Fidel Castro y el 9-11: Mentiras e inconsistencias sobre la tragedia que cambió al mundo

El suceso puso en evidencia que la cacareada capacidad política de Castro para adelantar y prever las consecuencias de hechos trascendentales, estaba en pleno declive.

11 septiembre, 11 AM, Sutton Place South, Manhattan (2001) © José A. Figueroa
11 septiembre, 11 AM, Sutton Place South, Manhattan (2001) Foto © José A. Figueroa

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Este artículo es de hace 3 años

¿Tuvo una visión clara el gobernante Fidel Castro del alcance de la tragedia del 9/11 en los momentos que siguieron al impacto de los aviones contra las Torres Gemelas del World Trade Center (WTC)?

En realidad, el suceso puso en evidencia que la cacareada capacidad política de Castro para adelantar y prever las consecuencias de hechos trascendentales, estaba en pleno declive. Comenzaban ya los episodios de pérdida de memoria, el desmayo en el Cotorro y la posterior caída en Santa Clara, previos al accidente intestinal que lo sacaría formalmente del poder en 2006.


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Al reflexionar sobre la tragedia del martes 11 de septiembre de 2001, el gobernante cubano Fidel Castro dio crédito a las especulaciones del periodista y activista político francés Thierry Meyssan en su libro La gran impostura (Editorial Carnot, 2002).

Según Castro:

  • “Analizando el impacto de aviones similares al proyectado contra las Torres [Gemelas], caídos por accidente en ciudades densamente pobladas, se concluye que ningún avión se estrelló sobre el Pentágono (…) Tampoco aparece pasajero alguno que allí pereciera. Nadie en el mundo tenía dudas sobre las noticias recibidas de un ataque al edificio del Pentágono. Fuimos engañados al igual que los habitantes del resto del planeta”.
  • “En los sótanos de esas torres (…) había depositadas alrededor de 200 toneladas de barras de oro. La orden era disparar a muerte contra todo el que intentara penetrar hasta el oro. Los cálculos sobre estructuras de acero, impactos de avión, cajas negras encontradas y lo que estas revelaban, no se ajustan a los criterios de matemáticos, sismólogos, especialistas en información y especialistas en demolición”.

Castro remachó con que “se conoce que hubo desinformación deliberada [y] posiblemente nunca se conozca lo que verdaderamente ocurrió”.

En la agenda de Castro

El 11 de septiembre de 2001, pasadas las seis de la tarde, Castro largó un discurso en la Ciudad Deportiva ante casi 15,000 estudiantes y graduados universitarios con motivo de la transfiguración de la Escuela Formadora de Maestros Salvador Allende en Escuela Pedagógica Presidente Salvador Allende.

El nombre hace la cosa si la cosa hace al nombre. En lo adelante, los maestros de primaria se formarían “con métodos nuevos y probados [a través de] “estudios superiores”.

Al respecto de los ataques terroristas, Castro espetó a la audiencia su noción del derecho a la información: “Quisimos que nuestro pueblo viera las escenas y contemplara la tragedia”. Asimismo, adelantó la Declaración Oficial del Gobierno de Cuba que saldría poco después en el Noticiero Nacional de Televisión (NTV).

Al compás de que cada crisis hay que aprovecharla, Castro expresó su “total disposición a cooperar, en la medida de sus modestas posibilidades, con las instituciones sanitarias y con cualquier otra institución de carácter médico o humanitario [de Estados Unidos] en la atención, cuidado y rehabilitación de las víctimas ocasionadas por los hechos ocurridos en la mañana de hoy".

Así dejó plantada la semilla que germinaría hacia septiembre de 2005 al ofrecer de nuevo ayuda médica a Estados Unidos en la estela del huracán Katrina. Castro bautizó al contingente de médicos movilizados a tal efecto como Brigada Henry Reeve, en honor del joven brigadier de origen estadounidense [Brooklyn, 4 de abril de 1850] del Ejército Libertador de Cuba, quien se pegó un tiro en la sien [Yaguaramas, 4 de agosto de 1876] para no ser capturado por los españoles.

Solo que la Casa Blanca declinó el ofrecimiento y esta brigada, con su pomposa denominación oficial de Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias, se estrenó ese mismo año en Angola y al cierre del pasado año actuaba en más de 50 países.

Bola de trapo de Meyssan

Castro se hizo eco de la versión de Meyssan tal como hicieron al pasar a retiro, por ejemplo, el general Leonid Ivashov, quien el 11 de septiembre de 2001 fungía como Jefe de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, y hasta un alto funcionario de la primera administración Bush, Morgan Reynolds, economista principal de la Secretaría del Trabajo, así como innumerables medios, entre ellos El País, que elogió el libro de Meyssan, y El Mundo, que publicó la versión en español.

Aparte de que Osama Bin Laden pregonó por video que había planificado y ordenado los ataques, y de que Sheikh Mohammed confesó haber escogido los blancos y organizado la infiltración en Estados Unidos de los terroristas actuantes, los hechos distan mucho de confirmar las hipótesis de Meyssan:

  • Pasajeros del Vuelo 77 de American Airlines hicieron llamadas telefónicas para informar que su avión había sido secuestrado. Muchos testigos vieron un avión impactar varios postes de luz en la carretera antes de estrellarse contra el Pentágono. Los restos de pasajeros y tripulación de aquel vuelo fueron fotografiados y recuperados en el lugar del accidente. Los daños al edificio del Pentágono, de hormigón armado y con ventanas resistentes a explosiones, son consistentes con el impacto de un avión comercial, que tiene solo el piso, el tren de rodaje y el motor como núcleos particularmente sólidos.
  • Planificar implosiones en las Torres Gemelas del WTC hubiera requerido meses de preparación en secreto para colocar cargas y cordones de detonación en las columnas de soporte. El Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) demostró que el colapso se inició en los pisos incendiados, con exclusión de cualquier otro lugar, tras el impacto de los aviones comerciales del Vuelo 11 de American Airlines contra la torre norte y del Vuelo 175 de United Airlines contra la torre sur. En ambos casos el colapso sobrevino por los daños del impacto en el lapso que tardó el incendio en alcanzar lugares críticos para debilitar las estructuras hasta el punto de que las torres no pudieron resistir el movimiento descendente de la sección superior.

