El estelar exgimnasta y hoy entrenador Félix Aguilera, quien para mí siempre fue un excelente exponente del caballo con arzones en Cuba, vive actualmente en México con su esposa e hijo.
Tras aclararme que sus mejores aparatos eran la barra fija y las paralelas, comienza un diálogo sincero de dos personas que compartieron éxitos y reveses por más de tres lustros: él como atleta y luego jefe de entrenadores del seleccionado masculino de gimnástica y yo, como periodista.
Sabes que siempre fui un gimnasta all around, o sea, completo. No tenía ningún aparato deficiente pero, como te dije, en los que sobresalía era en la barra fija y las paralelas. Creo que desde que nací en La Habana, en agosto de 1965, fui gimnasta. Este deporte es mi vida.
La afición cubana a la gimnasia artística se pregunta ¿qué hace, dónde vive el castañito de pelo rizado que tanta alegría nos proporcionó?
Actualmente estoy en México, en el estado de Jalisco, cerca de Guadalajara. Vivo con mi esposa Idalmis y mi hijo Félix, que ahora estudia Ingeniería Mecánica en la Universidad. Mi hija mayor, Desiree es controladora aérea y hace pocas semanas vive en Estados Unidos.
¿Cómo saliste, cuándo?
Yo salí de Cuba para Cancún en agosto de 2015, a trabajar por un contrato independiente que me hizo un compañero de muchos años y estelar gimnasta, el mexicano Alejandro Peniche. ¿Recuerdas que él estudió en Cuba y era uno más de nosotros?
Pues Peniche me abrió las puertas para trabajar como preparador en su gimnasio, el famoso Car Gymnastics Cancún, una de las instalaciones privadas más bellas que existen en el planeta.
Toda la vida le estaré agradecido a Peniche por su ayuda cuando más lo necesitaba. Gracias a él, nada más pisar tierra azteca me incorporé como entrenador de niños, algo que cumplía mi eterno deseo de enseñar a los más pequeños. También estuve apoyando al femenino en su planificación, su sistema de entrenamiento.
A mi llegada a Cancún, me convertí además en director técnico y coordinador de la gimnasia artística para varones. Debo decirte que junto a Peniche y el resto de los profesores cosechamos muchos éxitos a nivel nacional en las diferentes categorías, durante los seis años que estuve laborando con ellos.
Con la pandemia, el gimnasio cerró y tuve que trasladarme a Zapopán, donde vivo y trabajo en el Consejo Municipal de Deportes, de dependencia gubernamental. Enseño en el gimnasio de Brenda Magaña, que fue otra gran gimnasta mexicana, debes recordarla. Ella fue la primera mujer del mundo que hizo un triple mortal de salida en asimétricas, movimiento que lleva su apellido. Mantenemos una bonita relación profesional echando hacia adelante este difícil deporte aquí en Jalisco.
¿Sigues entrenando varones?
No. Estoy con las niñas; todo lo que he aprendido con los chicos quiero volcarlo en el conjunto femenino.
Tú estás vinculado con la gimnástica desde muy pequeño.
Llegué con siete años, ahora una edad tardía pero en mi época era más menos así. Ya a los nueve matriculé en la Escuela Nacional bajo la tutela de Emilio Sagré, quien fuera un gran gimnasta y como entrenador no lo fue menos. Para mí siempre será mi padre profesional que llevaba a la par su calidad como entrenador y como ser humano.
No puedo dejar de mencionar también a Ricardo Rodríguez, quien me condujo triunfante por todas las categorías escolares hasta llegar a juveniles. Ricardo pasó a entrenar niñas y muchas de las integrantes del equipo grande como Luisa Prieto eran sus discípulas.
El profesor Ernesto Izaguirre me guió entre los 15 y 17 años, logrando cimentar las bases que ya tenía. Izaguirre, sin dudas, es uno de los entrenadores más reconocidos en el mundo y en la historia de la gimnástica cubana.
Ya a los 18 años, tras algunos problemas de indisciplina propios de esa primera juventud alocada, paso a entrenar con Antonio Juan, quien hoy vive en Estados Unidos, un excelente preparador, reconocido por ser un prestigioso juez en la federación del deporte en ese país.
Recuerdo que fue Antonio Juan el que te condujo a la selección nacional.
