Luna Manzanares (La Habana, 1990) Virtuosa sin estridencia, cuenta que es disléxica, aunque domina dos idiomas, además del español; luego aclara que se refiere a una descoordinación física porque su zurda es derecha y viceversa. Quiso ser pintora y chelista, pero acabó toqueteando un piano que había sido de Beatriz Márquez y aún conserva.
De mamá y papá le viene la genialidad; dulce y educada medita cada respuesta porque aprendió que la virtud sin esfuerzo es incompleta. CiberCuba quiso entrevistarla y respondió en 24 horas, evitando toda pose de diva, sin dejar de decir y puntualizar todo aquello que conmueve y motiva, con la auténtica generosidad que tributa a grandes como Vaslav Nijinsky e Igor Stravinsky, que no cantaban, pero agitaron las aguas del Sena.
Primera joven latinoamericana en ser reconocida por Francia como Caballero de las Artes y las Letras, pero también es profeta en su tierra porque Cuba la distinguió con la Orden por la Cultura Nacional; y ahora, se ha metido en la piel de Tina Turner, Reina del rock, tras haber triunfado como Carmen, la cubana, en la Ciudad Luz; y en el jazz, un "mundo de hombres".
Luna sintetiza tanta genialidad que, a ratos es Joséphine Baker, Édith Piaf, Bola de Nieve, María Teresa Vera o Simone... pero sin renunciar a esa manera suya de apoderarse del escenario, seducir al público, yendo del desgarro Moraima Secada a la ternura pícara de Elena Burke.
Luna, de cerca del Almendares a Tina Turner, al lado del Manzanares, ¿cómo ha sido ese viaje?
Ha sido un viaje largo, con muchísimo trabajo. Mi primera experiencia en el teatro musical fue en 2014 con apenas 23 años, nunca había actuado ni participado en una obra de teatro, aunque había visto mucho, por mi madre. Antes de ese tiempo hice jazz, canción cubana, trova, otros géneros. Llegué a Carmen la Cubana de la mano de Christopher Renshaw, director y músico británico, quien me formó para este papel, y sin él ser consciente, para la vida en el teatro. Llegar a Tina ha sido un trayecto lleno de aventuras y, sobre todo, mucho sacrificio.
Llegaste a París y coronaste, hasta el punto de recibir -junto a Omara Portuondo- la Orden Caballero de las Artes y las Letras de Francia. ¿Cómo fue ese acontecimiento? Recréate en detalles.
Es uno de los hechos más insólitos de mi vida. Carmen la Cubana, el primer musical de la isla, se estrenó en el mítico Châtelet de París en 2016. Fue una ensoñación para mí prácticamente. Una semana antes de estrenar Carmen, el escritor, guionista, actor y amigo Norge Espinosa, el tenor Joel Prieto quien interpretaba a José y yo, fuimos a ver la producción que nos antecedía. Había algarabía en el público. Cuando el revuelo fue desenmarañado por la primera campana avisando el próximo comienzo de la obra, lo vimos. Ahí estaba, sentado en el palco, Stephen Sondheim. Fue como un golpe. Al momento entendí lo que hacía ahí y la misiva impuesta sobre nosotros. En este teatro, Châtelet de París, se estrenó Petroushka de Igor Stravinsky, Vaslav Nijinsky, todos precursores.
¿Cómo afectó a tu carrera la pandemia de coronavirus? ¿Qué hiciste en tiempos de confinamiento?
La pandemia supuso un momento de introspección. De comprender el milagro de la vida y valorar lo que verdaderamente importa. En 2020, tuve la dicha de convertirme en madre, la mayor bendición que se puede tener. Durante el embarazo compuse mucho, el lado creativo fue muy importante en ese período de dulce espera. Cuando tuve a mi hija, sencillamente me dediqué a ella. Fue un privilegio que en circunstancias normales no hubiese tenido. Para mí, fue renacer.
Cuba te distinguió con la Orden por la Cultura Nacional, ¿ya eres profeta en tu tierra?
Gracias a Dios y a mucho trabajo y ayuda, he labrado una carrera en Cuba, pero aún me quedan muchas cosas por decir y hacer allá. Sin embargo, siento que en estos años he puesto mi pequeña huella. Estoy agradecida por ello.
¿Fue difícil para una mujer triunfar en el jazz?
A una mujer, aún en el siglo XXI, le supone el doble de esfuerzo triunfar en lo que sea. Mi despunte positivo en ese género se debió a los buenos maestros y aún mejores amigos que me apoyaban. Aún lo hacen.
¿Cómo es Omara, qué te aporta y qué le aportas tú?
Omara parece no ser consciente de su enorme talento, porque cuando canta simplemente se expresa, fluye. Tiene una gran ética de trabajo y es dulce y traviesa. Como una niña que ha vivido mucho. Yo no sé si yo le aporte algo a ella, tendría que preguntarle. Intento honrar su legado y continuar con su visión de la música, con mi propio estilo, donde está impresa la evidencia de haber bebido de su fuente.
Con 21 años, iniciaste tu carrera en solitario; Descemer Bueno produjo tu primer álbum y has compartido escenarios con artistas prestigiosos. ¿Qué factores influyeron en tu decisión y cómo ha sido el camino?
Siempre tuve claro que quería una carrera en solitario, era una cuestión de estrategia. Cuando salió la canción de la novela entendí que ese era el momento. Sin embargo, el camino, por hermoso, no fue menos abrupto. De hecho, Descemer no terminó de producir ese disco, sino que lo terminó J.L. Lagarza, pianista y productor cubano. Gracias a él, José Carlos Sánchez, los músicos que participaron en el disco y al ingeniero de sonido Maykel Bárzaga padre, pude finalizarlo. Pasé muchos momentos duros, pero supongo que ningún camino es de rosas. Tuve gran suerte, no obstante, de contar con la colaboración de grandes artistas de mi tierra. Eso no se logra si el trabajo no tiene calidad, y es así como uno entiende que perseverar y ser exigente es la manera de llegar lejos, no importan los obstáculos.
¿Qué papel desempeña tu mamá en tu proyección artística?
Mi madre también es artista. Es directora teatral y pintora, por lo tanto, es mi gran consejera. Además, siempre me ha apoyado en mi carrera, emocional y filosóficamente. Hemos vivido separadas por mucho tiempo, desgraciadamente, quizá fuera mejor si la tuviera más cerca.
Muchos cubanos te recuerdan por el tema “Tanta soledad” de la telenovela “Bajo el mismo sol”, ¿para cuando un reencuentro con tu público natural?
“Tanta soledad” fue la puerta a mi independencia en muchos sentidos. Les agradezco mucho a Juan Antonio Leyva y a Magda Rosa Galbán el haber contado con mi voz para esta canción. Sin embargo, el público tiene preferencias muy variadas, hay quien me distingue por una canción, hay quien me recuerda por otra. Es difícil imaginar la banda sonora del reencuentro sin muchas canciones de mi repertorio.
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