En un sorprendente giro de los eventos marinos, la empresa estatal pesquera en Isla de la Juventud ha anunciado que las langostas, al parecer, no quieren ser menos que los cubanos y también han decidido emigrar.
Según Ramón Contino, director de Tecnología de la empresa Pescaisla, "las langostas ya no participan en el plan anual de producción debido a una inesperada ola migratoria hacia aguas más profundas". Esta excusa innovadora fue lanzada durante un visible esfuerzo de public relations en la televisión oficialista local.
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Pero no se puede culpar a las langostas por buscar aguas más frías y menos comprometidas políticamente. No obstante, Contino también señala con sutileza que la tecnología de pesca, como las embarcaciones, están en la cuerda floja, lo que complica perseguir a los exiliados del océano.
Mientras tanto, las cifras de captura se asemejan más a la economía cubana: una sombra de lo que alguna vez fueron. Y como era de esperarse, la procesadora de estos fugitivos del mar también ha visto días mejores.
Las creativas explicaciones de Contino resuenan con las declaraciones de la viceministra de la Industria Alimentaria, Mydalis Naranjo Blanco, quien, con una lógica irrefutable, aseguró que si no hay pescado en las tiendas es porque no hay peces en el agua. Esta perla filosófica ha sido motivo de carcajadas e indignación entre los internautas cubanos.
Por su lado, el ministro encargado, Manuel Sobrino Martínez, se quejó de que a pesar de tener más de 60 barcos, estos no son suficientes para evitar que las cifras desciendan por debajo de la línea de flotación del plan económico.
Curiosamente, a pesar de la clara señal de que incluso los seres marinos prefieren distanciarse del sistema, el gobierno mantiene la exportación de pescado como una prioridad inversamente proporcional a su disposición a reparar barcos o, mejor aún, políticas.
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