Así mismo fue. Puso tremendo empeño, empleó toda su sabiduría y logró que yo consumara el sueño de integrar el CUBA. Eso fue en 1983; yo estaba en la preselección que se alistaba para participar en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84, a los que después no fuimos por problemas políticos que nunca entendí, al igual que la mayoría de nosotros que vimos cómo se perdía el esfuerzo de todo un cuatrienio.
Siempre le estaré agradecido también a Antonio Juan, así como a los profes Héctor Ramírez y Antonio Franco, distinguidas personalidades de nuestro deporte en Cuba. Finalizo mi carrera con Izaguirre, quien al retirarme fue mi jefe como entrenador y a la par un gran maestro. De su savia tomé muchos de mis conocimientos. Como ves Julita, mucha gente linda me acompañó a lo largo de mi carrera en Cuba hasta que me retiro como atleta activo en 1995.
Y muchas cosas feas también hubo porque cuando pediste tu liberación como jefe de entrenadores, varios te hicieron la vida imposible; aún recuerdo aquel tormento que viviste cuando renunciaste a la dirección del equipo nacional.
Por el solo hecho de solicitar mi liberación, porque sencillamente, no podía más con aquello, me hicieron una campaña horrible. Corría 2007, yo de jefe de entrenadores y los problemas internos y la tensión que existían me superaban, aunque esa situación no era nueva; pero llega un momento en que no eres capaz de resistir.
Mis problemas con la Federación se agudizaron: dirigentes, técnicos y administrativos me hicieron la vida imposible, proliferaban las amenazas. Llega un día en que me citan para una reunión y yo, de iluso, pienso que es para darme mi baja, pacíficamente.
Me hicieron un juicio sumarísimo que parecía la Santa Inquisición aquello. Increíble; lo viví y no lo creo. Nadie se acordó de mis años dando triunfos como atleta ni de los que laboré como entrenador. De allí salí con una sanción de no poder salir de Cuba por cinco años ¿tú sabes lo que es eso?
Sí, Aguilera lo sé perfectamente. Es nada más y nada menos que El Proceso de Kafka. Si no los has leído, hazlo ¡qué horror! Ahí el circo te abrió las puertas, recuerdo eso.
Mi familia tenía que comer. Me contraté con la Empresa de Artes Escénicas para entrenar a los artistas circenses de la Compañía Habana. Le agradezco al señor Germán Muñoz, aún jefe de esa institución, por darme una mano cuando estaba desesperado.
Esa fue la época del éxodo de muchos gimnastas hacia el circo; a ti te achacaban esa fuga.
En todos los circos del mundo eso existe; se nutren de los gimnastas para los actos acrobáticos. El señor Germán siempre fue ético y les exponía la situación, pero ellos se mantenían firmes. Y es que tú sabes que en nuestro deporte los atletas siguen a su entrenador, no a los gimnasios.
Retomaron los de la Federación su ataque hacia mí porque yo “me robaba” los gimnastas. Esos señores no veían que las condiciones de la escuela cada día eran peores, que no había topes, que la aparatura se añejaba y acarreaba lesiones, que si te hacías un tatuaje, te pelabas al rape o te dejabas barba, te sancionaban.
En el circo no había esas trabas; mejoraban su nivel de vida, viajaban. Yo jamás capté a ninguno. Yo estuve ahí hasta 2015 cuando ¡al fin! pude salir de la Isla. Estuve preso sin ningún motivo cinco años. Recibí propuestas de Brasil, Estados Unidos, Canadá, Puerto Rico, Perú y México. Al cumplirse la sanción opté por el país azteca por mi amistad con Peniche. Esa es mi verdadera historia. Por solicitar mi baja, algo legítimo totalmente, fui sancionado, pero no guardo rencor. Arriba hay un Dios. Yo vivo en paz.
Tienes razón, vamos a quedarnos con lo bueno. ¿Anécdotas de tu larga carrera? ¿Se puede comparar tu tiempo con el actual?
Como te dije yo empecé en 1983 en la selección nacional y me despedí con los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 95. En ese lapso, nos preparábamos muy bien porque hacíamos habituales giras por los países europeos del entonces bloque socialista; entrenábamos en bases, competíamos, no como ahora que prácticamente van directo a las competencias.
