En el marco del Día Internacional de la Mujer, el régimen cubano rindió homenaje a Celia Sánchez Manduley, exaltando su "modestia", su rol en "segundo plano" y su dedicación a cumplir los sueños de Fidel Castro.
Reunido con mujeres de toda Cuba en el llamado Palacio de la Revolución, el gobernante designado, Miguel Díaz-Canel, citó palabras de Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, según las cuales las figuras femeninas cobran relevancia en la medida en la que renuncian expresamente al protagonismo en la historia.
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“Celia decía: No se trata de ser héroe. De lo que se trata es de no dejar de luchar nunca. Y yo creo que esa es la convicción que podemos hoy aquí compartir y tejer en nuestro sentimiento revolucionario”, destacó Díaz-Canel en su intervención, recogida por el Noticiero Nacional de Televisión (NTV).
En el acto, en el que también participaron la secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, Teresa Amarelle Boué, y la esposa del gobernante, Lis Cuesta Peraza, a la que este negó públicamente el título de “primera dama”, quedó expuesta la narrativa consolidada en el régimen cubano de un liderazgo masculino absoluto dentro de la llamada “revolución”.
Una narrativa que reproducen si pudor altas funcionarias y dirigentes del régimen, como Dayli Sánchez Lemus, subdirectora de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, quien, al recordar a Sánchez Manduley, expresó:
“Fue una guerrillera todo el tiempo, fue una mujer modestísima que estaba en todo y apenas aparecía. Siempre estaba atrás, encargándose de las retaguardias, de los temas logísticos… Bueno, a la vanguardia también... Porque ella siempre también iba adelante para organizar las cosas, cumpliendo y concretando los sueños de Fidel…”.
El discurso de subordinación femenina, que los líderes del régimen siempre han adornado con halagos machistas en los que destacan la dulzura, el amor y la comprensión de las mujeres, no hace más que reforzar la idea de que el papel de la mujer en la Historia es el de apoyo y acompañamiento, no de liderazgo ni de reconocimiento propio.
“Son mujeres heroicas, son mujeres con una fortaleza de alma, de espíritu, con unos corazones tremendos… Pero yo, sencillamente, de la manera más modesta posible, puedo decir que ustedes son mujeres maravillosas, que las mujeres cubanas son mujeres maravillosas. ¡Que vivan las mujeres cubanas!”, concluyó diciendo Díaz-Canel en el acto.
Este tipo de discurso deja al descubierto la estructura machista que aún define al régimen cubano. Mientras en el mundo el 8 de marzo se conmemora con llamados a la equidad de género y al empoderamiento femenino, en Cuba el aparato oficialista celebra a sus mujeres históricas resaltando su abnegación, su "modestia" y su capacidad de estar "en la retaguardia".
Un modelo que encaja perfectamente con la estructura patriarcal impuesta desde el poder y que deja imágenes como la del "arrepentimiento" de Mayelín Carrasco Álvarez, la madre detenida por protestar en la plaza pública en la localidad granmense Río Cauto. O la felicitación extravagante de Sandro Castro, nieto del dictador Fidel Castro.
El mensaje que se transmite es claro: las mujeres pueden ser homenajeadas, pero solo si su papel no desafía la jerarquía masculina instaurada por el castrismo. La "revolución" se ha construido sobre la imagen del líder masculino todopoderoso, mientras las mujeres más destacadas de su historia son recordadas por su "sacrificio silencioso" y su papel de soporte.
Así, el tributo a Sánchez Manduley en el Día de la Mujer no solo expone el machismo del discurso oficial, sino que perpetúa la idea de que en Cuba la mujer ideal es aquella que se mantiene en segundo plano, dedicando su vida a cumplir los sueños de los hombres que detentan el poder.
La narrativa oficial y el culto a la personalidad masculina
La llamada “revolución cubana” ha construido su historia en torno a figuras masculinas como Castro, Ernesto "Che" Guevara y Camilo Cienfuegos, presentándolos como héroes centrales.
