Régimen cubano considera que Cuba no es prioridad para Donald Trump

El régimen cubano cambia su discurso sobre Trump, afirmando que Cuba nunca ha sido su prioridad. La funcionaria Johana Tablada sugiere que la influencia cubanoamericana es la que impulsa las políticas del presidente.

Johana Tablada de la Torre y Mauricio Claver-Carone © Facebook / Johana Tablada de la Torre - BID
Johana Tablada de la Torre y Mauricio Claver-Carone Foto © Facebook / Johana Tablada de la Torre - BID

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El régimen cubano consideró que Cuba “no era ni es una prioridad para Trump”, a pesar de años de insistencia en el efecto perjudicial y la saña del mandatario estadounidense hacia la llamada “revolución cubana”.

Contraria al mantra oficialista que ha repetido hasta el cansancio que la crisis actual es consecuencia del “recrudecimiento del bloqueo” y las “más de 240 medidas” tomadas por Donald Trump en su primer mandato, la subdirectora general de la Dirección de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX), Johana Tablada de la Torre sostuvo que Cuba no está en entre las prioridades del republicano en su regreso a la Casa Blanca.


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En una publicación de sus redes sociales, que fue replicada por el sitio oficialista Cubadebate, la alta funcionaria cargó contra los cubanoamericanos que figuran en la primera línea de la actual administración Trump, a los que achacó un interés febril por promover medidas de presión contra La Habana

“Menos la ruptura de las relaciones diplomáticas y el bloqueo naval a Cuba, que propusieron mil veces, casi todo lo demás lograron sacárselo al gobierno de Trump, para quien Cuba no era ni es una prioridad, pero desea complacer a los políticos de origen cubano que mejor le sirven aunque le han engañado una y otra vez”, afirmó la diplomática.

La declaración representa un cambio notable en la narrativa oficial del régimen cubano que tradicionalmente ha sostenido que Washington mantiene una "obsesión enfermiza" por destruir la “revolución cubana”, acusándole de implementar políticas destinadas a asfixiar económicamente al país.

Sin embargo, en su artículo titulado "Claver-Carone y su obsesión por Cuba", Tablada de la Torre dio un giro llamativo de su habitual narrativa y desvió el foco del republicano, para denunciar que sus medidas son producto de la influencia de estos actores y no de un verdadero interés de Trump por las relaciones con la isla.

Se desentiende la diplomática de dos cuestiones fundamentales. La primera, la cercanía de Trump con la comunidad cubanoamericana y los políticos de Florida, estado donde pasa buena parte del año el presidente. La percepción de Cuba como una dictadura perniciosa a los intereses de Estados Unidos en la región, le llega fundamentalmente a Trump por esta vía.

La segunda, y no menos importante, está relacionada con la psicología del actual presidente, para quien resulta difícil dejarse guiar o manipular por asesores y mantiene siempre el protagonismo en las decisiones que toma, lo cual, en el caso de Cuba, deja ver que las medidas que adoptó en su primer mandato, así como las que ha anunciado para el segundo, tienen origen en su visión de las relaciones de Estados Unidos con el régimen comunista.

La afirmación de que “Cuba no era ni es una prioridad para Trump” no parece sostenerse en los hechos, pero sí representa un giro discursivo significativo en la tradicional retórica del régimen, que siempre ha focalizado sus denuncias del “bloqueo” y otras “políticas agresivas” en la figura de los inquilinos de la Casa Blanca.

Durante la primera administración Trump (2017-2021), se implementaron más de 240 medidas que reforzaron el embargo económico contra Cuba, incluyendo la reincorporación de la isla en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo en enero de 2021. Este enfoque fue mantenido por la administración Biden, salvo en el último punto, que fue modificado días antes de abandonar el demócrata la presidencia.

En enero de 2021, el propio sitio Cubadebate se refería a “las más de 240 medidas de Trump contra Cuba”, subrayando que “la política de hostilidad del gobierno de Donald Trump contra Cuba registró medidas y acciones sin precedentes, las cuales sobresalieron por su sistematicidad”.

En las más de 6,000 palabras del artículo publicado por el sitio oficialista y redactado en el MINREX, no se mencionó ni una vez los nombre de senadores o congresistas cubanoamericanos, o el de Mauricio Claver-Carone, al que ahora La Habana señala como el Maquiavelo que susurra al oído de Trump.

En ese sentido, llama la atención que Tablada de la Torre afirme que "Cuba no era ni es una prioridad para Trump". El contexto geopolítico actual, con la guerra provocada por la invasión de Rusia a Ucrania, o la polémica búsqueda de soluciones para la Franja de Gaza, parecen absorber toda la atención mediática, lo cual podría conferir cierto barniz de análisis a las conclusiones de la diplomática del régimen cubano.

Sin embargo, la evidencia empírica demuestra que el republicano imprime su rúbrica en cada decisión que toma como si fuese un asunto personal, y que más allá de la influencia del círculo de asesores y funcionarios cubanoamericanos de su administración, Trump parece decidido a restablecer el área de influencia estadounidense en la región, un objetivo que evidentemente pasa por La Habana.

Ya sea en Palacio o en el MINREX, los nervios están a flor de piel. Pero las instrucciones pasan por apuntar al grupo “mafioso” de cubanoamericanos y que las declaraciones apenas rocen con el pétalo de una rosa al magnate republicano, con el que La Habana empieza a tener sueños húmedos atravesados de pesadillas y sobresaltos, tras el giro dado en las relaciones de Estados Unidos con Rusia.

En la era caótica e impredecible inaugurada por Trump, el régimen cubano cruza los dedos para que se produzca el primer conflicto del presidente con sus subalternos –un comportamiento que marcó su primer mandato- y salgan de escena los “halcones” cubanoamericanos.

Mientras tanto, empiezan a dorar la píldora al republicano, a ver si en un escenario más propicio pueden propiciar un acercamiento y una negociación que termine con el mismo resultado de los últimos 66 años: con la dictadura anclada en el poder.

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