Hace 45 años, la voz metálica del copiloto gritando: ¡Eso es peor, pégate al agua, Felo, pégate al agua!, enlutó a Cuba, viviendo días trágicos y de adhesión popular masiva a Fidel Castro, que aprovechó el derribo del DC-8 para neutralizar de un plumazo a la oposición armada, quemar a un valioso agente de Inteligencia y acusar a Estados Unidos, a Luis Posada Carriles y Orlando Bosch del crimen de Barbados, que provocó 73 muertos.
Desde entonces, persisten cuatro incógnitas y una certeza:
1) ¿Por qué el gobierno cubano nunca accedió a sacar el DC-8 de las aguas poco profundas en las que cayó; rechazando ofertas del gobierno de Gran Bretaña y de la aseguradora del avión?
El reflote del avión habría servido para investigar a fondo las causas de su derribo, el lugar exacto de la explosión en el fuselaje y el tipo de explosivo utilizado, que fue dinamita comercial y no C-4, como quedó acreditado en el largo juicio, descartando la versión que pretendió establecer La Habana, desde el inicio.
En las ropas y manos de los principales acusados por el crimen, los fotógrafos venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, no se hallaron rastros de explosivo C-4, y el volumen de dinamita comercial que se necesitaba para explosionar a un cuatrirreactor de más de 57 metros de largo y más de 45 de ancho, era imposible de camuflar en una cámara fotográfica o un cinto.
Como quedó demostrado en el juicio militar, tras ser escamoteada esta prueba en el proceso civil, la explosión que derribó al avión de Cubana ocurrió en la bodega de equipajes y no en uno de sus baños; circunstancia que acreditada el explosivo fue introducido en Guyana, inicio del vuelo, dentro de una maleta alojada en la zona de carga del DC-8 y no en la cabina de pasajeros.
Lugo y Ricardo viajaron sin equipaje de bodega, solo con sus equipos fotográficos, que pasaron los controles de seguridad aeroportuarios sin ninguna incidencia y nunca tuvieron acceso al departamento de maletas del avión de Cubana de Aviación, pero la jueza venezolana Delia Esteva obvió esas pruebas periciales, sosteniendo las acusaciones contra Posada Carriles y Bosch Ávila.
2) ¿Cómo es posible que, teniendo la Inteligencia cubana penetrados a todos los grupos opositores del exilio, incluidos los violentos como Alpha 66 y Omega 7, ninguno de sus numerosos infiltrados y los oficiales de la entonces sección Q-21 (Contraterrorismo) no hayan obtenido información operativa de los supuestos planes terroristas de Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila?
En este caso, no solo falló clamorosamente la Inteligencia, sino también la Contrainteligencia y su departamento de Seguridad Aérea, que meses antes abortó un intento de atentado en Jamaica contra un avión de Cubana de Aviación y sabiendo que la contrarrevolución armada había anunciado su unificación, a inicios de 1976, en el Comando de Organizaciones Contrarrevolucionarias Unidas (CORU), durante una reunión en República Dominicana, para eludir el control y la persecución de los servicios secretos norteamericanos.
El ex oficial DGI Enrique García Díaz, pseudo Walter, recuerda que la sección Q-21 tenía alrededor de 45 oficiales -casi del tamaño de un departamento- y contaban con cientos de agentes que tenían penetrados todos los grupos del exilio y que era un denominador común de la Inteligencia castrista cofinanciar autoagresiones, a través de grupos como Alfa 66, Omega 7 y otros para presentar luego a Cuba como víctima de acciones terroristas; tal y como enseñaban en la escuela soviética de Inteligencia, en Moscú.
García Díaz, que reside en Estados Unidos desde 1989, asegura no tener evidencias para acusar el régimen castrista ni a ninguna otra organización o persona del crimen de Barbados, un caso que ha estado contaminado políticamente desde su inicio, pero el principal beneficiario de ese lamentable hecho fue el régimen de Cuba, apuntó.