Los gimnastas soviéticos, húngaros, alemanes democráticos, búlgaros, rumanos dominaban la arena internacional junto a los nipones, por lo que entrenar y competir con ellos nos daba un bagaje espectacular. Era el equipo de oro como tú nos bautizaste: Casimiro Suárez, Jesús Rivera, Damián Meriño, Raúl Menéndez, Erick López de jovencito, Israel Sánchez, entre los que me encontraba yo también.
Pero si el equipo era de oro, de más kilates aún era el cuerpo de entrenadores, cuyos nombres ya mencioné. Te digo algo: la mayoría de nosotros estamos regados por el mundo transmitiendo los conocimientos que esa pléyade virtuosa de técnicos nos enseñó.
Y ninguno está en Cuba.
En efecto, ahí está la gran diferencia. No quiero ser absoluto pero creo que todos o casi todos hemos emigrado; entonces… ¿nosotros somos los malos? ¿Y qué sucede cuando surge alguno “tocado por los dioses” como son los casos de Carlos Rafael Gil y su esposa Yareimi, quienes dirigían las escuadras nacionales? Sencillo: son expulsados y acosados, sujetos a campañas vergonzosas ¿y ahora? En solo año y medio han hecho maravillas con la gimnástica panameña.
O sea, ahí existe un abismo de conocimientos entre mi época y la actual. Aunque es difícil, no quito que surjan preparadores jóvenes que estudien y se superen, sobre todo, con la ayuda que el internet presupone y con los técnicos veteranos que aún permanecían en la Escuela Nacional. Así surgió Carlos Rafael que, con Manrique Larduet y Randy Leroux, conquistó triunfos internacionales importantes, situándolos en la élite mundial.
En nuestra época, nosotros competíamos bastante. Por ejemplo, Casimiro Suárez y yo íbamos a Grand Prix en Francia, Alemania, Japón, España, Estados Unidos; ganábamos y los premios en metálico nos lo arrebataba el INDER. Era otro tiempo pero eso no se hace en ningún tiempo. Sabes que si no lo entregabas no viajabas más. Por eso Charles León, primer medallista mundial cubano, se quedó en Estados Unidos apenas con 22 años.
Y todavía juzgan y sancionan a los atletas porque llevan tabaco y ron para vender. Hoy día, los deportistas “en el papel” reciben gran parte de sus premios pero según declaraciones de algunos, pasan los años y no les pagan lo que está consignado.
Pero mejor sigo con Félix Aguilera, quien en sus 12 años como miembro de la selección nacional intervino en tres Juegos Centroamericanos, otros tantos Panamericanos, en Campeonatos del Mundo y Grand Prix, Juegos Iberoamericanos. Fue ganador en las áreas centrocaribeñas y continentales y medallista en otros certámenes de alta gama en China, Europa y América.
Félix y yo nos caemos a anécdotas y a recuerdos a través de la magia del internet y así recordamos los Panamericanos de Indianápolis 87. La instalación que acogía a la gimnástica era un espectacular Domo que todos mirábamos como si estuviéramos en otro planeta.
Allí, la actuación de los cubanos fue brillante. Soy de las que opinan que los anfitriones fueron beneficiados en las puntuaciones de los jueces al ser la gimnasia artística un deporte de apreciación.
Aquel fue un torneo fortísimo, digno de un Mundial. La sede era impresionante, la disciplina, el trato de los organizadores estaban a la altura de un Mundial.
Estoy satisfecho con lo que he hecho en mi vida profesional, lo que no perdono ni voy a perdonar nunca es que, tras ardua preparación y después de haber clasificado para tres Juegos Olímpicos, no haya podido asistir a ninguno. Los dos primeros, Los Ángeles 84 y Seúl 88, por excusas políticas que nadie entendió, y los terceros, Barcelona 92, que me marcaron definitivamente y fueron la causa de mi cambio total, absoluto, definitivo de pensar.
Barcelona 92 signó a un Félix Aguilera nuevo.
Aquello fue feo. Yo llevaba 12 años luchando por el sueño olímpico. Había clasificado y prácticamente estaba entrenando solo. En abril, saliendo del gimnasio, leo en el periódico un titular: Félix Aguilera no participará en Barcelona 92 por fallas en su preparación.
Regreso y hablo con el jefe de entrenadores y le pregunto que cómo es posible que en abril se diga que yo estoy mal preparado si la Olimpíada es en agosto; pero, además ¿cómo me iba a enterar yo por un periódico?
