Un reciente post de la revista Juventud Técnica reveló que el chatbot Grok, desarrollado por la empresa xAI de Elon Musk e integrado en la red social X (antes Twitter), ha restringido el acceso desde Cuba.
“Grok no se admite en tu país en este momento”, fue la respuesta automática dada a la redacción del medio al intentar usarlo desde una cuenta local.
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Esto ocurre apenas semanas después de que el gobernante Miguel Díaz-Canel asegurara que el desarrollo de la inteligencia artificial debía servir a los intereses del país y que “no podemos quedarnos atrás en la revolución digital”.

La contradicción es evidente: mientras el discurso político resalta el potencial de la IA para fortalecer sectores como la agricultura, la salud o la educación, los ciudadanos no pueden acceder libremente a las herramientas líderes del sector.
Esta no es la única restricción. Plataformas como ChatGPT, Copilot, DALL·E, Zoom y servicios de Google también han estado limitadas para usuarios cubanos, en muchos casos por políticas de sanciones de empresas estadounidenses, pero también por el bajo desarrollo infraestructural y los costos de conectividad interna.
En un contexto de aislamiento y atraso tecnológico, el acceso a la inteligencia artificial en Cuba parece, por ahora, más una promesa política que una posibilidad real.
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