"Tal vez Cuba no lo organizo pero hoy dudo que no tuviera conocimiento y lo hubiera dejado correr", concluyó el ex oficial de la Dirección General de Inteligencia.
3) ¿Por qué el gobierno castrista apuntó siempre contra Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, obviando la participación en el crimen de Barbados del emigrado cubano Ricardo Morales Navarrete, alias El Mono?, que aseguró haber sido reclutado como doble agente, en Jamaica, por el entonces jefe de Centro de la DGI cubana, Ramón de la Cruz Ochoa, conocido como Mongo Quijá en los pasillos de Línea y A, donde acabó su carrera como jefe de la Sección M-Z (Ilegales), en 1979, cuando fue designado Fiscal General de la República.
El Mono, una persona valiente e inestable, fue miembro del Departamento de Investigación del Ejército Rebelde (DIER) en 1959-60, refugiándose en una embajada extranjera en La Habana y viajando posteriormente a Estados Unidos, donde se relacionó con la CIA y grupos del exilio cubano; luego persiguió a Che Guevara en el Congo, llegó a jefe de Contraespionaje de la DISIP venezolana, y acabó involucrándose en el narcotráfico en Florida.
Morales Navarrete declaró en un programa de televisión norteamericano que había participado en los planes de atentado contra el avión cubano en Barbados, desvinculando a Luis Posada Carriles y Orlando Bosch con la voladura del DC-8; pero La Habana apostó por la tesis del libro de la periodista venezolana Alicia Herrera, "Pusimos la bomba y qué".
Para reforzar la tesis castrista de la autoría de Posada Carriles, que finalmente resultó absuelto por la justicia venezolana, pero que antes se fugó de una cárcel de Caracas, el gobierno cubano ordenó su asesinato en prisión, con un plan diseñado en La Habana y dirigido por el oficial Carlos Infante Salesa, pseudo Conrado, jefe del Centro DGI en Caracas, a principios de los años 80, reveló García Díaz.
En 1991, Osmeiro Carneiro, un oficial de la Inteligencia militar venezolana, acusó a Orlando García Vázquez, comisario de la DISIP y persona de confianza del presidente Carlos Andrés Pérez; y a Lázaro Rogelio Ugarte, oficial de la policía de Venezuela, de participar en la planificación del atentado contra el DC-8 de Cubana de Aviación en Barbados; aclarando a El Nuevo Herald, que Posada Carriles y Bosch eran inocentes, aunque usados por García y Ugarte como chivos expiatorios.
La Habana siempre eludió el testimonio -bajo juramento- en un tribunal de Florida, de Ricardo El Mono Morales Navarrete, el 5 de abril de 1982, con Janet Reno, actuando como fiscal:
"-¿Qué participación tuvo usted?
- Yo fui parte de la conspiración.
-¿Qué papel específico desempeñó usted en la voladura del avión?
- Vigilar los vuelos regulares de ese avión de la fuerza área cubana y proveer los explosivos a un tercero (…)
- ¿Qué papel desempeñó el Dr. Bosch?
- Ninguno en absoluto.
- Pero usted sabe que él ha sido implicado o acusado de eso, ¿no es así?
- Oh, de hecho, yo fui quien lo arrestó (…)
- ¿Atestigua usted, señor Morales, sentado aquí y ahora, que de acuerdo con lo usted sabe, cualquiera sea la fuente, Orlando Bosch no tiene conexión directa ni indirecta con la voladura de ese avión?
Él no es culpable de eso en absoluto (…) De ninguna manera él tiene que ver con eso”.
Otras versiones apuntan a que El Mono Morales habría viajado a México con un pasaporte falso a nombre de Moisés Gutiérrez para reunirse con oficiales de la DGI castrista, que le entregaron 18.000 dólares norteamericanos y ofrecieron detalles de un plan de atentado contra un avión comercial, del que culparían a Luis Posada Carriles y Orlando Bosch para destruir su reputación y provocar su enjuiciamiento y condena a prisión.
