Han pasado veinte años desde que Fidel Castro lanzó con gran entusiasmo lo que denominó la "Revolución Energética" en Cuba. Fue presentada como la solución definitiva a los problemas energéticos del país, un proyecto destinado a reducir la dependencia del crudo importado, modernizar la infraestructura energética, e impulsar el uso de energías renovables. Pero, dos décadas después, el panorama es desolador: Cuba enfrenta hoy una crisis absoluta en el sector energético que parece más profunda que nunca.
Han pasado veinte años desde que Fidel Castro lanzó con gran entusiasmo lo que denominó la "Revolución Energética" en Cuba
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El entusiasmo inicial se basaba en medidas de rápido impacto: la sustitución de electrodomésticos ineficientes, el uso masivo de bombillas ahorradoras, y la distribución de generadores diésel por todo el país para asegurar el suministro eléctrico. Sin embargo, los problemas estructurales de fondo fueron ignorados o insuficientemente atendidos. Las plantas termoeléctricas de gran escala, mayoritariamente construidas con tecnología soviética en los años 70 y 80, continuaron deteriorándose sin un plan efectivo de renovación. En lugar de nuevas inversiones en infraestructura de larga duración, se optó por soluciones paliativas que, si bien permitieron estabilizar el suministro temporalmente, crearon una dependencia costosa y poco eficiente de los generadores diésel.
Los generadores, presentados como un hito de la generación distribuida, han resultado ser un salvavidas que se hunde. Alimentados por combustibles que el país necesita importar a altos costos y con casi 20 años de operación casi continuada y sin mantenimiento adecuado, su operación se ha vuelto insostenible. Los constantes apagones, que desde hace algunos años son parte del día a día de los cubanos, son el síntoma más visible de una crisis que ya no se puede ocultar. Las familias se enfrentan a cortes de electricidad de varias horas diarias, afectando tanto la calidad de vida como la ya frágil economía local.
Las plantas termoeléctricas de gran escala, mayoritariamente construidas con tecnología soviética en los años 70 y 80, continuaron deteriorándose sin un plan efectivo de renovación.
Apagón masivo del 18 de octubre de 2024:
El 18 de octubre de 2024, Cuba sufrió un apagón masivo debido a la desconexión total del Sistema Electroenergético Nacional (SEN). La interrupción ocurrió después de que la planta termoeléctrica Antonio Guiteras saliera de servicio, lo cual, según el Ministerio de Energía y Minas, ocurrió a las 11:07 am. La situación dejó a millones de personas sin electricidad, y aunque las autoridades aseguraron que estaban trabajando en la restauración del servicio, admitieron que “no hay tiempo definido para restablecer el servicio”.
El apagón afectó gravemente a todo el país, causando caos. El suministro se ha retablecido solo en circuitos que alimentan hospitales críticos. En La Habana, el apagón afectó incluso al Aeropuerto Internacional José Martí, que quedó completamente a oscuras. Aunque se utilizaron generadores para mantener las operaciones, las imágenes compartidas en redes sociales generaron dudas sobre si el respaldo energético era suficiente para mantener la seguridad de los vuelos.
La crisis también afectó la conectividad en la isla. La empresa de monitoreo NetBlocks alertó sobre una caída significativa en el tráfico de Internet, directamente vinculada a la desconexión de la planta Guiteras. Esto afectó tanto a usuarios particulares como a instituciones que dependen de la conectividad para sus operaciones.
El 18 de octubre de 2024, Cuba sufrió un apagón masivo debido a la desconexión total del Sistema Electroenergético Nacional (SEN)
La promesa de transitar hacia energías renovables tampoco se ha cumplido. Aunque se anunciaron ambiciosos planes para instalar parques solares y eólicos, la realidad es que la contribución de estas fuentes sigue siendo marginal. Los proyectos de energía renovable, muchas veces dependientes de financiamiento externo, se han retrasado o se han implementado parcialmente, sin la capacidad de compensar la crisis de las plantas tradicionales. En lugar de reducir la dependencia del petróleo, Cuba ha aumentado su vulnerabilidad, especialmente ante las fluctuaciones del mercado internacional.
A veinte años del inicio de la llamada "Revolución Energética", el resultado es un sistema energético que se tambalea. Las infraestructuras clave están al borde del colapso, y la falta de inversión ha perpetuado la obsolescencia. La crisis energética no sólo es un problema técnico; es un reflejo de una política que no logró construir soluciones sostenibles, confiando en lugar de ello en medidas temporales y en discursos grandilocuentes.
La crisis energética no sólo es un problema técnico; es un reflejo de una política que no logró construir soluciones sostenibles
Pero la crisis energética es solo una arista de un problema mucho mayor. La situación actual del sector eléctrico es un reflejo de la crisis sistémica del modelo económico y político cubano, que ha fallado en evolucionar y se ha quedado anclado en el pasado. La continuidad que promueve Miguel Diaz-Canel es solo continuidad de miseria y deterioro.
Cuba perdió veinte años en el ámbito energético, durante este tiempo no invirtio en una modernización real de su infraestructura, no instaló plantas electricas más modernas y avanzadas provenientes de aliados como China o Rusia (que incluso otorgaron financiación y prestamos), ni desarrolló granjas solares con paneles Made in China. Nada de esto estaría afectado por el embargo estadounidense, la justificación permanente. Cuba se mantuvo anclada al pasado por culpa de un sistema político y económico tan obsoleto como sus plantas eléctricas construidas con tecnología de la Unión Soviética.
El país necesita mucho más que parches y soluciones de emergencia. La transformación que Cuba necesita implica reconocer que el sistema actual no funciona, que un país no se puede dirigir como un campamento militar, y que los cubanos merecen vivir plenamente y no simplemente sobrevivir, como si estuvieran en un estado de guerra constante. La falta de visión para invertir en un futuro energético sostenible refleja la misma falta de visión para transformar el sistema económico y político que ha estancado al país. La necesidad de cambio no es solo en el ámbito energético, sino en todos los niveles de la estructura del Estado, para poder ofrecer a su población un futuro con más estabilidad, progreso y bienestar.
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