Los mojitos y las guayaberas hacen estragos en el camarada español Manuel Pineda que -durante una visita oficial a La Habana- agredió a una parte de los cubanos, llamando lamebotas del imperialismo a los organizadores del 15N, en ese ejercicio estéril de alabarderos del tardocastrismo, genuflexos ante la dictadura más antigua de Occidente, que los colma de atenciones y de serpentinas para mausoleos.
Pineda cometió la felonía de vacunarse por tercera vez contra el coronavirus, con una dosis de vacuna cubana, para solaz y esparcimiento de los funcionarios de la Asamblea Nacional y el resto del entramado comunista; un acto de hipocresía mayúsculo, pues se sabe inmunizado con medicamentos del primer mundo, donde el sistema de salud, higiene y alimentación son muy superiores al de Cuba.
Un comunista no tiene que ser justo con el pueblo cubano, oprimido por la bota comunista que reverencia, pero si decente ante el dolor y el sufrimiento de un pueblo noble, empobrecido por sus compinches ideológicos, entregados al capitalismo de estado verde oliva.
El jolgorio de funcionarios castristas en torno a la mendaz e innecesaria vacunación del huésped de la dictadura más antigua de Occidente, solo reafirma la vileza de empleados del gobernante partido comunista, soslayando el dolor de Cuba por la pandemia de coronavirus, dengue y otros males.
¿Cómo se habría sentido Pineda, que solo vivió diez años bajo dictadura, si un parlamentario europeo, electo democráticamente, hubiera visitado al dictador Francisco Franco Bahamonde en el Palacio del Pardo, hubiera llamado lamebotas de Moscú a sus adversarios y alabado algunas de las ocurrencias del franquismo?
Los excesos son contraproducentes en política y muchos aliados ideológicos o circunstanciales del tardocastrismo suelen usar La Habana como plataforma de sus delirios totalitarios, pues en Europa se sienten encorsetados por la democracia que derrotó al fascismo, el nazismo y el comunismo.
El Parlamento Europeo debía tomar nota del entusiasmo pueril de uno de sus diputados con un dictador que atizó la guerra civil en su propio país, acobardado por la rebelión popular del 11J; los cubanos que protestaron ese día y ahora aguardan sentencias desproporcionadas o ya han sido condenados arbitrariamente son obreros y campesinos empobrecidos por el comunismo, pero el infame Pineda no se ha enterado aún.
Dirigentes de la oposición cubana siempre han sido respetuosos con Unidas Podemos e Izquierda Unida, coalición y el partido donde milita Pineda, incluso en debates públicos sobre Cuba; que Díaz-Canel lo reciba confirma que el eurodiputado ha sido obediente desde que llegó, pero significa que no se siente presidente de todos los cubanos, sino del grupito que detenta el poder; en otro acto de menoscabo a la soberanía nacional.
Díaz-Canel no debía tolerar que un visitante extranjero, aun cuando sea su aliado ideológico, descalifique a una parte de los ciudadanos, porque constituye un menoscabo a la soberanía cubana.
Sorprende tanta beligerancia del gobierno y su sistema propagandístico contra supuestas injerencias norteamericanas y que reciba con todos los honores a un insultador de cubanos, como el comunista Pineda, un totalitario que cobra en euros del sistema democrático que pretende derribar.
La juntera de Díaz-Canel con mercenarios en euros y lamebotas del capitalismo europeo, como Manuel Pineda, agrede a Cuba y deja en evidencias las enormes carencias de un presidente que concibe la política como guerra y que cada vez tiene una mirada más vacía y un verbo empobrecedor, como el comunismo.
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