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Buscaban derribar a Castro y terminó cayendo Nixon: Los "plomeros" cubanos implicados en el Watergate

"Yo quería derribar a Castro y desgraciadamente derribé al presidente que nos estaba ayudando, a Richard Nixon", se lamentó uno de ellos tiempo después.

Virgilio Gonzalez, Frank Sturgis, el abogado Henry Rothblatt, Bernard Barker y Eugenio Martínez. © BBC
Virgilio Gonzalez, Frank Sturgis, el abogado Henry Rothblatt, Bernard Barker y Eugenio Martínez. Foto © BBC

Este artículo es de hace 1 año

Conocidos en el mundo como los "ladrones de Watergate", condenados en los tribunales, pero vistos en la Pequeña Habana de Miami como “patriotas cubanos”, los “plomeros” cubanos implicados en el caso Watergate lamentaron siempre la caída del presidente que les estaba ayudando “a derribar a Castro”.

"Yo quería derribar a Castro y desgraciadamente derribé al presidente que nos estaba ayudando, a Richard Nixon", lamentó tiempo después Eugenio Martínez. Junto a Virgilio González y Bernard Barker, fue uno de los “fontaneros” cubanos implicados en el caso conocido como Watergate.

“En sentido figurado, un fontanero político es la persona que está especializada en el funcionamiento de aquellas cañerías por donde circula el poder”, explica el blog especializado visioncoach.es.

“Unas veces trabajará con la red ‘potable’, mientras que en otras se tendrá que dedicar a la red de ‘residuales’, para tratarla o depurarla con garantías. La dedicación al mantenimiento y a la reparación de toda esta red de tuberías que acompaña al poder es lo que se ha venido en llamar ‘fontanería política’”, especifica el sitio.

Detenidos por la policía en la madrugada del 17 de junio de 1972 por haber ingresado sin autorización en la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata (DNC), ubicado en el complejo de edificios Watergate, en Washington D.C., los “plomeros” cubanos terminaron siendo protagonistas del mayor escándalo político vivido en Estados Unidos en el último medio siglo, a pesar de que “sus nombres quedaron al borde del olvido".

Tras las investigaciones del caso, quedaría claro que, más que “ladrones”, eran una suerte de espías contratados para obtener información que permitiera perjudicar la candidatura presidencial del aspirante demócrata, George McGovern, rival de Nixon en su carrera hacia la reelección en la Casa Blanca.

Un reciente artículo de la BBC recordó el papel que jugaron estos misteriosos personajes, cuando se cumple medio siglo del Watergate. Barker, Martínez y González habían nacido en Cuba, “mientras que Frank Sturgis era un estadounidense que durante décadas había participado en operaciones encubiertas, primero a favor y luego en contra de Fidel Castro”.

Junto a James W. McCord, un experto en intercepciones electrónicas que había trabajado para la CIA y que entonces era el coordinador de seguridad del equipo de campaña de Nixon, los cubanos terminaron siendo figuras centrales en el escándalo, según el medio británico.

¿Cómo cuatro personas vinculadas al exilio cubano en Miami terminaron en este escenario histórico, de enormes repercusiones domésticas e internacionales? “Todo comenzó en Bahía de Cochinos”, resume la BBC, cuando E. Howard Hunt, consultor de seguridad de la Casa Blanca, estableció vínculos con el exilio cubano en Miami durante la preparación de la invasión.

Exagente de la CIA, Hunt se había incorporado a un equipo creado a partir de la publicación de los Papeles del Pentágono, un informe que revelaba errores y mentiras de la administración Nixon durante la guerra de Vietnam. Esta unidad luego sería conocida popularmente como "los plomeros" debido a que su labor era hacer frente a la "filtración" de información clasificada.

"Hunt le dijo a Barker que había un trabajo, un trabajo de seguridad nacional para lidiar con un traidor de este país que había dado papeles a la embajada rusa. Dijo que estaban formando un grupo con la CIA, el FBI y todas las agencias, y que sería dirigido desde dentro de la Casa Blanca", escribió Martínez en la revista Harper's.

Pero, la misión no era un asunto de seguridad nacional ni contaba con el aval de las agencias de inteligencia de Estados Unidos, aunque Hunt utilizó un equipamiento especial -disfraces, equipos de comunicación, identificaciones falsas- que la CIA le había facilitado para otros fines.

