Este domingo 23 de junio se cumplen 23 años del desmayo que sufrió el dictador Fidel Castro durante un discurso que pronunciaba en el municipio habanero de El Cotorro.
“Cualquiera diría que me hice el muerto para ver el entierro que me hacían”, bromeó el líder de la llamada “revolución cubana” una vez repuesto de la lipotimia o “ligero descenso” que dijeron había sufrido.
Según contó luego, se había pasado toda la madrugada preparando su discurso, en el que anunció una "batalla larga y difícil" por la liberación de los cinco cubanos condenados por espionaje en Estados Unidos.
“La culpa es mía por querer recoger tantos datos”, señaló Castro una vez instalado en los estudios del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). El parloteo del Cotorro le había pasado factura, pero el aire acondicionado del ICRT le devolvió la lozanía. “Me gusta este lugar. Es cómodo y está fresco", dijo al comparecer en la Mesa Redonda para rematar su campaña.
Con 75 años en las costillas, Castro se había subido a la tribuna decidido a lanzar su nueva campaña mediática y propagandística de los “cinco héroes”, que serviría de nuevo elemento aglutinador con el que pensaba dar un balón de oxígeno a su ya desgastado régimen.
Con la ayuda de Hugo Chávez, quien había llegado a la presidencia de Venezuela en febrero de 1999 y había sustituido la tubería de petróleo cerrada por un malencarado Vladimir Putin iniciando el siglo XXI, Castro soñaba con empezar a recuperarse del llamado “Periodo Especial” de los años noventa.
Luego de más de dos horas de alocución en el Cotorro, Castro comenzó a dar señales de malestar, balbuciendo y agarrándose fuerte a la tribuna, en lo que aparentaba de inmediato un desvanecimiento, o bajón de presión.
Tras unos segundos de estupor entre sus seguidores y personal de seguridad, en los que se les vio desconcertados y sin saber qué hacer, sus colaboradores y escoltas subieron a la carrera hasta la tribuna para auxiliarle.
Unos 15 minutos después y tras la administración de un mágico reconstituyente, Castro volvió a la tribuna con eufórica energía y proclamó entre muecas: "Estoy bien, no se preocupen".
El episodio marcó un hito en la historia del líder comunista, quien, a partir de entonces, perdió la aureola mística de héroe inmortal con la que lo había envuelto la propaganda y el adoctrinamiento del Partido entre las masas.
Por primera vez el pueblo vio en directo a un Castro mortal, envejecido, débil, que pedía "ayuda" con un hilo de voz.
A esta imagen, le sucederían otras en las que se le vio desvariar, con la mirada perdida, cayendo de bruces en la tribuna de Santa Clara (mítico tropiezo que marcó su decadencia final) y finalmente sucumbiendo a la revolución de sus propios intestinos, que lo sacaron del poder.
Según dijo en una entrevista de 2010, en la caída de Santa Clara, “influyó que los que lo cuidan a uno también se van poniendo viejos, pierden facultades y no se ocuparon”. Poco después volvía a caerse cuan largo era en Holguín.
“El 23 de junio del 2001 sucede el patatús más famoso en la historia de Cuba. Cuenta la leyenda que ese día la mierda corrió a raudales, y todo un pueblo se ilusionó”, recordó este domingo el usuario identificado en X como Liborio en Cuba.
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