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La emprendedora y activista en el exilio, Saily González, anunció este miércoles su voluntad de poner en pausa su activismo para reflexionar sobre la forma de ser más útil a Cuba y actuar en ese sentido.
La joven, forzada al destierro en junio tras meses de acoso y amenazas de la Seguridad del Estado, declaró a CiberCuba que necesita retomar sus intereses como emprendedora en el contexto del exilio y articular proyectos de la sociedad civil que cuenten con los fondos necesarios para tener impacto y hacer la diferencia en el activismo en Cuba.
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En un texto compartido en sus redes sociales, González confesó que lleva un tiempo alejada de la “conversación” sobre Cuba que se mantiene en el ciberespacio, algo que dijo le provoca “ansiedad”. Su condición de exiliada reciente le obliga a buscar trabajo e integrarse en su país de acogida, un proceso que requiere de tiempo y energías.
“El exilio es una nueva forma de vida en la que el foco debe estar primero en uno mismo para luego poder dar a los demás. Nadie puede dar lo que no tiene”, aseguró.
Partiendo de esa constatación, la activista manifestó su necesidad de “buscar y encontrar la manera de ser útil a Cuba desde mi propia esencia, y respetando el sufrimiento de mi pueblo”, A su vez, reconoció que sus esporádicas entradas a redes sociales le producen “asco y tristeza” por efecto de la deprimente realidad cubana y la imagen poco edificante que a veces transmite el cruce de acusaciones y choque de opiniones de activistas y opositores cubanos, tanto en la isla como en el exilio.
La ex moderadora de la plataforma Archipiélago, impulsora junto a Yunior García Aguilera y otros activistas de la Marcha Cívica por el Cambio, ha sido señalada por algunas voces de la sociedad civil cubana como una activista de posturas moderadas y “dialogantes”, cuando no de ser directamente agente de la Seguridad del Estado.
Cansada de polémicas estériles y crítica con un activismo que se limita a denunciar o informar, González quiere concentrarse en su independencia económica en Estados Unidos para estar luego en condiciones de actuar en ámbitos donde pueda contribuir al cambio con iniciativas que impacten realmente en la vida de los cubanos.
Escéptica con “ficciones políticas o de articulaciones que no existen más allá de las redes sociales, y que en modo alguno consiguen ni conseguirán la libertad de ningún preso político, aliviar a sus familias, o saciar el hambre de la gente que amo en Cuba”, González también se mostró en desacuerdo con utilizar “el dinero del contribuyente norteamericano” destinado a promover la democracia para continuar haciendo activismo.
“Tampoco cuestiono a quien lo hace ante un exilio que no se hace responsable de asumir el costo económico de la libertad para Cuba”, dijo, afirmando que se desmarca de toda forma de activismo que genere fama o ingresos personales “con la miseria de mi pueblo”. Asimismo, se desligó del tratamiento del problema de Cuba marcado por intereses partidistas “en este país tan generoso y tan lamentablemente polarizado”.
Para González, la única utilidad de su activismo actual esta en denunciar. Pero denunciar e informar no son las funciones que la emprendedora entiende propias del activismo, sino, como dijo a CiberCuba “buscar soluciones”.
Dejando la denuncia a las organizaciones de derechos humanos que trabajan en ello, y la función de “informar a la prensa independiente cubana y a algunos periodistas y youtubers serios de por acá”, la joven cubana anunció que volverá pronto a la primera línea del activismo ciudadano con proyectos que incidan en mejorar las condiciones de vida de presos políticos y familiares, así como de los propios activistas que sufren la represión del régimen totalitario.
“Vuelvo pronto. Lo haré con dinero (propio y ajeno) para destinar a la libertad de Cuba, con gente dispuesta a fajarse de verdad dentro de Cuba para recuperar el país que nos robaron, con realidad”, avisó.
“A la Seguridad del Estado: aguántense que vienen curvas. Al Gobierno de Cuba: nada que hablar con terroristas. A las clarias: disfruten los apagones y recuerden que sus madres también los están ‘disfrutando’”, se despidió la activista con un “hasta luego”.
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