Madrid, símbolo de hospitalidad y democracia, acogió a un significativo grupo de emigrados que inundó la céntrica Gran Vía con gritos de ¡Patria y Vida!, con tal fuerza como para que se oyera en Cuba, donde muchos han dicho basta y gritan ¡Libertad!, para admiración del mundo y asombro de los residuales partidarios del castrismo.
Parecía difícil, pero se hizo realidad: centenares de personas salieron a las calles de la capital española a defender el soberano derecho a la protesta que el gobierno castrista arrebató al pueblo hace seis décadas.
Desde la estatua de La Cibeles, madre de los dioses del Olimpo y símbolo de la tierra y la fecundidad, hasta Callao y de ahí a la Plaza del Sol, cientos de banderas cubanas ondearon como si la ciudad fuera la Cuba liberada que muchos desean.
El mensaje no pudo ser más claro, porque el cubano emigrado ha madurado políticamente, entendiendo que las heridas de la patria necesitan una solución colectiva, incluida la crítica a la dictadura que los desprecia y chantajea con tasas consulares y aduaneras abusivas y el tratamiento de rehén a sus familiares y amigos en la isla.
Protestar democráticamente ya no es malo ni está prohibido, evidenciado en la liberación experimentada por muchos cubanos emigrados, hasta fechas recientes dudosos ante el terror castrista de que Cuba era solo para sus partidarios.
Muchos exiliados se dieron cuenta que no sirve de nada escapar del régimen y vivir con la cabeza bajo tierra y de espaldas a una realidad que condiciona su afectividad y economía .
Todavía hay algunos que disimulan su simpatía con el régimen por temor a no ver más a la familia, quedarse atrapados la isla-cárcel o perder negocios e inversiones, pero cada segundo que pasa son más los que despiertan y se cansan de seguir mudos, mientras sostienen con remesas y recargas a una dictadura que manipula los sentimientos para atar a los emigrados a esa maquinaria totalitaria y verde olivo que necesita divisas extranjeras para sobrevivir porque no es capaz de producir ni raspadura de caña.
El despertar de los cubanos que viven fuera de la isla, ha sido gradual y llegó como reflejo del 11J y por hartazgo ante el pospuesto paraíso anunciado hace seis décadas, que han sido infierno plagado de consignas y dolientes.
La mirada acusadora y cuestionadora de la comunidad internacional pesa sobre militares (uniformados o vestidos de civil) golpeando con palos y amenazando con pistolas a aquellos que se atrevieron a gritar Libertad, sin importarles que la sangre de otros cubanos manchara el suelo patrio.
Los gobernantes cubanos deben estar nerviosos porque saben que cada protesta que ocurra en el mundo acorrala aun mas a la dictadura, temerosa ante la proximidad del fin del poder que creyeron eterno.
Voceros castristas tratan de confundir a aquellos cubanos sin acceso a los medios independientes y que no tienen más remedio que ver el noticiero, escuchar los boletines informativos de la radio o leer el Granma, justo antes de usarlo como papel higiénico, porque no tienen acceso al Internet más caro y lento del mundo.
El hombre nuevo es ese que domina el lenguaje del barrio y lo convierte en consigna, que ya no cree en los discursos que repite hasta el cansancio el oficialismo y mucho menos culpa al embargo norteamericano de la crisis que vive Cuba.
Ese hombre del siglo XXI cubano sabe que el país está mal por culpa de un señor canoso y con barba que un día decidió apoderarse de toda una nación y usar a su gente como entretenimiento personal.
Los “pinos nuevos” que crecen en la revolución socialista no temen en ofender a Díaz-Canel o gritarle asesino a Ramiro Valdés, porque no son parte de ese grupo que soñó un día con una sociedad más justa y equitativa gracias al comunismo que llegó desde la Unión Soviética, un reino de terror y simulación.
No se sabe cuánto tiempo durará esta lucha por la libertad de Cuba, pero el 11J marcó un antes y un después, y esos que dentro de la isla salieron valientemente a protestar de manera pacífica por sus derechos saben que no están solos y que justo ahora una comunidad de más de dos millones de exiliados, desperdigada por casi todo el mundo, está mas dispuesta que nunca a impulsar en Cuba la libertad y prosperidad que disfrutan en tierra ajena.
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