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La bella instalación destinada al torneo de lucha en Santo Domingo, sede de los Juegos Panamericanos de 2003, acogía el combate final de la modalidad libre, en la división de los 66 kilogramos. Por un lado, el colombiano Edison Hurtado; por el otro, el cubano Serguei Rondón. Al final, la victoria para el antillano que, a 22 años de aquel suceso, comparte con nosotros su experiencia de vida.
“¡Ay, Julita, qué placer conversar contigo! Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Aún recuerdo aquella entrevista tras mi triunfo. Fue muy bonito conversar contigo al igual que ahora”, expresa emocionado. “En efecto —le respondo—, y estoy muy feliz de verte”.
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Nuestro encuentro se materializa en Houston, Texas, donde vive con su esposa, la también exluchadora Yolanda Cordero.
¿Qué es de tu vida, qué haces?
Vivimos aquí en Houston y trabajo en la Miller Piper Yard, donde se almacenan las pipas de petróleo. Trabajé primero como seguridad y en estos momentos lo hago en las plantas como pipe fitter (instalador de tuberías). Estamos muy bien, esperamos nuestro hijo.
¿Qué me dices de tu tiempo como luchador?
Imagínate. No olvido ni los momentos buenos ni los malos. Fueron muchos años por los colchones del mundo, dando y recibiendo “estrellones”, aplicando llaves, “pegando”.
Nunca olvidaré mi alegría en los Juegos Multideportivos de Santo Domingo y Cartagena de Indias, ni la tristeza cuando se me fue la posibilidad de avanzar en Atenas 2004 o perdí el bronce en el Mundial de Estados Unidos.
Serguei Rondón conquistó el título en los Panamericanos de República Dominicana 2003 y fue cuarto en el Mundial de New York ese mismo año, al perder el combate por el bronce ante el japonés Kazuhiko Ikematsu.
Logró el boleto olímpico para Atenas 2004, cuando cedió en la primera salida al colchón con el ucraniano Elbrus Tedeyev, quien más tarde se coronaría campeón olímpico, por lo que lo “arrastró” .
Al regresar al colchón, se impuso al georgiano Otar Tushishvili con una victoria por superioridad técnica de 10 puntos, dejando a su oponente debilitado y lesionado. Aunque terminó segundo en su grupo preliminar y noveno en la clasificación general, su desempeño no fue suficiente para avanzar a los cuartos de final, pero su actuación puede considerarse buena: un noveno puesto entre los mejores del planeta, en una división repleta de excelentes gladiadores.
Además, ganó la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena de Indias 2006.
¿Cómo empezaste en la lucha?
Estudié cuatro años en la EIDE “Mártires de Barbados”. En 1990 paso al CEAR “Córdova Cardín” hasta que en 1994 integro las filas de la preselección nacional que entrenaba en el “Cerro Pelado” bajo las órdenes de Filiberto Delgado, el gran entrenador y padre Filiberto Delgado. En 1998 formo parte del primer equipo bajo las órdenes del “Fili” y de Arturo Yánez.
De ahí empecé a andar por los colchones del mundo y, además de mi paso exitoso por citas continentales y regionales, sobresalen en mi carrera las medallas de oro y bronce en las Copas del Mundo por equipos de Uzbekistán 2005 y Azerbaiyán 2006. ¡Época de oro para la lucha libre cubana!
Precisamente, mientras la greco se ha mantenido en la élite, y no sólo con el extraordinario Mijaín López, la libre ha caído en picada.
Mira, desde que “desaparecieron” al Fili, sobre lo que, por cierto, no nos dieron ninguna explicación, “sólo que lo movían para donde hacía falta” (¿?) —¡qué justificación tan absurda!—, los libristas no levantan cabeza. La debacle resultó Beijing 2008, donde cinco cubanos lucharon por bronces y los cinco perdieron. Aquello, además de inesperado, fue increíble.
Para ti, quién es el mejor luchador de libre en el mundo.
Eso no se pregunta: el ruso Buvaisar Saitiev, triple campeón olímpico y seis veces monarca del orbe... ¡Y claro!, el mejor de la greco, con muchoooo, Mijaín López!
¿Cuándo te fuiste de Cuba?
Yo estuve en la selección nacional en dos períodos (1998-2009 y 2013-2017), pues fui sancionado por indisciplina. Fueron cuatro años que nadie entendió, porque lo que hice fueron cosas de muchacho, pero parece que no caía bien.
Perdí la posibilidad de ir a Londres 2012. Y nada, no fue lo mismo. Me lesioné la cervical, no podía asumir los entrenamientos como antes y, tras una invitación de Filiberto Delgado, entonces preparador de las niñas, me puse a entrenar la lucha femenina. Allí estuve casi dos años.
Me relacioné con una antigua novia y me dieron a escoger entre ella y mi permanencia allí. Me fui para la EIDE del Cotorro y estuve trabajando mi deporte junto a Yuniel Fonseca.
¿Te digo algo? Aquello no funcionó, la gente que “siempre me quiso”, me viró la espalda, las carencias aumentaron y opté por viajar a Nicaragua en agosto de 2022, ayudado por Luisitín (Luis Ibáñez, también luchador, que ya se encontraba en Estados Unidos y siempre me tendió la mano).
¿Llegaste enseguida a Estados Unidos tras el recorrido por “los volcanes”?
No, primero trabajé año y medio en México, en una academia de MMA (Artes Marciales Mixtas). Al cabo de ese tiempo, “me lancé para acá” y entré por Matamoros, el 6 de enero de 2024. ¡Qué regalo me hicieron los Reyes, muchacha!
Pero no sólo entré yo: mi exesposa y mamá de mi hija, la judoca Yaritza Abel; mi niña de 11 años, Yarisel; mi actual compañera Yolanda Cordero, que como te dije practicaba también la lucha... ¡Y aquí estamos todos! Ya cumplimos el año... ¡El sueño americano!, y mi esposa tiene siete meses de embarazo.
La felicidad se nota en el rostro de Serguei, quien ha logrado la medalla olímpica de la vida. Planes actuales.
Te dije que trabajaba en la Miller Piper Yard como instalador de tuberías, pero nuestro sueño, el de los luchadores que estamos aquí, Luisitín y Odelis Herrero, es crear una academia para recoger a los niños y adolescentes de las calles. Para que encuentren en el deporte una vía de desarrollo. Es nuestra quimera y creo que la vamos a lograr.
Me despido de Serguei Rondón con un fuerte abrazo, el mismo que nos dimos hace 22 años en los Panamericanos de Santo Domingo, el mismo que reiteradamente nos dábamos en el Cerro Pelado. Éxitos, muchacho... ¡tienes derecho a soñar!
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