Él me dijo que no fue su opinión, que había sido una decisión tomada por otras personas, que después supe quiénes fueron. Todo fue una cuestión personal, ni siquiera conmigo, y yo me pregunto ¿cómo es posible perjudicar a un atleta que lleva ¡12 años! esperando su quimera? Ahí me di cuenta de que el socialismo es una utopía como decía mi padre y que no era para nada un sistema humano ni justo.
A partir de ahí no fui más a entrenar ¿para qué? Me quería retirar, no era un jovencito aunque estaba bien; sabía que podía seguir aportando logros a mi deporte pero me decepcioné tanto que solicité la baja y me alejé tres meses.
En ese tiempo, por iniciativa propia, me puse a entrenar niños en la antigua Escuela Nacional, sita en Belascoaín. Había hecho un giro de 180 grados en mi forma de pensar. Actuaba diferente ¿tú sabes lo difícil que resulta en la gimnasia artística clasificar para unos Juegos Olímpicos y yo lo hice para tres… para qué? Para que la política o los intereses personales de este o aquel me cierren las puertas de mi sueño.
A los tres meses me llamaron para que entrenara para los Juegos Centroamericanos de Ponce, Puerto Rico, que fueron adelantados para 1993 y acepté para poder terminar mi carrera compitiendo. Lo hice bajo las órdenes de Ernesto Izaguirre y en la cita boricua fui el campeón del all around. Para mí ese era el colofón de mi carrera, aunque en Mar del Plata 95, ya con 30 años, competí para darle los puntos necesarios al equipo para obtener una medalla. Siempre luché por mi equipo y eso me enorgullece.
¿Tu etapa como entrenador?
Después de los Panamericanos de Mar del Plata comienzo a entrenar niños en la Escuela Nacional, rápidamente me pasan a juveniles y ahí es donde empiezo a preparar a muchachos de 13 y 14 años, entre ellos, Charles León y Adonis Vázquez, prometedores, talentosos.
Me proponen si quería trabajar como entrenador del seleccionado nacional que dirigía Izaguirre, a quien le debo mucho de lo que sé de mis conocimientos técnicos de un deporte tan difícil como la gimnástica.
Acepté, pues me dejaron seguir entrenando a los atletas que traía desde adolescentes y fue así que Charles León Tamayo con 21 años llegó a medallista mundial en el 2001.
Con Charles yo tenía sueños: materializar mi presencia en unos Juegos Olímpicos, al menos como entrenador. Desde su medalla mundial de 2001 yo sabía que él podía. Estábamos preparando un salto inédito, durante mucho tiempo, para presentarlo en Atenas y sorprender al universo gimnástico. Era un Kasamatsu con mortal agrupado. Imagínate que hasta Londres no se hizo nada similar.
Cuando él se queda en el Mundial de Los Ángeles 2003, a donde llegó lesionado, sufrí una gran desilusión por perder mi posible medalla olímpica, aunque nunca le reproché nada ¡es su vida! Para colmo, a mi regreso me “comieron”. Resumen: yo era el culpable de que el muchacho se hubiera quedado. Otra raya más para el tigre Julita.
Hablando de figuras sobresalientes de la gimnástica: Jorge Rodríguez, Jorge Cuervo, Casimiro Suárez, Erick López, tú mismo, Manrique Larduet ¿generaciones espontáneas?
Épocas diferentes, códigos que complejizan el deporte cada cuatrienio, situaciones distintas, pero siempre hubo un relevo. Y eso tuvo que ver con la época de oro de los entrenadores que para mí se extendió entre 1980 a 1993 y esos técnicos encontraron la forma de ir encontrando talentos en una escalera de éxitos. Pero ahora… ¿qué? Máxime con la partida de Carlos Rafael Gil ¡en fin!
¿Planes futuros de Félix Aguilera?
Mi sueño es seguir trabajando como entrenador, seguir preparando a jóvenes figuras, seguir cosechando éxitos, aunque siento que no sean atletas cubanos y triunfos para mi patria. Siempre pondré el mayor empeño porque mis discípulos sean excelentes gimnastas y grandes seres humanos. Es lo que me enseñaron a mí.
¿Dónde estaré? No lo sé con seguridad, me gusta México pero he recibido varias ofertas de contratos que pueden abrirme otros horizontes, muy esperados por mí, y espero se materialicen y sean exitosos.
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