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Cuba no puede vivir sin Estados Unidos, depende cada vez más de la solidaria emigración y mendiga a Rusia, Irán, China y Turquía; mientras alardea de independencia y soberanía con un país devastado humana y socialmente por el comunismo, que pretende convertir la isla en una gran residencia de ancianos.
El programa de Parole humanitario de 30 mil visados mensuales para cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos acrecienta la descapitalización humana de Cuba, que ya afecta a todos los ámbitos de la sociedad, Incluido el partido comunista, que debió importar a un cuadro de Sancti Spíritus para que se haga cargo de Isla de la Juventud; tan envejecida como el resto de la nación.
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Para ser dirigente de base en Cuba hay que estar ciego, ser suicida o desvergonzado y cada vez es más complicado encontrar cuadros valiosos en la cantera que pastoreó Machado Ventura hasta su jubilación forzosa y que se fue vaciando, según destruían al país que los vio nacer.
Cuba es pedestal y no ara para la casta verde oliva y enguayaberada, atrapada en su propio laberinto de mentiras y simulaciones, donde un mercenario al servicio del Kremlin pretende pontificar sobre patriotismo en la televisión estatal.
La represión, el éxodo y la ineficacia generalizada distinguen al gobierno cubano, incapaz de responder siquiera a mínimos retos sociales y viviendo en la perenne postergación de la mala vida de la mayoría de los cubanos; víctima de un grupito de hacedores del mal con eficacia y nulos para proveer felicidad y prosperidad.
En los tiznados -por caña quemada- años 70 del siglo XX, muchos cubanos escaparon del tedio de la glorificación verde oliva, con la pelota, donde cada juego contra Estados Unidos devenía en un duelo al sol, aunque se jugara de noche; y Nocturno, la ventana radial más plural y persistente de la memoria afectiva nacional.
La cantante italiana Mina Mazzini sedujo a miles de cubanos -hoy abuelos- con temas como Y si mañana; y colocó, en el hit parade, un número de rabiosa actualidad: Parole, Parole, que hacía a dúo con Alberto Lupo y/o Adriano Celentano.
La orden de emigrar siempre está dada; incluso cuando las baladas italianas aliviaban almas, muchos cubanos padecían internamiento forzoso en campos de trabajo por cuatro años, donde debían ganarse el derecho a irse, con disciplina y cumplimiento de la norma; evaluada por un combatiente de la revolución, también castigado por errores cometidos en la construcción del delirio totalitario, que una vez soltaba al emigrante potencial, le requisaba la casa con todo dentro y cobraba los pasajes aéreos en dólares estadounidenses.
Si alguien duda, solo debe desempolvar a la dulce Farah María con su Recuerdo de aquel largo viaje que; antes de morir, se lo picheó en directo al presidente Miguel Díaz-Canel en un teatro de La Habana.
La letra es de Raúl Gómez; otro emigrado, que contó el trauma así:
"La gente corre a mi alrededor/ El viento arrastra algún sombrero, oh/ Los niños juegan sin preocupación/ y mientras tanto yo espero yo espero/ Quizás mañana brille más el Sol/Y mi esperanza ya no muera/Yo seguiré sentada en el anden/Dejando el tiempo mirando el día..."
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