Marruecos -socio de Estados Unidos, del enfermo dirigente POLISARIO; pero europeos y españoles de izquierda sentimental e insensata, continúan apostando por Palestina en vez de Israel, cuando el terror islámico y los flujos migratorios desde el norte de África son nuevos bárbaros sitiando a la decadente Roma.

Europa, incluidos el Vaticano y el Club de París, se subordinaron a Barck Obama durante su apuesta por Cuba; como para que ahora aparezca José Borrell fingiendo dignidad y arremetiendo contra Donald Trump, que solo cometió un error estratégico con La Habana, haber reducido al mínimo la embajada norteamericana en el malecón, cuando los cubanos más la necesitaban y necesitan porque ya saben que la CIA es menos mala que el Palacio de la Revolución.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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