La Asamblea Popular Nacional eligió de forma unánime este viernes a Xi Jinping como presidente de la República Popular China, consolidando aún más su poder luego de que en octubre pasado fuera ratificado su liderazgo al frente del Partido Comunista.
El tercer mandato como presidente de Xi ha sido considerado histórico y ratifica su condición de líder más poderoso en décadas del gigante asiático. Con 2,952 votos a favor, cero en contra y ninguna abstención, el gobernante da un paso más hacia la perpetuidad de su poder.
“Reciba estimado Xi Jinping cálidas felicitaciones por su elección como Presidente de la hermana R.P.China, expresión de la confianza del pueblo en sus valiosas contribuciones a la causa del socialismo. Nos honra contar con su entrañable amistad y la del pueblo, partido y gobierno chinos”, le transmitió el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel por Twitter, quien estuvo de visita en el país asiático a finales de noviembre.
Único candidato al cargo, el dirigente de 69 años había sido reelegido por otros cinco años como secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) y jefe del ejército, los dos cargos de más poder en el país. Su reelección como presidente, incluso por unanimidad, era cuestión de trámite.
El mandatario chino con más poder desde los tiempos de Mao Zedong fue el promotor de un cambio constitucional aprobado en 2018 que eliminó el límite máximo de dos mandatos como jefe del Estado, abriendo el camino hacia esta tercera legislatura.
Ni las protestas por su política de "covid cero", ni la presión internacional por la responsabilidad de China en el origen de la pandemia, ni la ola de muertes que provocó en su país, cuyas cifras siguen siendo un misterio, minaron su liderazgo, ejercido con mano de hierro desde 2013.
El trámite legislativo, cuidadosamente coreografiado por la Asamblea Popular Nacional, incluyó el nombramiento de Li Qiang como primer ministro del país. El aliado de Xi, figura clave en su política anticovid, reemplazará a Li Keqiang en el cargo.
Solidificado su poder absoluto al frente de todos los aparatos del Estado, analistas estiman que Xi Jinping -cuyo pensamiento es de estudio obligado en centros docentes del país, además de guía a seguir en toda actividad política-, podría perpetuarse al frente de la segunda economía del planeta, al menos hasta 2032.
El gobernante se enfrenta ahora al reto de reimpulsar la economía tras la crisis que supuso la pandemia de coronavirus, en un escenario geopolítico dominado por la creciente rivalidad con Estados Unidos. Según El País, el liderazgo de Xi se enfrenta en este tercer mandato a una doble crisis de confianza: por parte del sector empresarial privado en China, por un lado, y de los gobiernos occidentales, por otro.
Las preocupaciones de ambos centros de poder “podrían paralizar los objetivos de Xi Jinping de convertir a China en un poderoso país moderno”, aseguró a este medio Scott Kennedy del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), un instituto con sede en Washington.
La “modernización básica” de China antes de 2035 es una idea rectora del nuevo “emperador” chino, que pretende convertir a la nación en un “gran país socialista moderno” antes de mitad de siglo, mediante el “desarrollo de alta calidad”.
Sin embargo, “las empresas privadas están frenando sus planes de inversión, y Occidente persigue una competencia estratégica contra China”, en opinión de Kennedy, lo cual –según este experto- impacta de lleno en la agenda de Xi.
Con Estados Unidos y los países occidentales apoyando a Ucrania frente a la invasión rusa, mientras globos misteriosos surcan su espacio aéreo; con tensiones en el mar de China meridional; con la mirilla de todos puesta en su gestión de la pandemia y un desarrollo tecnológico alcanzado con ayuda del espionaje industrial, el mandatario tiene la oportunidad de demostrar una vez más los beneficios de la “paciencia estratégica” que llevó a China a convertirse en el actor global que es en la actualidad.
Qin Gang, nuevo ministro de Exteriores de China, alertó recientemente de la posibilidad de un “conflicto” si Estados Unidos no pisaba el freno. Pero ya en octubre, ante sus “camaradas” del PCCh, el líder avisó de la necesidad de mantener el “espíritu de lucha” para “afrontar los peores escenarios” y navegar entre “vientos fuertes, aguas agitadas e incluso tormentas peligrosas”.
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