Inconsistencias de Castro

A contrahílo de su coqueteo con las hipótesis de Meyssan, Castro trajo a colación la tesis probada de que los ataques se efectuaron con cuatro aviones comerciales secuestrados (la aeronave del Vuelo 93 de United Airlines se estrelló en terreno yermo cerca de Shanksville, Pensilvania), para soltar: “Cuba es el país que más tranquilo está en el mundo” y distorsionar el contexto histórico con que “los secuestros aéreos, método inventado contra Cuba, se convirtieron en una plaga universal, y fue Cuba la que al fin y al cabo resolvió ese problema”.

Los secuestros aéreos no se inventaron como método contra Cuba. El primero data de la primavera de 1919: un aristócrata húngaro de cuyo nombre nadie querría acordarse [Franz Nopcsa von Felső-Szilvás] se llevó a punta de pistola un avión del aeropuerto de Budapest para escapar a Viena y zafarse así de la fugaz República Soviética de Hungría.

Aunque ha sido reportado como “el primer secuestro aéreo de Fidel Castro”, el trágico incidente del Vuelo 495 (Miami-Varadero) —desviado el 1 de noviembre de 1958 para terminar cayendo en la Bahía de Nipe con saldo de 17 muertos— aconteció después del secuestro de un DC-3 de Cubana de Aviación (Vuelo 266), el 22 de octubre de 1958, por militantes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), quienes obligaron al aterrizaje forzoso en pista del II Frente Oriental Frank País, comandado por Raúl Castro.

Luego de la tragedia en la Bahía Nipe, el MR-26-7 secuestró otro DC-3 de Cubana de Aviación (Vuelo 482), el 6 de noviembre de 1958, para llevarlo a zona rebelde.

Tampoco Cuba resolvió el problema de los secuestros aéreos, que antes de la tragedia del 9-11 sumaron a escala mundial 167 (1961-70), 307 (1971-80), 246 (1981-90) y 159 (1990-2001). Frenarlos un tanto trajo su causa directa de tratados multilaterales como el Convenio de Tokio (1963) sobre Infracciones y otros Actos Cometidos a Bordo de Aeronaves, el Convenio de La Haya (1970) para Represión del Apoderamiento Ilícito de Aeronaves y el Convenio de Montreal (1971) para Represión de Actos Ilícitos Contra la Seguridad de la Aviación Civil Internacional.

Tras entrar en vigor este último, la tensa situación de los secuestros aéreos relacionados con petición de asilo en Cuba: 22 (1968), 51 (1969), 44 (1970) y 20 (1971), se alivió con tan solo 6 (1972) y 2 (1973) secuestros. El Memorándum de Entendimiento entre Estados Unidos y Cuba sobre Secuestros Aéreos y Marítimos y Otros Delitos (1974) propició que este año sobreviniera un solo secuestro.

Sin embargo, en reciprocidad al respaldo incondicional que Hebe de Bonafini, cofundadora de la asociación argentina Madres de Plaza de Mayo, daba a Cuba en el diferendo con Estados Unidos, Castro guardó silencio y siguió como si nada luego de que Bonafini elogiara públicamente a quienes “declararon la guerra con sus cuerpos, manejando un avión para estrellarse y hacer mierda al poder más grande del mundo. Brindé por mis hijos, brindé por tantos muertos, contra el bloqueo…”

Otra marcada inconsistencia de Castro estribó en sostener que “Al Qaeda era una creación del gobierno [estadounidense como] justificación para la guerra contra los talibanes en Afganistán y uno de los motivos (…) para la posterior invasión y ocupación de Iraq”, así como que “las relaciones entre la CIA y el jefe del ‘grupo árabe’, Bin Laden, se mantuvieron hasta el mismo día en que se produjo el ataque a las Torres Gemelas”.

Al ser ultimado Osama Bin Laden el 2 de mayo de 2011 en Abbottabad (Pakistán), Castro autorizó a informar que había muerto “un guerrero”, aunque “superado por la historia”, y que su caída permitía a Obama “levantar su alicaída imagen y desviar la atención (…) de otros temas candentes”.

Genio y figura. No se podía esperar otra cosa de Fidel Castro en su retirada.

LA IMAGEN QUE ILUSTRA ESTE ARTÍCULO: 11 septiembre, 11 AM, Sutton Place South, Manhattan (2001) Fotografía de José A. Figueroa © Estudio Figueroa-Vives, La Habana. El 10 de septiembre de 2001, Figueroa visitó la exposición Shifting Tides: Cuban Photography After the Revolution (Grey Art Gallery, Universidad de Nueva York). Del 11 al 15 caminaría por las calles para dejar constancia fotográfica de que, por primera vez en la historia, Nueva York podía mostrarse como ciudad vacía.

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Arnaldo M. Fernández

Abogado y periodista cubano. Miembro del grupo Cuba Demanda en Miami.


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