Las mujeres, aunque participaron activamente, han sido relegadas a roles secundarios en la narrativa oficial. Este enfoque perpetúa una estructura patriarcal donde el liderazgo y el protagonismo se asocian principalmente con hombres.
En su novela "Nunca fui primera dama", la escritora Wendy Guerra abordó cómo desde la infancia veía a los héroes de la revolución como deidades omnipresentes, mientras figuras femeninas como Sánchez Manduley, secretaria y supuesta amante de Fidel, eran cruciales pero menos visibles.
Guerra describe su obra como una historia de desilusión y pérdida, reflejando la marginación de las mujeres en la narrativa revolucionaria.
Ejemplo del machismo estructural del régimen cubano es la constante referencia a las mujeres como "valientes, admirables, luchadoras", pero sin otorgarles un espacio de toma de decisiones real.
El gobierno cubano presume de su supuesta equidad de género, pero la realidad es que la mayoría de los altos cargos políticos y militares siguen en manos de hombres. Un artículo de CiberCuba ya advertía que, en 2019, las mujeres apenas ocupaban el 14% de los puestos de liderazgo en el gobierno cubano, a pesar de representar más del 50% de la población.
Feminicidios, represión y negación de la violencia de género
Uno de los aspectos más alarmantes del machismo institucionalizado en Cuba es la negativa del régimen a reconocer los feminicidios como un problema real.
Mientras organizaciones feministas y plataformas independientes han documentado decenas de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas en los últimos años, Díaz-Canel llegó a afirmar recientemente que "en Cuba no hay feminicidios, sino hechos aislados".
Esta negación refuerza la falta de políticas efectivas para proteger a las mujeres y evidencia el desinterés del gobierno en abordar el problema con seriedad.
La marginalización de las mujeres no es solo histórica; persiste en la Cuba contemporánea, donde los apagones, la escasez generalizada, los bajísimos salarios, el éxodo migratorio y la represión golpean duramente a madres de familia, abuelas, hermanas e hijas.
La situación de las presas políticas cubanas es otra muestra del desprecio del régimen hacia las mujeres que deciden alzar la voz. Testimonios detallan cómo estas mujeres enfrentan condiciones inhumanas en las cárceles, con falta de agua potable, maltratos físicos y psicológicos, y aislamiento prolongado.
Organizaciones como Cubalex han denunciado que más de 100 mujeres permanecen encarceladas por motivos políticos, muchas de ellas por participar en las protestas del 11 de julio de 2021.
Estas prisioneras enfrentan condiciones inhumanas, como falta de agua y mala alimentación. Algunas han llegado a firmar cartas con su propia sangre exigiendo su libertad y la de otros presos políticos.
En la práctica las mujeres cubanas continúan sufriendo discriminación, violencia de género e incluso persecución política. Casos recientes han demostrado cómo activistas feministas han sido reprimidas por el régimen, impidiéndoles salir del país o encarcelándolas por sus posturas críticas.
El culto a la personalidad y la exclusión de la mujer
El mensaje que se transmite es claro: las mujeres pueden ser homenajeadas, pero solo si su papel no desafía la jerarquía masculina instaurada por el castrismo.
La “revolución” se ha construido sobre la imagen del líder masculino todopoderoso, mientras las mujeres más destacadas de su historia son recordadas por su "sacrificio silencioso" y su papel de soporte.
El culto a la personalidad de Fidel Castro y los demás "héroes" de la Revolución ha sido clave en la perpetuación de este modelo patriarcal. En cada conmemoración oficial, en cada discurso y en cada tributo, el mensaje es el mismo: las mujeres pueden ser reconocidas, pero solo en función de su relación con los líderes masculinos.
Así, el tributo a Celia Sánchez en el Día de la Mujer no solo expone el machismo del discurso oficial, sino que perpetúa la idea de que en Cuba la mujer ideal es aquella que se mantiene en segundo plano, dedicando su vida a cumplir los sueños de los hombres que detentan el poder.
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