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La Croacia de Luka Modric debió remontar el marcador y luego decidir en los penales su compromiso de octavos de final ante Japón, que se quedó a las puertas de su mejor actuación histórica en Mundiales.
En el Estadio Al Janoub se dieron cita el subtitular del mundo y el vicecampeón de Asia, dos equipos de estilos distintos que ponderan como pocos el trabajo colectivo.
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Por supuesto, la historia se colgaba del brazo croata, que había llegado a los octavos tirando del oficio de una base casi inalterable. Sin embargo, en la otra trinchera había un matagigantes que lideró asombrosamente el grupo E con triunfos sobre Alemania y España.
Zlatko Dalic, seleccionador de los balcánicos, lo tenía muy claro en la previa del encuentro: “No será un partido fácil para nosotros. Tenemos que mostrar respeto por nuestro rival”. Y vaya si le asistía la razón: tan pronto como al minuto tres, los nipones estuvieron a punto de marcar por la vía menos esperada, el juego aéreo.
El técnico Hajime Moriyasu -que canta el himno nacional en modo samurai embravecido y anota con disciplina monacal todo cuanto sucede sobre el césped- ordenó comenzar ejerciendo presión alta, en contraste con el bloque bajo que dispuso en la arrancada frente a España.
Pero Croacia sabe de lo humano y lo divino y se acomodó rápidamente al ritmo alto exigido por un adversario que volaba sobre el campo como si fueran Hondas, Suzukis, Kawasakis y Yamahas en un circuito de Moto GP.
De manera que los oponentes intercambiaron embestidas a lo largo de todo el primer tiempo. Digamos, el grave error de Takehiro Tomiyasu casi le sale caro cuando Ivan Perisic quedó mano a mano (aunque escorado) ante el arquero Suichi Gonda. Poco después, al '12, la respuesta consistió en un centro raso de Junya Ito que pasó a centímetros de ser empujado por el botín de Daizen Maeda.
Ahora bien, quienes tenían dudas acerca de si Japón había llegado hasta esta instancia por méritos propios las habrán despejado con una acción ocurrida al minuto 40, donde los de casaca azul alardearon de capacidad para asociarse en espacios reducidos, movilidad y juego de primeras.
Tan espléndido fue el repaso futbolístico que Croacia pareció quedar medio aturdida. Y lo pagó: al '43, Maeda aprovechó un balón suelto en el área para superar a Dominik Livakovic. Por vez primera en el Mundial, Japón empezaba arriba en el score.
A la vuelta del vestuario, los croatas -que nunca han tenido reparos para arar la tierra al sol del resistero- recrudecieron el trabajo, y el premio les llegó al '57 tras un gran centro lateral de Dejan Lovren que Perisic redireccionó magistralmente con la testa.
A falta de media hora de partido, el espectáculo estaba asegurado. Y si el empate no se quebró enseguida fue por sendos paradones de Livakovic (sobre el disparo de Wataru Endo) y Gonda, que se vistió de Lev Yashin y echó a corner el tiro envenenado de Modric.
Las oportunidades no pararon de surgir, pero el reloj seguía camino del final con igualdad en la pizarra. Así, hasta que el pitazo del marroquí nacionalizado estadounidense Ismail Elfath determinó que habría prórroga, la primera del torneo de Qatar y la cuarta para la selección de Croacia desde Rusia 2018 a la fecha (recordemos que entonces se deshizo en tiempo extra o penales de Dinamarca en octavos, Rusia en cuartos e Inglaterra en semis).
La noticia no era precisamente buena para los “Vatreni”, cuyo equipo era el que menos jugadores había utilizado en el evento y, por ende, podría acusar mayor desgaste. Al tanto de ello, Dalic no vaciló para reemplazar a Mateo Kovacic, Perisic y también al mismísimo Modric, que dejó el campo rodeado por los fantasmas de un posible último baile mundialista.
El zurdo Lovro Majer tuvo el gol en su pierna derecha a falta de un suspiro para la definición desde los 11 metros, pero su golpeo salió afuera y llegó la lotería. Allí, crecido hasta los cielos, Livakovic devino muro de contención y facilitó el pasaje a cuartos de los subcampeones hace cuatro años.
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