Las doce medidas de alivio Biden y la mala preparación de la Cumbre de las Américas han envalentonado a los talibanes y agentes de influencia del tardocastrismo, que han visto -en ambos episodios- sendas brechas para intentar solventar el 11J sin mayores penalidades, arrinconar a los reformistas y volver a llenar espacios en medios de comunicación, remando a favor de La Habana.
El creciente desprestigio político del presidente Miguel Díaz-Canel, Luis A. Rodríguez López-Calleja y Manuel Marrero Cruz y la bancarrota comunista abrieron espacios a los reformistas que, dentro del tardocastrismo, apuestan por una transición pacífica y gradual a la democracia y por las reformas estructurales que Raúl Castro ordenó parar y/o revertir tras el susto Obama; pero el anuncio Biden y la saboteada Cumbre de las Américas los arrinconó nuevamente y favoreció el predominio de talibanes militares y civiles.
Obviamente, todo esto ocurre porque los cubanos siguen huérfanos de liderazgo, que convierta la actual situación revolucionaria (marxismo dixit) en un movimiento plural que coloque a la Comisión Militar del Buró Político en la disyuntiva de ¡Patria o Muerte!; la oposición externa fue a hacerse fotos a Los Ángeles, a remachar denuncias y reiterar diagnósticos; a la interna no la dejaron moverse; pero los ciudadanos siguen sin saber cómo resolverían los opositores temas tan caros como la libertad, la alimentación, el agua potable, el rescate de la educación, la salud y el transporte públicos; por ejemplo.
La dependencia de la oposición de financiación extranjera la convierte en rehén de intereses ajenos, no siempre coincidentes con los de Cuba y sus hijos, e implican el peligro de ensayos de salidas erróneas, como la practicada por Occidente en Rusia, alimentando a la bestia neocomunista que ha desembocado en el desastre actual, tensionando a la OTAN, Europa, China y Turquía y provocando una crisis geopolítica aun no evaluada.
La dictadura más antigua de Occidente, que lleva años jugando a matar el inning; no solo leyó mal las doce medidas de la administración Biden, sino que se dio el lujo de menoscabarlas, calificándolas de paso limitado en la dirección correcta; consigna que repicaron inmediatamente gusañeros y académicos; con la trampa que la dureza de Donald Trump no había valido; contradiciendo al propio gobierno cubano que la definió como devastadora.
Si la dureza de Trump no valió, los acercamientos de James Carter, Bill Clinton y Barack Obama tampoco y fueron respondidos a cañonazos migratorios, cohetazos aéreos y ataques sónicos; creer que una política de apaciguamiento abrirá las puertas a la democracia en Cuba, no solo es de necios, sino que desconoce la brutalidad comunista, como acaba de quedar evidenciada; en contraste con el silencio ante el belicoso Donald Trump.
Silvio Rodríguez, que no da puntada sin hilo, calificó de injustas las sentencias del 11J, advirtió que la dirigencia castrista sigue dando señales de cerrazón, ante la lapidación del director de Alma Mater, pidió conocer a los responsables de que los cambios en Cuba no vayan más rápidos y remató: "Me preocupa que la revolución (o lo que usa su nombre) acabe siendo contrarrevolucionaria y que lo que se le enfrente parezca o acabe siendo revolucionario”.
El trovador no solo hablaba por él, que tiene la jubilación resuelta por los derechos de autor de su obra lírica y asegurada la popularidad dentro de la izquierda mundial por su compromiso; sino por los reformistas que -dentro y fuera del Palacio de la Revolución- saben que el modelo castrista está agotado, urgido de una reforma integral o acabará sepultado por la ira popular.
El influyente y sensato senador demócrata Bob Menéndez dejó claro que el anuncio del deshielo implicaba el riesgo de enviar señales equívocas a las personas equivocadas y acertó, porque La Habana no tardó ni cinco minutos en activar la diplomacia de mataperros para inundar Los Ángeles de cochambre populista, quejarse por una falsa negativa de visados para supuestos miembros de la sociedad civil, incluido el coronel Abel González Santamaría y darse el lujo de rechazar un viaje a Los Ángeles, cuando era lo que más deseaba, en un esfuerzo baldío de homologación a medias ante la comunidad democrática.
Las dudas y errores de la administración Biden sobre la invitación a Cuba, alargó innecesariamente el show y dio argumentos a la casta verde oliva y enguayaberada que -alejada de toda racionalidad, sensatez y pragmatismo- arremete de igual manera contra un opositor político que una madre angustiada por la alimentación de sus hijos; intentado descalificarla por dos o tres objetos de la chatarrería tecnológica Made in China, fruto de negocios comunistas; a este paso, calificarán el estropajo como artículo de lujo.
Mientras más dudas y rejuegos provoque y consienta la administración Biden frente al tardocastrismo, peor será para Cuba, los cubanos y América Latina, donde sus aliados tácticos y estratégicos descubrieron la virtud de alcanzar el poder por las urnas; sustitutas de la revolución armada, y que juega con la ventaja de que la derecha y el centro siguen sin entender que mientras haya pobreza y desigualdad, la izquierda tiene asegurado parte del pastel, incluso la presidencia de gobiernos.
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