El 11 y 12 de julio, más de 187.000 ciudadanos protestaron pacíficamente en toda la isla para exigir libertad y democracia en Cuba.
Si nosotros, como canadienses, somos amigos del pueblo cubano, entonces deberíamos escuchar sus voces. Es hora de que Canadá lidere una iniciativa internacional para condenar públicamente y tomar medidas contra las graves violaciones de derechos humanos perpetradas por el régimen cubano contra manifestantes pacíficos.
Es inaceptable que el gobierno de Trudeau no haya asumido una posición firme frente ante las detenciones arbitrarias, la terrible vigilancia policial, la tortura y el encarcelamiento por motivos políticos perpetrados contra artistas disidentes, periodistas y activistas en Cuba.
En 2016, un año después de asumir el cargo, Justin Trudeau dijo que reafirmaba «nuestro compromiso -como individuos y como país- con la protección y promoción de los derechos humanos en todo el mundo».
Sin embargo, la trayectoria del gobierno de Trudeau no se ha correspondido con su retórica. Canadá debe estar a la altura de este momento histórico y repensar su política exterior hacia Cuba, entendiendo que los cubanos merecen vivir en democracia.
Recientemente me reuní en el Parlamento con un grupo de cubano-canadienses. Me expresaron la necesidad de un cambio urgente en la política exterior canadiense porque el turismo y las inversiones canadienses están ayudando a apuntalar el estado unipartidista de Cuba, así como a todo el aparato represivo.
Sus puntos de vista me permitieron comprender mejor el papel que debería desempeñar Canadá en un momento en que el pueblo cubano exige vivir en libertad y democracia. Durante nuestros intercambios me hicieron una pregunta digna de reflexión: «Si supieras que tus vacaciones en Cuba están ayudando a fortalecer el sistema que persigue y envía a la cárcel a artistas y periodistas inocentes, ¿viajarías a Cuba de todos modos»?
Canadá, principal fuente de turismo e inversionista clave en la isla, debería reflexionar sobre cómo está contribuyendo a fortalecer el régimen cubano. Los canadienses deben ser conscientes de que no hay forma posible de gastar o invertir dinero en Cuba sin enriquecer y sostener al gobierno cubano.
El ejército cubano, a través de su holding GAESA, controla una parte importante de la economía turística cubana: hoteles, instituciones financieras, empresas de importación / exportación, transporte y más. Según Bloomberg, se estima que en 2015 GAESA dominaba entre el 50% y el 80% de los ingresos comerciales en Cuba.
Al contrario de lo que afirma el régimen cubano, el dinero que los canadienses gastan en Cuba no contribuye a mejorar la vida de los cubanos, sino que financia la represión del régimen.
Global Fire Power afirma que Cuba tiene la sexta fuerza paramilitar más grande del mundo, que se moviliza para vigilar y reprimir a activistas de derechos humanos, periodistas, artistas y críticos. Mientras tanto, un médico en la isla con dos especialidades gana $310 CAD mensuales, un salario mucho más bajo que los $357 CAD mensuales que gana un suboficial correccional sin educación media superior.
Más aun, los ingresos del turismo de Cuba se invierten de manera desproporcionada en negocios y en la construcción hoteles, no en educación, salud pública o programas de asistencia social.
Mientras los militares cubanos planean invertir en la construcción de 90.000 habitaciones de hotel para 2030, la gente sufre carencia de alimentos, medicamentos y oxígeno en los hospitales, y Cuba atraviesa la peor ola de COVID-19 hasta la fecha.
Al mismo tiempo, la gente sufre la falta de ambulancias, supuestamente por falta de combustible; sin embargo, el régimen cuenta con amplios recursos para movilizar a sus fuerzas paramilitares en caravanas de camiones, camionetas y autobuses, usados en los arrestos arbitrarios de miles de manifestantes pacíficos tras las protestas del 11 de julio.
Teniendo en cuenta lo anterior, insto a los canadienses a que se pregunten por qué deberíamos gastar nuestro dinero en un país cuyo gobierno no lo usa para mejorar la vida de su gente, sino para reprimirlos y aferrarse al poder durante décadas.
Los canadienses somos conocidos en todo el mundo como defensores de los derechos humanos.
Como senador que defiende la libertad y la democracia en todo el mundo, me he comprometido a crear conciencia entre mis compatriotas sobre las implicaciones morales y éticas de gastar nuestro dinero en Cuba, que es una hermosa isla gobernada por un régimen político depredador de los derechos del pueblo.
Aquí en Canadá, los conservadores apoyan públicamente el movimiento a favor de la democracia en Cuba y condenan la brutal represión que el régimen ejerce sobre su pueblo.
Un gobierno conservador: «Apoyaría al pueblo cubano en su lucha por la democracia y la libertad que merece», como lo dice su plataforma. Entendemos que para que un movimiento democrático y pacífico triunfe en Cuba, son necesarias la solidaridad y la ayuda de Canadá. El pueblo cubano merece nuestro apoyo y creo que debemos estar preparados para brindarlo.
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