Leonardo Fernández Otaño, (Sancti Spíritus, 1992), es un historiador, educador y laico que -conmovido al ver a amigos reprimidos- renunció al silencio de la investigación para involucrarse activamente en la protección de los familiares de los presos políticos cubanos.
Conocedor de las prácticas totalitarias que lo sometieron a actos de repudio y apartaron de la docencia universitaria, Fernández actúa como coordinador de "Cuba en familia", una estructura social de solidaridad que busca aliviar las penas de los que sufren, en coherencia con su civismo y espíritu patriótico, hermanando a familias de la diáspora y el inxilio.
Admite sufrir por el encarcelamiento y destierro de amigos valiosos y queridos, pero avisa que resistirá, cristianamente, todo lo posible y que no renuncia a volver a las aulas porque está convencido que Cuba no puede seguir como está y apuesta por una mirada plural para entender el presente y dibujar el futuro.
¿Cuál es tu valoración de la Cuba actual?
Cuba vive una situación muy compleja, con 150 presos políticos anteriores al estallido social del 11 de julio, del que permanecen unas 900 personas detenidas, según cifras de Justicia 11J, una organización de la sociedad civil, que se ocupa del monitoreo y acompañamiento de los detenidos.
La mayoría de estos presos son hijos de familias humildes que sufren una precarización de sus vidas cotidianas, y saben que esos jóvenes salieron a la calle porque no aguantaban más la combinación de represión totalitaria con mal manejo de la crisis económica por parte del gobierno.
El 11J fue un fenómeno multicausal ante los manejos del estado totalitario y las reformas económicas, el llamado ordenamiento; y es llamativo que el estallido haya sido más fuerte en barrios y zonas más empobrecidas, como La Güinera y Diez de Octubre, por ejemplo.
Una reflexión necesaria y oportuna es el notable silencio de la llamada sociedad civil oficialista, incluidos intelectuales, ante la represión desatada por el gobierno tras el 11J, incluso, he escuchado a algunos decir que no se pronuncian porque son cuestiones de ámbito judicial; como si ignorasen la subordinación total de la justicia al partido comunista.
Pero, también estamos ante una Cuba que cambia, aunque a veces, no notamos la fuerza de un gesto pequeño; quizá la irrupción por la fuerza en la casa de Luis Manuel Otero Alcántara, en San Isidro, marcó un hito en la consolidación acelerada de un estado totalitario, pero también una energía de cambio que perdura.
Durante la llamada época del deshielo con Estados Unidos surgieron espacios de tolerancia como El Toque, Cuba Posible, La Joven Cuba; cambios que no vemos en el corto plazo, pero que van avanzando una nación cada vez más nueva, que desembocará en el fin del estado totalitario.
Cuba está necesitada de ciudadanía y de reconstrucción del tejido social; y los movimientos San Isidro y 27N, y como intentó hacer Archipiélago, promoviendo un diálogo entre diferentes generaciones y perspectivas, son muestras de esa carencia e inquietud.
La Cuba que nace apuesta por liderazgos colectivos y por la deconstrucción del modelo de mesías y caudillos, presentes en nuestra historia, y por ello es importante que acompañemos este cambio con acciones ciudadanas, aprovechando los nuevos espacios de un país diferente que -no sin dolores de partos- está próximo a la alegría y la esperanza.
Eres testigo directo de la evolución sociopolítica en Cuba; ¿qué elementos distinguen el escenario actual?
El crecimiento de la sociedad civil, el apoyo a iniciativas ciudadanas, como Justicia 11J, Cubalex, que ya tiene una trayectoria previa; la Comisión de Acompañamiento de la Conferencia de religiosos de Cuba, y la naciente Cuba en familia, en la que participo, y que pretende hermanar familias de la diáspora con familiares de presos políticos y activistas en la isla.
¿Qué elementos podrían contribuir a un escenario de reconciliación nacional?
La reconciliación es muy necesaria para la nación, e implica recorrer un camino juntos, reconocernos, encontrarnos; deconstruir el discurso totalitario.
Pero mientras esos muchachos y muchachas estén en las cárceles, no vamos a poder avanzar, y eso lo entendió Archipiélago, cuando puso entre sus prioridades, la liberación de los presos políticos.
Una sociedad que reprime a sus hijos por disentir, que encarcela a jóvenes por discrepar, no puede avanzar; no podemos hablar de reconciliación, cuando más de mil cubanos están siendo sometidos a juicios ejemplarizantes, cuando muchas madres han perdido a sus hijos, que era lo único que les quedaba y así es imposible la reconciliación.
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