Morales Navarrete habría identificado a los oficiales cubanos de la DGI como Ramón Cuenca Montoto y Eduardo Fuentes, y añadió que el 2 de octubre de 1976, cuatro días antes del atentado, se reunió, en el caraqueño hotel Anauco Hilton con Cuenca y Lázaro Otero,representante de Cubana de Aviación en Guyana; pero estas versiones no fueron hecha bajo juramento y no aportó pruebas que las sustenten.
El Mono -en su condición de jefe del Contraespionaje de Venezuela (sección 54)- habría ordenado a los fotógrafos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, que mantenían relaciones de amistad con Posada Carriles, que abordaran el avión hasta Barbados y tomaran fotos de diplomáticos cubanos y coreanos a bordo del DC-8, pero ambos acusados no confirmaron este extremo.
¿Se arrepintió Morales Navarrete de su jugueteos con la DGI cubana; se lo inventó todo para salvar a Posada Carriles y a Bosch, tras haber provocado la entrada en la cárcel de ambos; incluso deteniendo personalmente al segundo? Solo el lo sabe y murió de un balazo en un establecimiento de Miami, donde entró acompañado de una dama, otra de sus debilidades.
¿Quién lo mató? Orlando Torres, un detective privado contratado por Juan Cid, copropietario del restaurante-bar Rogers on the Greens, en Key Biscayne, adonde el Mono llegó con Nancy, ex esposa de de Cid, con quien todavía pleiteaba por la custodia de los hijos; en medio de la bronca, Morales Navarrete se inclinó hacía uno de sus tobillos, y Torres interpretó que desenfundaría un arma y apretó el gatillo, haciendo blanco en la cabeza del recién llegado.
Después del atentado contra el DC-8, ambos fotógrafos venezolanos fueron encarcelados como parte de la supuesta conspiración dirigida por Bosch y Posada Carriles y -paradójicamente- Hernán Ricardo, que había estado viajando con un pasaporte falso proporcionado por la DISIP, fue condenado por usar documentos falsos elaborados por la estructura secreta del propio gobierno al que servía de manera encubierta.
4) ¿Qué papel desempeñó en el crimen de Barbados el jefe de Seguridad del presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, el cubano Orlando García Vázquez, segundo jefe de la DISIP y ex compañero de gansterismo juvenil en la Unión Insurrecional Revolucionaria (UIR) de Fidel Castro Ruz?
Carlos Andrés Pérez, como muchos políticos socialdemócratas y pese a haber enfrentado como ministro del Interior del gobierno de Raúl Leoni, el terror guerrillero instigado por La Habana, incluido el frustrado desembarco de Antonio Briones Montoto por Machurrucutu; jugó a dos bandas con Cuba y Estados Unidos y formó parte de la alianza regional que hizo posible la caída de Anastasio Somoza.
García mantenía relaciones de amistad con Luis Posada Carriles, Orlando Bosch y el Mono Morales, que era uno de sus asesores, pero ignoraba los vínculos de este último con la DGI cubana, accediendo a su petición de que organizara un viaje con pasaporte falso de Bosch a Caracas, donde le entregó abundante información relacionada con un plan de atentado contra un avión cubano.
Morales Navarrete, siguiendo instrucciones de la DGI entregó a Orlando Bosch y a otras tres personas, a través de Garcia Vázquez, unos documentos relacionados con las líneas aéreas, el itinerario, un detallado mapa de los aviones cubanos y los lugares vulnerables y clase de explosivos necesarios para hacerlos explotar, siempre según su propia versión.