Martínez, conocido como "Musculito" por su complexión física, se enroló en la misión. Nacido en Artemisa, tuvo que abandonar Cuba en la década de 1950 debido a su participación en actividades en contra del dictador Fulgencio Batista. Regresó en 1959, pero debió volver a marcharse por su oposición al régimen castrista.

“Se unió a la Brigada 2506 -el grupo de 1,500 exiliados cubanos que participaron en la invasión de Bahía de Cochinos- y luego estuvo trabajando para la CIA en operaciones especiales de infiltración en la isla, realizando más de 350 misiones de traslado por mar de personas hacia y desde la isla”, relató el medio británico.

Barker también había sido agente de la CIA hasta 1966 y tuvo un papel más prominente, tanto en la invasión de Bahía como en el caso Watergate. Hijo de padre estadounidense y madre cubana, Barker creció y estudió en ambos países. Se unió a la Fuerza Aérea estadounidense durante la II Guerra Mundial, tripulando un bombardero B-17 que fue derribado sobre Alemania, donde pasó 18 meses como prisionero.

Al terminar la guerra regresó a La Habana, donde se unió a la policía secreta de Batista, tras cuya caída huyó a Miami, donde se unió a la CIA y ayudó a organizar la fallida invasión.

Por su parte, González había participado en la invasión de Bahía de Cochinos y había estado muy activo dentro de la comunidad anticastrista de Miami, donde trabajaba como cerrajero, función que también ejecutó durante el ingreso a las oficinas del DNC.

El “personaje complejo” de la historia (Sturgis), había nacido en Estados Unidos, pero estaba muy vinculado a Cuba incluso desde antes de la revolución. Según contó ante un comité del Congreso, su vínculo con Cuba se inició en la década de 1950 cuando acordó con el expresidente Carlos Prío Socarrás -exiliado en Miami- ir a la isla para dar entrenamiento y llevar armas a Castro que se había alzado contra el régimen de Batista.

“Estando en la isla se convirtió en informante de la CIA y, tras el triunfo de la revolución, estuvo trabajando un tiempo con Castro, pero luego se unió a los grupos anticastristas en Miami organizando operaciones encubiertas contra el régimen de la isla”, indicó la BBC.

En conversaciones previas, Hunt aseguró a los “plomeros” cubanos que había informes de que Castro había estado enviando dinero a los demócratas, una idea muy extendida en el exilio de Miami, que veía con sospechas las inclinaciones de McGovern hacia el líder cubano. "Ese rumor ha circulado por toda Miami. No tienes que decirme nada más al respecto", respondió Barker a Hunt

También, según Shane O'Sullivan (autor del libro "Dirty Tricks: Nixon, Watergate, and the CIA") engañó a los exiliados haciéndoles creer que, si participaban en estas misiones de "seguridad nacional", podría haber un nuevo intento de invadir Cuba o una segunda Bahía de Cochinos.

Tras el fiasco de la “misión”, los cuatro "plomeros" vinculados al exilio cubano cumplieron unos 15 meses de prisión cada uno, por los delitos de conspiración, hurto y violación de leyes federales sobre temas de comunicación.

"Realmente creo que lo hicieron por razones patrióticas. Barker era un anticomunista acérrimo forjado en la lucha anticastrista y lo mismo podría decirse de Martínez", dijo a BBC Mundo O'Sullivan.

"En los registros históricos parece bastante claro que, al menos, no todos ellos entendían que lo que estaban haciendo era ilegal y que tenían alguna creencia legítima para pensar que estaban en una operación de seguridad nacional autorizada por la Casa Blanca, hasta el momento en el que fueron arrestados, porque confiaban mucho en Howard Hunt y él trabajaba en la Casa Blanca", agregó.

Insistiendo en que creían participar en una misión legal, los cuatro "plomeros cubanos" demandaron a la campaña de Nixon argumentando que habían sido engañados al habérseles hecho creer que actuaban con permiso del gobierno en temas de seguridad nacional.

En 1977, lograron un acuerdo extrajudicial en este caso por medio del cual les pagaron $50.000 dólares a cada uno, lo que fue interpretado por sus abogados como una prueba de que efectivamente habían sido engañados por la Casa Blanca.

Las investigaciones por el caso de Watergate forzaron la renuncia de Nixon, quien en agosto de 1974 prefirió dimitir antes de ser destituido.

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