Viajera cubana: La vuelta al mundo en 167 páginas exquisitas

Viajes de una guajira, de la periodista cubana Iris Cepero, es un "peculiar libro de viajes, periodismo literario, crónica humana".

Portada del libro y su autora, la periodista cubana Iris Cepero © Cortesía a CiberCuba/Iris Cepero
Portada del libro y su autora, la periodista cubana Iris Cepero Foto © Cortesía a CiberCuba/Iris Cepero

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Este artículo es de hace 2 años

Peculiar libro de viajes, periodismo literario, crónica humana, un fresco periplo de esencias culturales y un admirable ejercicio narrativo, todo eso —a la vez— es Viajes de una guajira, de Iris Cepero, recién publicado en España por la editorial Hurón Azul.

Ya el capítulo introductorio es un delicioso preámbulo a la aventura trashumante, con una pintoresca descripción de la vida en el diminuto pueblo natal de Piedrecitas, en Camagüey.


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En estas páginas aparecen destinos tan disímiles como la ciudad jordana de Petra; las japonesas de Tokio y Kioto; los históricos y espirituales senderos de Belén, en Palestina y Jerusalén, en Israel; la capital portuguesa, Lisboa; o la de Rusia, Moscú; las Islas Galápagos en Ecuador; o Ferrara, en Italia; Giverny, en Francia, y Angkor, en Cambodia; entre otros.

Casi podemos darle la vuelta al mundo sin salir de casa y esa diversidad ya constituye un gran valor, pero aun así no es lo más relevante de estas páginas.

Lo especial de este libro es que todos esos sitios se cuentan desde una mirada sensible y culta, con una narrativa excelentemente construida, casi como un mecanismo de relojería estilística. Aprehendemos -con H- en el sentido de «apresar», de adueñarnos del ambiente de cada sitio y respirarlo, y también aprendemos, sin H, detalles históricos, referencias culturales, pequeñas historias de raigambre profundamente humana.

Mis capítulos preferidos son el encuentro con Rinju y su esposa en Tokio (que no desvelaré para no hacer spoiler); El borracho del muelle, sobre las Islas Galápagos; y Veo azul, una excursión tras las huellas de Monet en Giverny, e incluso, El primer tren, la peripecia (un pelín escalofriante) de transitar por ese túnel cavado por Corea del Norte para invadir Corea del Sur, que personalmente no visitaría ni harta de vino.

Pero hay historias para todos los gustos y sensibilidades, porque estas páginas son una suerte de caleidoscopio, con pedacitos de mundo al otro lado de nuestros ojos lectores.

Por eso, cerramos la última página agradecidos de que esa niñita de un pequeño e intrincado pueblo de una isla caribeña, destinada por nacimiento a no ver más que un par de trenes medio desvencijados, haya logrado salir al mundo y, además, se haya tomado el trabajo de contárnoslo con tanta maestría.

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Lidia Señarís

Periodista y editora cubana. Reside en Madrid.


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