Estos 30 minutos de la directa de la curadora de arte y activista cubana Carolina Barrero, acosada de manera vergonzosa por esbirros de la Seguridad del Estado en su casa en La Habana, no pueden ser más reveladores de la tragedia que atraviesa Cuba en estos días cruciales.
La escena se ha repetido por varios días. El desgaste emocional por el estado de sitio es la clave de esta macabra estrategia represiva. En los bajos de su balcón el agente Ramón grita, desafía desde la impunidad. Dice que si ella quiere datos de su conexión con ETECSA tiene que bajar a hablar con él. Desde el 11 de julio, de noche o madrugada está plantado allí para vigilar e intimidar. El agente Ramón es el espejo de la degeneración de un régimen que hace metástasis, pero que está dispuesto a las peores bajezas antes de su caída definitiva.
El incidente trajo como un golpe a mi memoria la película Hay unos tipos abajo (1985), de Rafael Filippelli, con Luis Brandoni, Emilio Alfaro y Marta Bianchi. El filme recrea los días oscuros de la dictadura argentina y es un retrato del terror generado por un grupo de misteriosos hombres parados en la puerta de un edificio, bajo condiciones de impunidad estatal.
Las dictaduras repiten lo mismo. Es inevitable para que duren.
No conozco a Carolina Barrero. Su nombre comenzó a hacer presencia pública a partir de sus recientes acciones y reflexiones que me han despertado admiración y respeto por su lucidez intelectual y su firmeza frente a los desmanes del poder. Pero esta madrugada del 24 de julio Carolina Barrero ha dado una lección de dignidad, valor y compromiso con un futuro distinto para Cuba.
Episodios como este son el termómetro para medir la impotencia y la desesperación que un gobierno que agoniza y que no tiene nada más que ofrecer que retórica y represión. Que una ciudadana cubana, intelectual capaz y en plenitud de facultades para aportar a su cultura y a su país, tenga que enfrentar semejantes humillaciones, es un indicador que algo está definitivamente perdido -y podrido- entre los llamados "revolucionarios", que no lo son, y han terminado como vulgares gendarmes del más rancio conservadurismo y de la negación de valores fundacionales de la nación cubana.
Sería bueno que el mediador Silvio Rodríguez lo viera para comprender de una vez que hay diálogos imposibles y males incorregibles.
Gracias, Carolina, por tu entereza ante la infamia más descarnada. Estamos contigo.
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