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Los cinco de Cuba: Nicole Malliotakis, María Elvira Salazar, Alex Mooney, Carlos Giménez y Mario Díaz-Balart, reforzaron este martes su condición de garantes democráticos frente a los devaneos de Biden ante el tardocastrismo agonizante; revalidando sus escaños en la Cámara de Representantes.
La crisis terminal de la dictadura más antigua del mundo exige contundencia democrática, especialmente cuando la Casa Blanca, la Unión Europea, el Vaticano, agentes de influencia y gusañeros andan jugando a la rueda, rueda de pan y canela con el destino de once millones de cubanos; circunstancia que convierte a los cinco cubanoamericanos; junto a otros políticos nacidos en la isla o de padres cubanos, como el victorioso senador Marco Rubio, en antídoto a los delirios voluntaristas de un parte del Partido Demócrata, el presidente y el lobby procastrista en Washington.
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El quinteto rebelde ganó porque trabajan mucho y bien y, una mayoría de sus electores, reconocieron sus méritos, renovando la confianza en quienes mejor los representan y defienden sus intereses a orillas del Potomac; por tanto, la victoria de los cinco de Cuba tiene igual mérito que la capacidad del Partido Demócrata para contener el pronosticado vendaval republicano.
Sus legítimas victorias, frente a contendientes meritorios y con total transparencia democrática, echa por tierra las boberías solemnes de filósofos de barbería, envidiosos y opinionados sobre cinco mujeres y hombres, cuya principal valor es servir, cualidad muy útil ante un nuevo intento obamístico con La Habana, que se estrellará contra el miedo que corroe a la dictadura más antigua de Occidente.
Entre los errores más frecuentes de la política actual están la polarización ideológica y convertir cada cita electoral en plebiscito, como acaba de pasarle al Partido Republicano y ocurrió al presidente Miguel Díaz-Canel con el Código de las Familias, con el añadido que los resultados del mid term llenará de consternación a los Torquemadas recién conversos de la cubanología, que leyeron la elección como una cruzada contra el comunismo, en otro acto de masturbación pueril.
La reacción más habitual de radicales en las derrotas electorales es argüir que los votantes se equivocaron; en una clara muestra de escasos valores democráticos y pasión totalitaria; tan en la tradición cubana de hombres pródigos, que ha resultado carísima para la nación y la ciudadanía.
Malliotakis, Salazar, Mooney, Giménez y Díaz-Balart -junto a otros políticos cubanoamericanos- están legitimados democráticamente para criticar y oponerse a la política de Biden con respecto a Cuba e influir en la agenda bilateral; pero su mayor fuerza radica en la libertad y riqueza de sus distritos electorales.
Cuando el anticubano partido comunista y sus bobos solemnes critiquen la pobreza en Estados Unidos; las oficinas de la victoriosa Fórmula V solo deben publicitar cómo se vive en Florida, Nueva York, West Virginia y contrastarlo con esos emporios de dicha y prosperidad que son Marianao riquísimo, Pinar del Río sin luz, Santiago de Cuba con dengue y una tasa de inflación récord sobre las doloridas costillas de millones de empobrecidos.
No hace falta poner el acento en los ricos, sino en los menos favorecidos de cada distrito, protegidos por la democracia más antigua y rica del mundo; cuando los empobrecidos cubanos descubran cómo vive un pobre en Estados Unidos, se acabarán los guapos en Yateras; aunque muchos ya lo saben.
La mansedumbre de Biden frente a la agresión migratoria orquestada por la casta verde oliva y enguayaberada, lanzando a 225 mil emigrantes contra Estados Unidos; con la complicidad de Daniel Ortega y Andrés M. López Obrador; hace más útil el triunfo electoral de los cinco Villalobos, acompañados por el senador Marco Rubio, que no solo deberán oponerse a los designios presidenciales, sino ocuparse de la llegada y reacomodo de los huidos de la cárcel con hambre, que no sean deportados.
El primer cubano en advertir el cambio de palo pa rumba de Biden, fue el sensato senador demócrata Bob Menéndez, alertando sobre la inconveniencia de enviar mensajes equivocados a la casta verde oliva y enguayaberada en terapria intensiva, pero nadie escuchaba en Washington, que aceleró la maniobra, desarticulando el equipo que supervisaba Cuba en el Departamento de Estado y sustituyéndolo por burócratas migratorios.
La emigración es quizá la consecuencia más visible del estado fallido que destroza a Cuba, pero es solo metástasis, el cáncer es la casta verde oliva y enguayaberada; frente a la que Washington corre el riesgo de cometer un error parecido al que, junto a Europa, cometió entonces con Vladimir Putin, creyendo que los comunistas, cuando se hacen ricos, se convierten en celosos guardianes de la democracia y el libre mercado.
El tardocastrismo hará de aguafiestas, minimizando y/u ocultando las resonantes victorias de los cinco de Cuba en Estados Unidos y resaltando el aguante Biden frente a los republicanos y Donald Trump, su colorao maldito, con quien no se atrevieron a mandarle emigrantes, pese a que paralizó los convenios migratorios y asfixió al complejo militar-empresarial GAESA.
Ya da igual, muchas víctimas han aprendido a burlar la manipulación informativa y, este miércoles, mientras esperan una guagua para ir al trabajo sin haber podido desayunar, o guardan cola en las tiendas dolarizadas por la revolución de, por y para los humildes, comentarán felices: ¡Te enteraste, ganó María Elvira, el Rubio ese está escapao! y un jubilado. que desperdició los mejores años de su vida al servicio de una causa estéril, pero que sabe donde el jején puso el huevo, apuntará: Nicole ganó en Nueva York y Alex en West Virginia y también son cubanos, como nosotros...
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