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Marruecos se convirtió en la gran noticia de los octavos de final de Qatar 2022 al derrotar a España en los penales (0-0 tras 120 minutos) y consiguió su primera clasificación a la fase de los ocho mejores del planeta.
Dos naciones que han sostenido un dilatado contencioso político saltaron a la hierba del Education City Stadium en busca de un boleto solitario. Marruecos, con su once de gala. España, con la sorpresiva inclusión de Marcos Llorente en el lateral derecho y otra vez sin referente de área.
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Pese a su cercanía geográfica, las selecciones de ambos países solo se habían cruzado tres veces en la historia, la más reciente de ellas en Rusia 2018, cuando empataron a dos goles durante la fase de grupos.
Pero ahora la lucha era en fase de eliminación directa. Sergio Busquets llegaba a 17 choques mundialistas (los mismos que Iker Casillas y Sergio Ramos), y los Leones del Atlas -inspirados a tope- regresaban a octavos 36 años después.
Bajo una ensordecedora silbatina de la nutrida afición marroquí, España (faltaba más) controló la pelota desde el primer momento ante la aparente displicencia de un equipo que jugaba a esperar por el error. Justo como Japón.
El bloque africano, muy compacto, dejaba poco espacio para el juego entre líneas tan caro a La Roja (hoy de blanco y azul), y el peligro marroquí nacía por las bandas: por derecha, Achraf Hakimi se unía a Hakim Ziyech para causar revuelo; por izquierda, Sofiane Boufal jugueteaba con un Llorente engarrotado.
El asunto es que los dos lo intentaban con alma y corazón, pero sus esfuerzos terminaban en las alcantarillas de la esterilidad. Los de “Twitch” Enrique intercambiaban posiciones, a ratos alteraban el dibujo, pero carecían de velocidad en la circulación de la pelota. Los de Walid Regragui salían como motos y se ponchaban repetitivamente.
La primera oportunidad del encuentro surgió al minuto 27 en una jugada donde Marcos Asensio eligió disparar en lugar de ceder para la cómoda llegada de Ferrán Torres. La siguiente la tuvo Marruecos (m.33) con un cañonazo muy centrado de Noussair Mazraoui. La restante, más clara que todas, la dilapidó Nayef Aguerd ('42) al cabecear por fuera con todo a su favor.
Eso fue todo en un período de muchos más silbidos que emociones. Al regreso de los camerinos -mismas alineaciones, diferentes estados anímicos- los equipos se estiraron y el campo se agitó. Ferrán seguía siendo el más activo del ataque español, pero se echaba en falta la figura de un '9'. A la hora, el técnico asturiano aparcó la tozudez y ordenó entrar a Álvaro Morata, acompañado por Carlos Soler. Enfrente, Abde Ezzalzouli salió a tirar regates y generar desequilibrios.
Pasado el '70, la zaga de Marruecos continuaba en su zona de confort. Había recibido un solo gol en todo el campeonato (encima, en propia puerta), y no tenía problemas para controlar el trámite frente a una escuadra intensa pero sin profundidad.
Desgastado, Ferrán dejó su puesto a Nico Williams, y el hermano de Iñaki ganó línea de fondo y tiró un centro envenenado. Nadie acertó el remate. Luego Morata se inventó una jugada similar, también en vano. Regragui tomó nota y cambió al resto de sus titulares por izquierda. En las gradas no paraban de silbar.
Después de que Morata no pudiera definir de testa al borde del descuento, la prórroga se impuso. Alejandro Balde (19 años) y Ansu Fati (20) salieron a refrescar el costado de Jordi Alba y Dani Olmo. España tenía el mando, cada vez se aproximaba más al arco de Yassine Bono, mientras del otro lado daba la sensación de que las fuerzas escaseaban. Sin embargo, una combinación espléndida dejó a Walid Cheddira de cara a Unai Simón, que atinó a despejar el tiro con una pierna salvadora.
La segunda mitad del tiempo extra resultó más de lo mismo. A Marruecos le gustaba la idea de irse a los penales, entró en modo defensa numantina y España dominó sin lograr ejercer su autoridad. Para colmo, Williams -que era el mejor del juego- salió con molestias, y un disparo cruzado de Pablo Sarabia besó el poste y fue lo último que aconteció antes del pitazo.
Ya en la lotería, el ruido de la fanaticada se multiplicó cada vez que lanzó España. Sarabia volvió a golpear el poste, Soler y Busquets no pudieron con Bono, y Hakimi -quien vio la luz en Madrid- ejecutó un Panenka para sentenciar. Antes del choque, Luis Enrique había dicho que "el fútbol no es un deporte justo, pero si haces más méritos sueles ganar. Y si no se da, felicitaremos al rival y nos iremos para casa".
Toca felicitar, por tanto.
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