Oleada de deserciones entre estudiantes cubanos en Rusia por retrasos del régimen en pagar manutención

Pasan hambre, frío y están permanentemente vigilados y amenazados con ser devueltos a Cuba si trabajan por la izquierda, sacan malas notas o faltan a la universidad. Estudian carreras relacionadas con tabaco, ciencia, innovación, transporte, ferrocarril y petróleo. El año pasado, de 12 becados, se graduaron dos de una carrera y sólo uno de ellos regresó a la Isla

Cedida Foto © José Alberto Ferrán, abandonó los estudios y emigró a Estados Unidos

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"Pasamos tanto frío que escupimos coágulos de sangre". Así sobrevive medio centenar de alumnos cubanos que estudian en universidades rusas carreras relacionadas con tabaco, ciencia, innovación, transporte, ferrocarril y petróleo, en condiciones que van más allá de la precariedad. Llegaron a Rusia orgullosos de ser los elegidos, pero una vez allí, las condiciones son muy distintas a lo pactado. La manutención que envía el régimen cubano se retrasa siempre uno o dos meses y los que tienen familia fuera de Cuba consiguen sobrevivir, pero los que no, chapotean en la miseria más absoluta. De ahí, la oleada de deserciones. El año pasado, de 12 becados, se graduaron dos y sólo uno regresó a la Isla.

José Alberto Ferrán es uno de esos alumnos que dejó la carrera al mes de llegar a Moscú, regresó a Cuba, se sacó un pasaporte nuevo y se fue por Nicaragua. Desde Nueva Jersey ha hablado con CiberCuba. Su versión ha sido corroborada por otra persona que a día de hoy estudia en Rusia con una beca del régimen cubano.


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Para Ferrán, fue un honor ser seleccionado entre todos los alumnos de Ingeniería Industrial de Pinar del Río para ir a estudiar a Moscú. En Cuba le dijeron que terminaría sus estudios en la Universidad Estatal Lomonósov, lo que no le dijeron es que lo iban a montar en un avión en diciembre, en pleno invierno, con temperaturas bajo cero, sin dinero y sin abrigo para ir a estudiar en una universidad a las afueras de Moscú.

Tampoco le dijeron que tenía que pagar entre 2.000 y 3.000 rublos mensuales (20-30 euros) por la residencia en la que iba a vivir con 120 alumnos por planta y un solo fogón con dos hornillas para cocinar todos. No le contaron que estaría permanentemente vigilado y amenazado con retirarle la visa o que el seguro médico que les paga Cuba sólo cubre la consulta de Atención Primaria. El resto, lo tiene que pagar el alumno de su bolsillo y también tiene que asumir el pago de la renovación anual del visado.

Y hay más pagos. Por ejemplo, el soborno a la Policía rusa, que los detiene continuamente por la calle, sobre todo, a los que se saltan las normas y salen de la ciudad, algo que no está permitido por los "capacitadores de la Embajada de Cuba en Rusia" y los amenazan con que si no pagan los llevan a prisión. Todos temen que los recluten para la guerra de Ucrania o que haya un atentado en cualquier momento y los pille en mitad del fuego. Nadie les ha dicho qué hacer en ese caso, a quién acudir ni dónde refugiarse.

Entre los propios alumnos hay chivatos que informan a la Embajada si sus compañeros faltan a clase, si están trabajando por la izquierda o si sacan malas notas. Además, todos han firmado un contrato que incluye el nombre de un familiar como avalista, si ellos desertan, ese familiar tiene que pagar lo que les ha dado el régimen en concepto de manutención o de lo contrario no pueden entrar a Cuba.

De hecho, José Alberto Ferrán, poco antes de abandonar el país, recibió una carta en la que le exigían el pago del dinero empleado por el Gobierno cubano para enviarlo a pasar frío y hambre a Moscú. Él no hizo caso y salió de Cuba después de intentar retomar sus estudios en su universidad en la Isla y ver cómo, pese a haber aprobado el segundo año de la carrera, lo obligaron a repetir so pretexto de que habían incluido dos asignaturas nuevas. Ante tantos obstáculos, optó por escapar.

Los que estudian Transporte, como José Alberto Ferrán, dependen de Gustavo José Cobreiro Suárez, en la embajada, y de Francisco De Castro, jefe de Capacitación de la Unión de Ferrocarril de Cuba. Son ellos quienes les amenazan y controlan. También les dan charlas cuando ocurre algún hecho relevante en Cuba.

En Rusia, muchos optan por trabajar por la izquierda para poder comer mientras llega el pago del Gobierno cubano que, según les ha explicado una funcionaria, está autorizado, pero no hay liquidez para hacerlo efectivo. Cuando eso ocurre, los euros que reciben tienen que cambiarlos obligatoriamente en rublos y si necesitan euros, deben cambiar de nuevo. En el cambio para alante y para atrás, pierden dinero.

Ell propio Cobreiro, consejero de Educación y Ciencia, en la Embajada, les amenaza con cancelarles la visa y dejarlos ilegal en Rusia si comprueba que están trabajando sin contrato. Otro riesgo que tienen que correr es quedarse muchas veces sin cobrar porque los empresarios rusos les prometen 15.000 rublos (150 euros) a la semana y cuando llega el viernes, el que los contrató desaparece y no paga.

Los que viven bien en Rusia son los hijos de papá, como la propia hija de Cobreiro, que disfruta allí de la buena vida. Los que vienen de familia humilde no sólo tienen que conseguir dinero para comprarse abrigo y no morirse de frío. También tienen que mandar algo a la familia que dejaron en Cuba. Su situación es límite y sólo piensan en casarse con una rusa o con un ruso; pedir asilo en la Embajada americana o llegar a España cruzando fronteras.

Lo han intentado todo y la vía más segura, a día de hoy, es renunciar a la carrera, arriesgarse a que les cancelen la visa y los dejen ilegal en Rusia o salir cuanto antes de allí, regresar a Cuba y sacar otro pasaporte y huir por Nicaragua, como hizo José Alberto Ferrán. Encima, el título que se sacan en la universidad rusa no tiene validez internacional, porque es como si hubieran estudiado en Cuba. No tienen estímulos para seguir adelante y aprovechar esta "oportunidad" que les ha dado el régimen cubano. Muchos lo dejan porque no son capaces de superar esta prueba de supervivencia.

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Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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