Arabia Saudita dio una de las grandes sorpresas de la historia mundialista y derrotó 2x1 a una Argentina que partió como amplia favorita, se puso delante de modo prematuro y después fue remontada por un grupo que le puso más alma y corazón.
La albiceleste salió al campo del estadio Lusail -sede de la final del certamen- con "Papu" Gómez ocupando la plaza del lesionado Giovani Lo Celso, y tan pronto como al minuto dos ya Lionel Messi probaba al portero saudita, que alcanzó a despejar in extremis.
Poco después, en un tiro de esquina, un penal demasiado riguroso pitado por el esloveno Slavko Vincic puso delante a los doble campeones del mundo. Messi cobró con suavidad, llegó a siete goles a este nivel, se convirtió en el primer jugador de su país que marca en cuatro certámenes del orbe, y a partir de ese décimo minuto dio la sensación de que el equipo optó por cumplir el trámite con el mínimo esfuerzo.
Así y todo no dejaron de aparecer ocasiones, las más de las veces derivadas de servicios largos. Sin embargo, si algo bueno tuvieron los árabes en ese primer tiempo fue la sincronización de su última línea, y por ese camino, en tres ocasiones se anularon goles argentinos (uno de la Pulga y dos de Lautaro Martínez).
La ventaja era mínima cuando los conjuntos regresaron del vestuario, y fue entonces cuando el estadio retumbó con el empate conseguido por Saleh Al-Shehri al minuto 48. Los sauditas creyeron posible el milagro, la gente de Lionel Scaloni parecía confundida, y cinco minutos después cayó un golazo de la estrella del plantel, Salem Al-Dawsari.
Es decir, la campeona de América iba perdiendo contra un equipo armado única y exclusivamente por jugadores de su liga nacional. Un equipo que solo había vencido en tres de 16 partidos de Copa del Mundo. Un equipo que entre junio y septiembre no anotó en los amistosos jugados ante Colombia, Venezuela, Ecuador y Estados Unidos. Increíble.
Nada le funcionaba al cuadro sudamericano. Se le notaba incómodo en salida, Leandro Paredes se equivocaba una y otra vez, "Papu" era más esforzado que efectivo, Messi no entraba en contacto con la pelota y la defensa era la sombra de aquel muro granítico que le ganó a Brasil en el Maracaná y se almorzó a Italia en Wembley.
Scaloni intervino entrando en juego a Julián Álvarez, Enzo Fernández, Marcos Acuña y Lisandro Martínez, y al rato volvieron a surgir oportunidades que, por una u otra causa, se esfumaron para desesperación de la hinchada albiceleste. Ni cortos ni perezosos, los sauditas se entregaron a una defensa numantina, perdieron tiempo a mares, y los prolongados minutos de descuento se fueron entre acometidas sin brújula y esfuerzos estériles.
Caía de ese modo la racha de 36 partidos sin perder de la escuadra sudamericana, que no salía cabizbaja desde 2019. Se quedó a uno de igualar el récord de Italia, y lo peor, ahora se verá obligada a derrotar a México y Polonia para pasar a octavos y evitar una humillación inolvidable. Si quiere ser campeona, tendrá que repetir la gesta de España en 2010, que arrancó derrotada por Suiza y luego llegó al trono. Visto lo visto, parece complicado.
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