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Cara e' crimen, un libro sobre la adoración de Hugo Chávez por Fidel Castro y los sucesos que rodearon su muerte

El libro revela pormenores sobre las verdaderas causas de la misteriosa muerte de Chávez, así como de su enfermiza relación con Fidel Castro.

Hugo Chávez y Fidel Castro © Alberto Borrego / Granma
Hugo Chávez y Fidel Castro Foto © Alberto Borrego / Granma

Este artículo es de hace 1 año

Hugo Chávez levantaba los brazos y lanzaba besos al aire inconteniblemente, mientras el avión de Fidel Castro, que concluía una visita oficial a Venezuela, se alejaba del Aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía rumbo a La Habana.

Esta anécdota sobre una de las tantas visitas del dictador cubano a Caracas y que muestra el servilismo de Chávez frente a su par cubano, es narrada en el libro Cara e' crimen, del exdiputado venezolano Pablo Medina.

Durante la presentación del texto en la ciudad de Doral el pasado 22 de junio, Medina, un político venezolano radicado en Miami, dijo que realizó una rigurosa investigación para revelar pormenores sobre las verdaderas causas de la misteriosa muerte de Chávez, así como de su enfermiza relación con Castro, al punto de terminar subordinando los intereses de su nación a los de Cuba, según el diario local Libre.

Entre ellas, el autor afirma que Chávez no murió en Venezuela, como dice la versión oficial, sino que sus restos fueron enviados desde Cuba. Asimismo, que el cuerpo recibido en Caracas no se correspondía con el del líder venezolano, quien padecía una enfermedad que solo conocía su círculo más cercano. Al verlo, su madre dijo: "Este no es mi hijo", se asevera en el texto.

"A Chávez le sucedió lo que a otros allegados que estuvieron en el entorno de Fidel y que quisieron acapararle un poco de su fama, quienes fueron desaparecidos por el régimen comunista de Cuba como los casos del Che Guevara y Camilo Cienfuegos", aseguró el autor durante la presentación del libro.

Dijo que "a Chávez los Castro lo persiguieron, lo agotaron, lo mataron y luego lo devoraron entero. Pero luego, hábilmente, pusieron en el poder a Nicolás Maduro, inicialmente como vicepresidente y, luego, lo ascendieron al poder en Venezuela con tal de que les diera poder económico".

Con hechos y datos recopilados se muestra el sometimiento psicológico de Chávez ante Castro, lo cual habría incidido en que Venezuela ayudara a Cuba a salir de la crisis que venía padeciendo tras la caída del campo socialista, al tiempo que opacó, al menos por un tiempo, la imagen del narcisista dictador caribeño.

Según testimonia el material, mientras convenientemente el dictador cubano enaltecía la figura de Chávez en cada oportunidad, el joven político comenzó a verse como héroe y responsable de "salvar" la región con el petróleo venezolano. Poco a poco, sostiene el libro, el vínculo se volvió familiar para Chávez que se abrazaba al linaje mítico que siempre alimentó Castro, quien le hacía creer que veía en él a "su hijo".

Para Medina, "era evidente que en el escenario internacional Hugo Chávez le había usurpado y desplazado a Fidel su poder por su juventud, su impetuosidad y su carisma, ante el mundo". Castro, incluso, habría mandado a cortarle las cuerdas vocales durante su estancia en La Habana para tratar el cáncer que lo aquejaba, afirmó el autor.

Entre otras revelaciones, el libro, que toma su nombre del apodo que le puso la suegra del expresidente venezolano, narra anécdotas de cómo Chávez intentó protegerse de su propio temor a la muerte. Al respecto, describe un ritual de santería donde el líder se habría colocado desnudo debajo de un inmenso tigre degollado para que la sangre de la fiera cayera sobre su cuerpo.

La adoración por Castro, indica el texto de Medina, no siempre habría sido del agrado del dictador cubano, quien "tuvo que hacer muchos ajustes en su entorno, ya que Chávez se creía un predestinado hablando en todos los escenarios del mundo, donde había ganado fama y popularidad".

Cara e´ crimen también describe los desmanes de la disparatada administración chavista, que no supo encauzar el inmenso poderío natural de Venezuela en beneficio de la población ni generar un proyecto de nación estable, dijo el periodista Ariel Montoya en El Nuevo Herald.

Al respecto, el libro denuncia que estos desatinos fueron aprovechados por "la izquierda visceral y amorfa liderada por el tirano Fidel Castro", quien supo apropiarse de una gran parte de la riqueza venezolana para su propio beneficio. Castro se inmiscuyó en la política de Caracas a tal punto que la despojó de muchas de sus pertenencias patrimoniales y puso en entredicho su soberanía, asegura.

Este no es el primer texto que aborda la tóxica relación de amor y poder entre los dos dictadores latinoamericanos. En 2019 fue presentado La invasión consentida, que devino material imprescindible para quienes pretenden entender la dinámica de la revolución cubana y cómo al mando de Castro esta expandió sus tentáculos hasta contaminar todas las esferas de la Venezuela del expresidente Chávez.

Esta recopilación de datos periodísticos desentrañó "un fenómeno único, uno de los más peculiares en la historia de América Latina y de la geopolítica mundial: el de la sumisión voluntaria de una nación rica, de más de 900,000 kilómetros cuadrados y 30 millones de habitantes, a otra ocho veces más pequeña y tres veces menos poblada".

Pero además, explica cómo le abrió las puertas del gobierno hasta permitir que los cubanos se infiltraran en todas las esferas del país.

Especialmente después del golpe de Estado contra Chávez en 2002, se incrementó la presencia cubana en la nación sudamericana, subraya el texto.

Disfrazados de venezolanos, los cubanos podían encontrarse en el palacio presidencial cuidando al mandatario; en los ministerios, institutos y empresas estatales y desplegados en todo el territorio nacional, al frente de los principales programas sociales, e incluso decidiendo en temas de la compra de armas de uso militar.

El libro destaca, sin embargo, que no se trataba de un vínculo simétrico e ideal entre dos naciones hermanas, la penetración era unidireccional ya que Venezuela no tiene ni tuvo entonces injerencia en la administración del estado cubano.

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