Poco después del atentado de Barbados, el embajador de Cuba en Venezuela, Norberto Hernández Curbelo, comunicó a un jefe de la Policía Técnica Judicial (PTJ) que Orlando Bosch Ávila y otras tres personas no identificadas tenían papeles relacionados con la voladura del DC-8 de Cubana de Aviación, circunstancia que se confirmó durante la detención de los cuatro supuestamente implicados, a los que se acusó de autores del crimen.
En 1989, Carlos Andrés Pérez invitó a Fidel Castro a su segunda toma de posesión y el presidente cubano, siempre precavido, pidió a su entonces ministro del Interior y hombre de confianza, José Abrantes Fernández, que trajera a La Habana a su viejo amigo Orlando García Vázquez, que ofreció testimonio de aquel viaje a su paisano y poeta Octavio Armand.
Nada más pisar suelo habanero, alguien musitó al oído del recién llegado; Puedes moverte libremente y ver a quien quieras, pero evita hablar de la Unión Insurreccional Revolucionaria; sugerencia a la que Orlando respondió con su humor cubano: ¿Se me pide huir de la UIR? y esa noche cenó en el Palacio de la Revolución con Fidel Castro, al que juró cuidarlo lealmente durante su visita a Caracas, si finalmente asistía a la toma de posesión de Pérez.
García cumplió su palabra y siempre anduvo cerca de Castro en Caracas, durmiendo incluso en el hotel Eurobuilding, donde se alojó la comitiva cubana; poco antes de irse a Maiquetía para volar a La Habana en su IL-62M, Fidel convocó a su viejo amigo de tiros universitarios para reverenciar su protección al estilo de los bushidos japoneses.
A un gesto de Fidel Castro, el primer anillo de la escolta se despojó de sus pistolas ametralladoras Stechkin, colocándolas sobre la cama donde había dormido el comandante en jefe y con los cañones hacia la pared. ¡Son tuyas, Orlando!, dijo el líder cubano y se despidieron quizá para siempre porque el protector ocasional murió el 24 de julio de 2005, a los 78 años, en un Hogar para Veteranos en Miami, aquejado de fibrosis pulmonar.
Curiosamente, la bibliografía oficial cubana toma distancia de Orlando García Vázquez, al que refiere como un cubano emigrado a Venezuela y vinculado con la contrarrevolución, pero nada dice de su amistad juvenil con Castro y el pacto de samurais entre ambos para garantizar la vida del entonces presidente cubano durante su estancia en Caracas.
Quemando a David
Durante la despedida de duelo multitudinaria en la Plaza de la Revolución, Fidel Castro acusó a la CIA de estar detrás del atentado al avión de Barbados y leyó varios mensajes de Langley a un supuesto agente suyo en La Habana, premiado con un reloj Rolex dedicado por Henry Kissinger, tras hacerle creer que había colocado un microtransmisor electrónico en el despacho del entonces Secretario Ejecutivo del gobierno cubano, Osmany Cienfuegos Gorriarán.
Los supuestos mensajes de Langley a su agente en Cuba, inquirían detalles sobre un probable viaje del entonces primer ministro a Angola y su posible itinerario por el continente africano; leyó Fidel Castro, revelando que el supuesto infiltrado enemigo, era en realidad un combatiente revolucionario, al que los cubanos conocieron como David, en el serial En silencio ha tenido que ser, su verdadero nombre era Nicolás Alberto Sirgado Ross, pseudo Nerón, y falleció en La Habana en 2013, víctima de una insuficiencia respiratoria.
El atentado contra el avión cubano sigue persistiendo como misterio doloroso, 45 años después que el valeroso capitán Wilfredo Pérez timoneara in extremis, antes que el avión explotara en el aire y cayera al agua, evitando más víctimas inocentes en las playas de Barbados, pero enlutando a Cuba, que abrazó a los familiares de 57 compatriotas y lloró escuchando a Fidel Castro, conteniendo la emoción porque el bombazo neutralizó al exilio que pretendió derrocarlo por las armas, como el Ejército Rebelde y los luchadores clandestinos a Fulgencio Batista.
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