Joaquín Perales, fundador y gerente del célebre restaurante La Carreta del área de Westchester, en el suroeste de Miami, falleció a los 87 años a causa de un paro cardíaco, informaron fuentes cercanas a la familia.
La mañana de su deceso había acudido a trabajar a La Carreta, como de costumbre, pero al sentirse con falta de aire tuvo que ser trasladado a un hospital para recibir atención médica y en el lugar sufrió un paro cardíaco, informó a CiberCuba el periodista Nelson Horta.
“Hoy nos toca escribir sobre un hombre excepcional, una de esas personas que siempre tenía una forma original de decir un chiste o enseñarte una caricatura del político de turno o una pícara foto, ese amigo que se nos fue es Joaquín Perales, fundador y gerente de la Carreta de la 40 calle”, escribió Horta en un sentido obituario publicado en su blog.
Asiduo al restaurante desde hace 15 años, junto con amigos con los cuales comparte allí una mesa de tertulias identificada como la "Mesa Redonda" del salón, Horta describió a Perales como "un hombre entrañable, que le dio vida y espíritu propio a La Carreta de la calle 40".
Aseguró que se sentía parte entrañable de la comunidad cubana, uno más entre ellos. “Lo vamos a extrañar mucho”, dijo. “Era la amabilidad en persona".
Joaquín Perales nació en 1935 en Enguera, un pueblo de Valencia, España. Llegó a La Habana con 20 años, alrededor de 1955 a petición de su tío español, propietario de un mercado-cafetería en 23 y 8, en el Vedado, donde trabajó hasta su salida de Cuba. Cuando el régimen de Fidel Castro expropió los bienes privados, Joaquín partió al exilio en Miami, donde se estableció.
Desde 1976 fue “una suerte de anfitrión elegido” en La Carreta, lugar de confluencia de la comunidad cubana y algo más que un restaurante, como esbozó el periodista Wilfredo Cancio Isla en un post en Facebook.
La relevancia de La Carreta en la vida de los exiliados cubanos no es poca; para Cancio, ha sido parte de la refundación culinaria y sentimental de lo cubano en Miami. “Un ámbito de encuentro cubano, charlas políticas, chismografía y pronósticos del ‘fin de aquello’, debates de toda índole”, expresó.
“Nosotros los que diariamente nos sentamos en la ya famosa 'Mesa Redonda’ lo extrañaremos, Joaquín siempre pasaba y contaba, cuando no estábamos los 10, nos decía, ‘van quedando pocos’, y seguía riéndose”, relató Horta.
Varios obituarios escritos por sus allegados lo describen como un hombre entregado al trabajo, honesto y de alegría contagiosa. Su dedicación a La Carreta hacía sentir especiales a los comensales y creó un ambiente único para la comunidad cubana en el exilio.
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